Apenas se ingresa a la oficina de Adrián Amodio en Radio Cooperativa, lo primero que llama la atención son sus paredes repletas de cuadritos con fotografías de él junto a obispos y sacerdotes; hasta el papa Juan Pablo II está retratado. En un costado más escondido, reposa una placa con el nombre del padre Carlos Mugica. Hay un silencio sepulcral en el ambiente. El hombre robusto se apresta a escuchar la primera pregunta.
—¿Cuál fue su primer contacto con la Asociación Madres de Plaza de Mayo?
—Bueno, muchas veces en el transcurso de la vida periodística a uno lo invitan a ir a varios lados y con Hebe nos habíamos cruzado en diferentes lugares, el último fue cuando Tabaré Vázquez asumió la presidencia de Uruguay. Ahí nos pusimos a charlar, ya que las Madres tenían ganas de hacer radio y nos pidieron asesoramiento. De hecho, estaban identificadas con nuestra forma de hacer radio. Entonces les prestamos la asistencia para poder construir todo porque teníamos alguna experiencia.
—¿Por qué decidieron prestarle la antena a Madres?
— Porque si hay una organización en la sociedad que tiene legitimidad para tener una radio es la de Madres de Plaza de Mayo, la historia lo demuestra. La historia y la lucha de las Madres es algo ejemplar en Argentina y creo que en el mundo.
—Sin embargo usted viene de una línea política contraria a la que tiene históricamente la Asociación Madres de Plaza de Mayo...
—(Hace un silencio) No, en absoluto.
—Pero... ¿usted no militaba en la Juventud Peronista de la República Argentina (JPRA)?
— Yo fui dirigente sindical durante algún tiempo pero no era un troglodita (Traga saliva). Era alguien preocupado por la defensa de los derechos humanos. En el ’77, recorrimos América latina pidiendo por la libertad de los presos políticos y gremiales. Por la de todos, no por la de algunos.
—Entonces, ¿no militó en la JPRA?
—(Titubea) En el año 70 fui militante sindical de la Unión Personal Civil de la Nación (UPCN), con lo cual teníamos relaciones con todos. Y de eso hace unos treinta y siete años. Hoy tengo cincuenta y siete. En el gremio, siempre estábamos preocupados por la defensa de los compañeros. De esa época, tenemos un desaparecido, que es el compañero “Pepe” Giménez. De modo que tenemos algo que nos identifica y nos llama a tener la misma lucha que las Madres han tenido. Igual, política no hago desde hace mucho tiempo. Y además en los 70, uno podría haber pensado de una manera o de otra; pero de los 70 a ahora, pasaron treinta y siete años.
—¿Integró la Confederación Nacional Universitaria?
—No, jamás. Tengo origen sindical de la Unión Personal Civil de la Nación.
—¿Y escribió en la revista El Caudillo?
—(Se molesta) No, eso es un disparate. Es algo de muy mala leche.
—Sin embargo en la página 252 del libro López Rega, la biografía, de Marcelo Larraquy, se menciona eso.
—Bueno, en un libro pueden escribir lo que quieran, pero jamás escribí en ninguna revista de ningún tipo (Le tiembla la voz). Mi relación con el periodismo viene desde el año 80. Yo vengo de la Unión Personal Civil de la Nación cuando José Villafañe era secretario general.
—¿Conoce a Felipe Romeo?
—(Traga saliva de nuevo) Puedo haberlo visto en alguna de todas estas cosas que se ven ahora. Nada más que eso.
—¿Nunca tuvo contacto con él durante principios de los años 70?
—No.
—¿Usted tampoco salió en El Caudillo como protagonista de una nota?
—(Duda) Que yo recuerde, no.
—¿Trabajó para el Ministerio de Bienestar Social durante 1973 y 1975?
—Trabajaba en la Dirección Nacional de Recaudación Previsional y por eso fui delegado de la UPCN.
—¿Qué hizo después del golpe de Estado del 24 de marzo de 1976?
—Cuando vino el golpe militar, obviamente nos echaron del sindicato y de la Dirección Nacional de Recaudación Previsional y me puse a trabajar con mi padre en un bar que él tenía.