“Me hice pis encima porque no sabía lo que me iba a pasar”. Alfonso Severo contó algunas cosas de su secuestro, aunque no pudo revelar algunos detalles hasta no terminar de declarar en la Justicia. Y se definió kirchnerista, pese a que “golpeó muchas puertas” y no se las abrieron.
En diálogo con el periodista Ernesto Tenembaum en Radio Mitre, el testigo que estuvo durante 24 horas secuestrado contó que nadie del gobierno nacional lo llamó, que solo lo hizo el intendente de Avellaneda, y que pese a eso, apoya al gobierno de Cristina Fernández de Kirchner porque es peronista “por tradición”.
“Todo es extraño de nosotros... nosotros matamos a (Mariano) Ferreyra, nosotros somos extraños, nosotros somos los ninguneados, los golpeados”, señaló sobre las vesiones que ponen en duda la veracidad de su secuestro.
“Después de la muerte de (Néstor) Kirchner quisimos hablar con un montón de gente, golpeamos un montón de puertas, a lo mejor hoy se nos abre la puerta, si no seguiremos siendo delincuentes”, opinó. Y dijo que sigue apoyando al kirchnerismo por una “doble locura” que dijo que tiene: “Seguir defendiendo un gobierno y golpear una puerta y no se me abra... es como ser hincha de Racing aunque nunca salimos campeones”.
Sobre su secuestro, reflexionó: “Hoy estoy viviendo, ayer estaba muriendo”. Y contó que cuando fue liberado, estuvo cuadras y cuadras caminando y pidieron ayuda, pero que nadie se animaba a socorrerlo. “Nadie en la calle me quería ayudar, mientras deambulaba, nadie se quería involucrar, la gente salía corriente, hasta que aguien del Diario Popular me ve en la luz, me dice ‘vos sos el testigo’, me abrazó, me llevó a su casa, me cortó los precintos, me dio agua, hasta que apareció mi hijo y la Policía”.
Y luego opinó que detrás de su secuestro “hay otros poderes que no tienen nada que ver con el Gobierno”. Al tiempo que apuntó contra las “patotas” de la Unión Ferroviaria, aunque no les atribuyó su secuestro.
De sus horas en cautiverio, relató: “No recuerdo de nada, absolutamente de nada... me metieron en una bolsa, una especie de fibra o alfombra gruesa, no me permitieron ver, escuché cosas, paso de trenes, de gallinas, gallos, hasta que en un momento dijeron: ‘limpialo al gil’. Ahí dije bueno, chau. Pero era para liberarme”.