Maquiavélico. Pragmático. Táctico. Pasional. Hugo Antonio Moyano era apenas un adolescente cuando la fuerza del destino lo puso en el lugar indicado, en el momento preciso. Una observación celosa que despertó la envidia del joven camionero marplatense fue el instante en la historia que inició una vida de poder, dinero, traiciones, lealtades y victorias. El “Negro”, como lo llaman los amigos, descargaba cajas de mercadería en el centro de la ciudad balnearia cuando vio pasar a un colega de otra empresa de transporte con su ropa de trabajo reluciente, uniformes que los patrones de Hugo no entregaban en su empresa. Moyano se miró las pilchas que traía puestas, y las comparó con las de su uniformado compañero. “¿Y por qué nosotros no?”, pensó. Emprendió así su primera lucha sindical, con tan sólo 17 años. Unos veinte años más tarde, en 1983, llegó a Buenos Aires con un secreto bien resguardado: venía por todo el poder. La puja por el sindicato camionero en 1989 le costó una causa por tenencia de cocaína y dos días en la cárcel. Para sobrevivir políticamente, debió pactar con su verdugo: el empresario Alfredo Yabrán.
Moyano es un líder humilde pero ambicioso. Un hombre que luchó toda su vida por desposeerse del mote de “don nadie”; un rezagado que escaló sin medida pero con una estrategia sindical que hoy marca su estilo: lidera la Confederación General del Trabajo (CGT), pero sigue pensando como un delegado de base. Así lo describe su fiel amigo y principal asesor, el diputado Héctor Recalde.
Tiene siete hijos, atravesó dos divorcios y conoció el verdadero amor en la década de 1990, cuando Liliana Zulet, una empresaria condenada a dos años de prisión en suspenso por defraudación, le quitó el aliento en una mediación extrajudicial. La rubia debilidad logró sacarle al camionero 500 mil dólares que la Obra Social del sindicato le debía a su empresa de salud. Moyano le sacó el número de teléfono y la invitó a salir.
Fue un padre ausente por las exigencias de su carrera. Las culpas lo llevaron a arrimar a sus hijos bajo su ala. Pablo, Facundo, Huguito, Karina y Paola ahora recuperan el tiempo perdido trabajando junto a su padre. Emiliano, su cuarto hijo, es una de las debilidades de Moyano. Complejos tratamientos lograron estabilizar su salud, luego de que le diagnosticaran una esquizofrenia.
En su relación con el poder, el líder camionero ha sido un táctico permanente. Aconsejado por el histórico líder metalúrgico, Lorenzo Miguel, y aprendiz de la consigna vandorista de “pegar primero para negociar después”, logró marcar un estilo sindical y una corriente cegetista de la que depende el 80 por ciento del PBI. El avance del transporte automotor y la logística, la conquista de afiliados de otros gremios y la alianza con Néstor Kirchner convirtieron a un sindicato menor de apenas 20 mil adeptos a un imperio que asegura tener 140 mil afiliados, y ramificaciones de poder a través de los gremios aliados. Una historia de vida que podía ser una novela, pero es la pura realidad.
*Periodista del diario Perfil y autora, junta a Mariano Martín, de El hombre del camión, la biografía de Hugo Moyano.