Como era absolutamente previsible en caso de una derrota, los sindicalistas oficialistas, y más específicamente Hugo Moyano, buscan alejarse de las olas del maremoto electoral. No es tarea fácil, después de tanto tiempo de alianza en la que todo pareció ser un lecho de rosas para los gremialistas que abrazaron sin hesitar al kirchnerismo y el Gobierno que los cobijó, prodigándose mutuos beneficios.
El titular de la CGT y líder de los camioneros salió enseguida a decir que la forma de "conducir" fue la causa de la debacle del oficialismo en los comicios del 28 de junio, sin ir mucho más allá.
En su declaración sin anestesia quedaron afuera de su consideración otros posibles motivos, como la crisis económica, la inflación, la pobreza y otros problemas de característica cuasi estructural.
Trascartón, el sindicato camionero, con el hijo de Moyano –Pablo- a la cabeza, retomó las presiones por un aumento salarial para el sector, en una actitud que de manera espectacularmente visible contrasta con la moderación presentada antes de las elecciones.
Incluso las pretensiones de aumento que trascendieron son notoriamente superiores al porcentaje inducido por la misma alianza Gobierno-"moyanismo" para el período 2009.
Hasta ahora la inmensa mayoría de los sindicatos realizaron acuerdos por tramos cortos y por sumas fijas, con el compromiso de completar el ciclo en el segundo semestre, pero por valores que se estimaban, a priori, en alrededor de 15 por ciento.
Ahora se supo que los camioneros de Moyano reclaman alrededor de 25 por ciento y amenazan con fuertes protestas en caso de no ser escuchados.
En caso de llegar a esa instancia, sería prácticamente la primera organización de peso que decide romper la tregua preelectoral, paradójicamente la que más bregó para que no hubiera conflicto en el tramo hacia las legislativas.
Además, Moyano tiene motivos adicionales para mostrar las garras. Por caso, su prescindencia a la hora de la renovación en el Ministerio de Salud y en la Secretaría de Transportes, dos reductos donde el gremialismo, y sobre todo él, tienen especial interés.
Esa marginación no fue voluntaria, sino decisión del Gobierno. El malestar de Moyano seguramente se ve aumentado por el hecho de que fue quien más bregó por la salida de Graciela Ocaña de la cartera sanitaria. Aunque esa partida se vio acelerada también por los acontecimientos relacionados con la gripe, de manera tal que no puede adjudicarse todo el crédito.
Encima en ese ministerio por ahora sigue en la Superintendencia de Salud (el organismo que tiene injerencia sobre los fondos de las obras sociales) su ex aliado Juan Rinaldi, quien junto con Ocaña se habían "sentado" sobre los suculentos fondos que debían reintegrarse a los entes de salud sindicales.
En cuanto a Transporte, el reemplazante de Ricardo Jaime no tiene nada que ver con Moyano, e incluso trascendió que no se sabe si el poderoso gremialista seguirá contando con aliados en las líneas intermedias en una cartera con la cual hasta ahora se movió armoniosamente, al compás de acuerdos mutuos y de la danza de los subsidios.
Pero las tribulaciones del camionero y del sector de la CGT que siempre se encolumnó detrás suyo no están relacionadas sólo con el vínculo con el Gobierno al que se abrazaron apasionadamente, sino también con la interna sindical que podía volver a estallar si el resultado electoral era desfavorable para el Gobierno.
Ahora todos le pasan facturas a Moyano, y algunos que lograron hacer equilibrio entre el oficialismo y la supuesta "independencia" ya están trasponiendo la línea hacia el otro campo sin siquiera ruborizarse.
Obviamente, son los mismos que se regodearon con las fotos y los beneficios presidenciales a cambio de apoyos incondicionales. De todas maneras, la actitud no puede sorprender. Con un simple ejercicio de memoria, cabe recordar, por ejemplo, a aquellos que hace más de dos décadas eran los "jóvenes brillantes" de Saúl Ubaldini, se transformaron en discípulos fieles e incluso arquitectos del menemismo y, después de acomodarse en el carro de las administraciones posteriores, se subieron a las cuadrigas kirchneristas de las que ahora buscan apearse.
Además, los detractores de Moyano tienen en su alforja una factura especial: haber sido ignorados por el camionero a la hora de colocar a los candidatos a diputados sindicales. El camionero impuso a Héctor Recalde (igualmente era un número puesto con consenso de todos los sectores para la reelección) y a Omar Plaini (vendedores de diarios). Ambos jurarán como diputados el 10 de diciembre, ya que el dirigente de los canillitas quedó a las puertas del Parlamento tras el conteo de votos, pero se aseguró el ingreso después de que el candidato testimonial Daniel Scioli anunciara que seguirá ejerciendo la gobernación bonaerense.
Encima hay otros dirigentes que se alejaron transitoriamente de Moyano, como el rural Gerónimo Venegas, quienes también se suman a los embates, envalentonados por su performance. Es que el dirigente de UATRE apostó a Francisco De Narváez y también logró colocar diputados, como por ejemplo Claudia Rucci, la hija del asesinado dirigente metalúrgico y de la CGT José Ignacio Rucci.
No obstante, la historia gremial muestra que no está dicha la última palabra hasta que queda escrita con tinta indeleble. Y en la misma sintonía, no será la primera vez que se borra con el codo lo que se escribió con la mano. Especialmente cuando todos –literalmente- los que le rindieron pleitesía a Moyano, incluso aquellos que por peso propio podrían mantener prudente distancia, como los “gordos” y los autodenominados “independientes”, gozaron del usufructo de la alianza del Gobierno y el dirigente Moyano, quien les facilitó el acceso a los despachos oficiales pisando la alfombra roja incluso a aquellos que tenían el ingreso vedado de antemano.
Los días por venir mostrarán hasta dónde llegan las fuerzas de cada uno, tanto de los que los que atacan como de los que resisten. Seguramente pondrán también en la mesa los dos años y medio que restan de Gobierno kirchnerista, que no es poco, sobre todo cuando aún hay respuestas pendientes a varias de sus demandas, como por ejemplo lo dicho sobre las obras sociales, las asignaciones familiares u otros rubros en las cuales tiene injerencia la administración.
Todo el mundo sabe que infinidad de veces ha ocurrido que las peleas intestinas del sindicalismo aparecen como el Sol de cada día, y más cuando se opaca la estrella de alguno. Pero además es harto conocido que, así como son expertos en decretar transitoriamente el fin de la obediencia debida y acelerar, también son duchos en bajar cambios o poner el pie en el freno cuando corren el riesgo de embestir a sus propios intereses.
(*) Agencia DYN