POLITICA
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La desvalorización de las fotos con el Papa

Desde su coronación, los políticos argentinos emprendieron una incesante peregrinación hacia el Vaticano en busca de una imagen junto a Francisco. Pero sus allegados advierten sobre el error de exagerar su importancia.

Albúm. Cristina Kirchner, en su tercer encuentro con el Papa. Scioli y esposa, de diálogo fluido con el líder religioso. Con Pino Solanas.
| Cedoc

Julio Cobos logró la foto más reciente de un político con el papa argentino. Martín Insaurralde la consiguió en plena campaña electoral. Y Sergio Massa tramita hace tiempo un encuentro con el Sumo Pontífice. Esos son sólo tres casos: el último, el polémico y el que vendrá, pero no son los únicos. Fotografiarse con el papa Francisco parece haberse convertido en un paso ineludible de la carrera política, pero ¿qué valor real tiene? ¿Por qué Bergoglio recibe a tantas figuras políticas y sociales de Argentina? ¿Qué importancia le da él a estas fotos? Allegados y amigos del Papa advierten que los políticos argentinos harían bien en no sobrevalorarlas.

“Como lo han visto tantos, como es tan común, la foto no sé si tiene ahora tanto valor realmente”, dice a PERFIL el padre Pepe Di Paola, cura villero y muy allegado a Francisco. “Si son muchas fotos, el resultado es igual a cero”, amplía Gustavo Vera, legislador porteño y de relación fluida con Bergoglio cuando era arzobispo de Buenos Aires. Para el ex portavoz de Bergoglio, el padre Guillermo Marcó, sacarse una foto con Francisco no significa ser aprobado por él, ni que avale las cosas que uno piensa. “La foto tiene el valor como para cualquier persona que va Roma y lo saluda el Papa, entre otras personas que saluda”. Otro cura villero, el padre Toto De Vedia, es más directo: “La foto genera un impacto, que es fuerte, porque el Papa es un referente importante en el mundo y, en nuestro país, más. Pero hay quienes pueden buscarla para colgarse de la sotana”. Y se nota. Varios de los visitantes eran muy duros con Bergoglio hasta que se convirtió en Francisco.

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En una audiencia general en la Plaza de San Pedro suele haber entre 80 mil y 100 mil personas. Existe un corralito que está destinado a argentinos y fue creado por la inmensa demanda para saludar al Papa. Francisco da un discurso, sale en el Papamóvil y saluda a toda la gente que se para frente a las vallas. Después, dedica un tiempo especial a los enfermos, y por último saluda a quienes están en el corralito. Son doscientas personas a quienes el Papa saluda una por una. Entre ellas, suele haber figuras políticas del país. La mayoría de las fotos son tomadas en ese lugar. “Francisco saluda educadamente a la gente que le ponen en ese lugar. Mucha gente también la pone la embajada argentina. Un político le avisa al embajador (Juan Pablo) Cafiero que va a estar en Roma en tal semana y le pide si puede estar en la audiencia general. El Papa no chequea a quien saluda. Hay que leer muy bien en clave de tiempos a quién y en dónde los recibe. No es lo mismo recibir a alguien en la audiencia privada de Santa Marta que pasar por el corralito”, cuenta Marcó.

En otras palabras, un saludo, una foto, no es lo mismo que ser recibido. En el corralito no hay mucho tiempo de decirle algo, ni “hablar de la realidad del país”, cómo muchos suelen afirmar.

Un interés de Francisco es reconocido por estos tiempos en el ámbito político: sus gestos hacia la Argentina apuntan a lograr que la transición del gobierno de Cristina Kirchner hacia su eventual sucesor sea sin grandes sobresaltos sociales y políticos. Sin llegar a esa conclusión, tanto Vera como los padres Pepe y Toto coinciden en que la Argentina ocupa un lugar privilegiado en su atención, pero de ningún modo excluyente. Marcó considera que al Papa le interesa tener un “nexo directo y sin intermediarios” con lo que pasa aquí, pero advierte: “Esto que nosotros creemos que el Papa se despierta pensando en el país y en cómo se va a resolver la interna sindical y las paritarias es una fantasía argentina”.