Ocho años atrás fue condenado a prisión perpetua, acusado de haber planeado en complicidad con su esposa, un aberrante crimen de su hija Natalia, de entonces de 15 años. Hoy, y después de que en diciembre de 2009 la Justicia desandara sus pasos absolviendo a Carlos Fraticelli de culpa y cargo, el hombre que quedó estigmatizado como “el asesino de su propia hija”, volvió a vivir en Rufino, Santa Fe, con su nueva pareja, Norma Tejedor, dicta clases en una escuela media y en un terciario y sueña con recuperar su cargo en la Justicia.
A diez años del hecho, escribió un libro en el que revela los tortuosos recuerdos de su vida en la cárcel, defiende la relación con su hija, tantas veces puesta en duda, y acusa a miembros del Poder Judicial y de la Policía de haber convertido su condena en una verdadera pesadilla. “Ahora me doy el derecho de contar mi verdad”, asegura.
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