Buenos Aires, 24 de Julio de 2005.
Querida tía Mary: hoy es la primera vez que cuento nuestra historia en público y el objetivo de mi homenaje es poder contarles quién era mi tía abuela Mary Ponce y contribuir a recuperar un pedacito más de nuestra historia familiar.
El 30 de abril de 1976 desaparece tu hija Alicia, a partir de este hecho comienza tu búsqueda incansable junto a otras madres y familiares de desaparecidos y en Julio del 76 ya eran 27 familias reclamando en el episcopado ante monseñor Tortolo. Luego, en los primeros meses de 1977 conoces a quien sería tu compañera en la defensa por los derechos humanos y en la vida: Mirta Baravalle.
Lamentablemente a tu lista de detenidos-desaparecidos se sumaria en febrero del 77, además de Alicia, sus compañeros del ERP y primos hermanos adorados: Manuel y Oscar Ponce. Pero, como al terrorismo de Estado no le alcanzaba con haber flagelado esas 3 vidas, también secuestran a una beba de 11 meses de una posta sanitaria, donde Manuel, mi viejo; Oscar, mi tío e Inés mi mamá, desarrollaban su militancia.
Así, nuestra familia debe afrontar además del asesinato de 3 jóvenes solidarios y comprometidos con su pueblo, mi detención y desaparición. Yo, Clara Soledad Ponce, era esa beba, a quien arrancaron de los brazos de sus padres, cuando apenas sabía caminar. Mis abuelos paternos no lograban salir del pánico y la parálisis por tanto dolor, de hecho Mary, tu hermano aún hoy se encuentra recluido en el sufrimiento.
Pero, a vos tía Mary no lograron amedrentarte, ni a vos Mirta Baravalle, quien aún hoy continúa buscando a su nieta o nieto, nacido en cautiverio. Fuiste vos, Mary quien contacto a mi abuela con las madres y familiares de desaparecidos y allí comenzó su peregrinaje por cuanto organismo de Derechos Humanos, iglesia o comitiva extranjera, les permitiera encontrarlos o devolvernos la "aparición con vida" de nuestros familiares, esto solamente fue posible en mi caso, ya que tu hija y sus primos hermanos continúan desaparecidos.
Tu ímpetu, coraje y valentía en la defensa de los Derechos Humanos; serían los principales valores que los cobardes genocidas buscaban destruir. Tu compañera, amiga y confidente Mirta Baravalle no se cansa de repetir: "Soledad, sabían a quienes se llevaban". Mirta todavía recuerda como juntas ayudaron a mi abuela a redactar el habeas corpus que les permitió reclamarme legalmente.
Gracias tía por tu solidaridad y por poner tus conocimientos al servicio del que no sabia. Mi abuela que solo había hecho 1er. grado, sin tu ayuda e impulso, difícilmente hubiera podido lograrlo. Mirta cuenta como en esta y otras ocasiones, intentaba apaciguarte, protegerte, porque tu ferviente reclamo podía dejarte expuesta a ser la nueva presa de los asesinos de tu familia.
Sin embargo, tu compromiso era inclaudicable y hasta llegaste a protegernos en silencio; nunca mencionaste que yo era tu sobrina nieta. En tu lucha no existían los privilegios, "todos eran tus hijos, tus sobrinos, tus amigos, tus compañeros".
Una vez que lograste la publicación del habeas corpus por mí en el diario "La opinión", te anoticias de que el Juez que entendía en la causa, el Dr. Sarmiento, no quería restituirme a mi familia y no dudaste en enfrentarlo, te presentaste ante él increpándolo para que me devolviera. Todas las semanas insistías, acompañando a mi abuela a visitarme y darme de comer en la "Casa Cuna", para impedir que alguien se apropiara de mí.
Allí había otros bebes que fueron secuestrados por los militares asesinos de sus padres y quizás nunca devueltos a sus familias, quienes todavía los siguen buscando y esperan que la duda acerca de su verdadera identidad les permita acercarlos a su seno.
