POLITICA
El humor al poder

Internados sin internas

5-4-2020-políticos
Cuando la abstinencia los lleva al límite, algunos dirigentes partidarios realizan actos electorales en el living. | CEDOC PERFIL

Para muchos dirigentes, solo hay una cosa peor que tener que respetar el aislamiento social: la cuarentena de internas. La postergación de los comicios en los que se dirimen las cuitas intestinas de los distintos partidos, ha generado una ansiedad tan ostensible en muchos referentes de esos espacios, que algunos de ellos han optado por armar urnas con cajas de cartón en sus hogares y someter al voto decisiones tales como el menú del almuerzo o el orden en que podrán ingresar a ducharse.

Se dice que, cuando la abstinencia los lleva al límite, hasta realizan actos electorales en el living y pegan en las paredes afiches elaborados con los crayones de sus hijos más pequeños.

“Nosotros nacimos hace casi 130 años de una interna dentro de la Unión Cívica, imagínate cómo estamos”, me confesó en un audio un puntero radical de una seccional del sur de la ciudad, que logró quitarse la mordaza que le había puesto su esposa, harta de escucharlo vociferar promesas de campaña. “Pobre, me paré sobre la mesa ratona y hablé durante media hora, comprometiéndome a cambiar los cueritos de las canillas, ponerle membrana impermeabilizante a la cucha del perro y ordenar alfabéticamente mi colección de CDs de cuarteto. Me callé cuando vi que agarraba el matafuego para hacerme bajar”, se explayó el hombre, conmovido hasta las lágrimas.

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Desde el lado del PJ, el panorama es bastante similar, aunque con implicancias inesperadas para el partido. “El General decía que los peronistas somos como los gatos, porque cuando parece que nos peleamos, en realidad nos estamos reproduciendo. Y resulta que ahora no nos podemos pelear ni nos podemos reproducir. ¡Si esto sigue así, nos vamos a extinguir antes que la pandemia!”, me contó por Skype un caudillo pejotista, al que la cuarentena lo agarró en la casa de sus suegros. “Son más gorilas que King Kong acá. A la Bullrich le dicen La Libertadora y a De Vido, el Tirano Prófugo”, se quejó, mientras mostraba a cámara una remera que tenía oculta bajo el buzo, con la inscripción: “Luche y vuelve”.

Los llamados a la unidad, que son lógicos en tiempos como los que se están viviendo, terminan pareciendo infructuosos ante la prohibición de reunirse por las prescripciones en vigencia. Algunos que enuncian frases como “de esta salimos todos juntos” o “unámonos para enfrentar la pandemia”, corren el riesgo de que los aprehendan las fuerzas del orden por instar a la gente a abandonar sus hogares.

No faltó el joven militante desprevenido que propuso la consigna “cada cual en lo suyo, defendiendo lo nuestro”, con lo que se expuso a que le apliquen la ley de Protección del Orden Constitucional y Defensa de la Democracia y lo condenen a convivir durante 15 días con Ricardo Iorio y Alejandro Biondini.

Pero, eso hay que reconocerlo, las dos grandes coaliciones que se repartieron la mayor cantidad de votos en los últimos comicios nacionales, se las han arreglado muy bien para continuar alegremente con las chicanas mutuas, y de esa manera apartarnos de la abulia en la que estamos inmersos desde hace varias semanas.

Con gran esfuerzo, han logrado correr la atención que posamos sobre la catástrofe sanitaria global, para volvernos a entretener con los dardos que se propinan desde un lado hacia el otro de la grieta, en una maniobra distractiva que, aunque más no sea por un rato, nos hace olvidar el dramatismo de la situación que nos envuelve y que tanto pánico provoca.

Si, tal como se dice, estamos en una guerra contra un virus mortífero, ellos vendrían a cumplir una función parecida a la de esos artistas de variedades que viajaban a los lugares donde las tropas se alistaban para el combate y las divertían con canciones y palabras que ayudaban a los soldados a atravesar tan duros momentos.

No hay que confundirse, entonces, creyendo que se desubican: prestan sus servicios desinteresados a la Nación, sumergiéndonos en discusiones estériles que tienen como único objetivo sacarnos de la información monotemática y hacernos creer que la vida continúa con normalidad y que, aunque encerrados, no perdemos la costumbre de descargar nuestras tensiones insultando al que piensa distinto.