Los sones del Himno Nacional atronaban en el Salón San Martín interpretados por la Banda Militar Tambor de Tacuarí, donde civiles y militares momentos después se entregaba con énfasis al solomillo de cerdo bien regado. Y cada uno de los presentes -comensales- entonó la canción patria con énfasis, de manera que no pudiesen ser captados por alguna traicionera cámara de televisión justo en el momento de tener la boca cerrada.
La ansiedad por cenar no se notaba tanto, aunque tal vez estuviese contenida, sin hacerse visible, y por eso el casi medio millar de comensales siguió con atención el discurso de la Presidenta, que fue emitido inmediatamente después del Himno.
Incluso había militares de algunas de las armas que tuvieron que esforzarse para no dar la espalda mientras hablaba la comandante de las Fuerzas Armadas. Así fue como se podía observar que la mesa principal era presidida por Cristina Fernánez, a la izquierda la ministra de Defensa, Nilda Garré; del otro lado se hallaba el jefe del Estado Mayor Conjunto, brigadier general Jorge Chevalier Allí revestían también el presidente provisional del Senado, José Pampuro; el jefe de la Armada, Jorge Godoy; los ministros de Planificación Federal, Julio De Vido; de Salud, Juan Manzur; de Ciencia y Tecnología, Lino Barañao; el jefe de Gabinete, Aníbal Fernández; y los titulares de la Fuerza Aérea, brigadier Normando Constantino; y del Ejército, Luis Pozzi.
Más allá, recortadas por las irritantes luces del salón San Martín del Edificio Libertador rodeaban a las preparadas mesas otros funcionarios, miembros de las tres armas, militares retirados, entre otros comensales. Distribuidos de a diez comensales en unas cuarentas mesas, cada uno de ellos ni bien terminó el brindis ofrecido por Cristina Fernández se esmeraron y mucho en saborear la comida.
De entrada, pavita, jamón y ensalada waldorf para ir calmando la ansiedad, mientras esperaban el plato principal que consistía en solomillo de cerdo a la miel con chutny de manzana y papines con romero y tomillo, una conserva agridulce para acompañar carnes.
Fue degustado con ahínco a toda prueba el solomillo de cerdo, esa parte procedente de la parte lumbar y ubicada entre las costillas inferiores y la columna vertebral.
Rápidamente, en forma horizontal y al margen de jerarquías militares y políticas, luego llegó el momento de saborear los postres.
Civiles y militares se entregaron a la marquise de chocolate con crema inglesa y, como no podía ser de otra manera, todo ello acompañado por vinos tintos y champagne, aunque es justo reconocer que también había quienes preferían el agua o las gaseosas. El Bicentenario de la Revolución de Mayo y la celebración del Día de la Independencia lo valían.
Fuente: DYN