Querida tía, gracias a esa garra, a esa fortaleza, a tu convicción y entrega en la defensa de los diferentes, de los desvalidos, de los que sufrían injusticias, yo estoy con vida y puedo hablarles acá. Gracias a tu hija Ana Maria, mi prima que siempre levanto su voz para que yo conociera la verdad acerca de mis padres y nunca nada pudo acallarla, yo conozco nuestra historia, la que podemos narrar los protagonistas y victimas del genocidio y no la que intentan acomodar sus cómplices. Gracias, Mirta Baravalle, a tu paciencia, tu templanza y perseverancia en estos casi 30 años de lucha, con tu relato yo puedo reconstruir la historia de mi familia, de los Ponce y sentirme orgullosa de ellos.
Finalmente, el 18 de abril de 1977, al Dr. Sarmiento no le quedó otra opción que restituirme a mis abuelos. No menos perverso, que en sus anteriores actos, puso como último obstáculo que mis propios familiares le dieran a él, quien pretendía usurparme la identidad, una prueba fehaciente de que me conocían.
Es así, como mi abuela te menciona que yo tenía una mancha de nacimiento en mi pie derecho y nuevamente sos vos tía Mary, quien va a Casa Cuna a reconocerme y les reclama frontalmente mi restitución. Vos te encargaste también de comunicarle a mi madre, Inés Alicia García que me habías recuperado y ella también fue lealmente amparada por vos; la instabas a que se protegiera manteniéndose alejada y en el anonimato, porque sabias que el terrible plan de aniquilamiento de los militares, se cerraría, desapareciendo también a las mujeres de tus sobrinos y así fue, ella y la pareja de Oscar, de nombre Maria Laura Ponce de León, también fueron asesinadas y aún hoy continúan desaparecidas.
Hace 28 años, luego de abril del 77, te reuniste con un grupo de las primeras madres para asistir a una Misa acá en la Santa Cruz, de celebración por mi restitución y de pedido de aparición con vida de los desaparecidos. Un mes más tarde, el 19 de Mayo del 77, mataron a mi madre y 7 meses más tarde, el cobarde de Astiz te entrega para que los genocidas terminaran con tu lucha. Sí, ellos sabían lo que hacían, solo la muerte podía impedirte continuar con tu defensa de los derechos humanos, la búsqueda de los desaparecidos y la restitución de los niños en cautiverio.
Lo que nunca hubieran imaginado esos infames, es que el ejemplo de tu amor, tu lealtad, tu inquebrantable valentía; perduraran como valores eternos encarnados por todos aquellos que te buscaron durante 28 años y tanta búsqueda finalmente, arrojaría a las playas de Gral. Lavalle la verdad acerca de tu desaparición y la de tus compañeras Azucena y Esther, quienes siguen denunciando incluso desde la prueba fehaciente de su causa de muerte, la criminalidad de sus asesinos y nos impulsan a seguir pidiendo justicia, JUICIO Y CASTIGO A LOS CULPABLES DE LA DESAPARICION, TORTURA Y MUERTE DE LOS 30.000 DETENIDOS DESAPARECIDOS.
Gracias al Equipo Argentino de Antropología forense por devolvernos a nuestros deudos, para que puedan recibir una sepultura digna de su condición humana. Gracias a los organismos de Derechos humanos por su incansable lucha. Gracias a las madres y abuelas que aún hoy continúan buscando a los cientos de jóvenes apropiados por los militares y sus cómplices, que todavía no conocen su verdadera identidad y a tantas familias que los esperan. Solo nuestra MEMORIA y la reconstrucción de la verdadera historia pueden alumbrar en esta búsqueda, puede ayudarnos a devolverles su derecho a la identidad. Gracias tía Mary por la vida, la identidad y la memoria, tu sobrina. Sole.