Aunque aquellos directamente implicados siguen afirmando que no se trató de un intento de golpe de Estado clásico, durante la crisis de diciembre de 2001, las máximas autoridades militares elaboraron un “plan de contingencia” para tomar el poder luego de la caída del presidente Fernando De la Rúa.
El desencadenante del proyecto de las Fuerzas Armadas para ocupar el vacío de poder que dejó De La Rúa luego de su huída en helicóptero de la Casa Rosada, fueron los saqueos y las protestas que culminaron en la declaración de estado de sitio que el presidente de la Nación impulsó el 19 de diciembre.
“Las Fuerzas Armadas trabajaron con la hipótesis de que, si la instancia del Congreso no funcionaba, se iba a producir un vacío de poder y alguien iba a tener que hacerse cargo de la situación. Su idea era actuar como garantes de última instancia del orden y la unidad nacional. Pero nunca se planteó como un golpe de Estado clásico, con los tanques en las calles”, afirmó José Pampuro, secretario general de la Presidencia durante la gestión de Eduardo Duhalde y ex ministro de Defensa de Néstor Kirchner, según informa hoy el Diario Perfil.
El 20 de diciembre, ante la continuidad de los actos de violencia, los jefes de las Fuerzas Armadas se reunieron en las oficinas del Edificio Libertador y elaboraron un “plan alternativo” debido al fracaso del estado de sitio.
La propuesta comprometía la movilización de unos nueve mil efectivos, exponía medidas de apoyo a la Policía y la Gendarmería, y la protección de objetivos estratégicos, como la Casa Rosada, el Congreso, las centrales nucleares, las represas hidroeléctricas y un conjunto de edificios públicos emblemáticos.
También se proponía delimitar áreas de acción y nombrar a un “comandante operacional de las Fuerzas Armadas” que tendría bajo su tutela a las policías y la Gendarmería. Los militares habían previsto un lugar alternativo para la realización de una Asamblea Legislativa, en el caso de que no se pudiera realizar en el palacio del Congreso.
Sin embargo el “plan alternativo” nunca fue aceptado por De la Rúa y esto abrió camino a un “plan de contingencia”, que nunca fue expuesto oficialmente ante las autoridades civiles y fue desechado cuando la violencia urbana comenzó a ceder.