Alicia Pierini, subsecretaria de Derechos Humanos entre 1991 y 1997, en el gobierno del presidente Carlos Menem, y actual Defensora del Pueblo de la ciudad de Buenos Aires, publicó un artículo on line en el que afirmó que “Montoneros como organización no diseñó ni perpetró el operativo contra Rucci. Probablemente, un comando ad hoc, por la libre, dada la desorganización de la etapa, fue responsable del atentado. Sin embargo, una vez producido, la Orga lo bancó por omisión y con costo político. Costo hacia Perón, hacia la militancia y hacia el sindicalismo.”
Pierini acepta que “la violenta muerte” del secretario general de la Confederación General del Trabajo (CGT), José Ignacio Rucci, pudo haber sido ocasionada por un grupo encabezado por Julio Roqué, pero sostiene que en aquel momento, el 25 de septiembre de 1973, Roqué no tenía ningún cargo en la Conducción Nacional de Montoneros dado que, en su opinión, todavía no se había producido la fusión entre la organización de la que él provenía, las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), de origen marxista guevarista, con Montoneros.
También admite que Roqué pudo haber contado con la colaboración de otros guerrilleros, algunos tal vez con funciones políticas dentro del gobierno de Buenos Aires, pero afirma que, en ese caso, “no sabrían para qué objetivo cooperaban aunque aportaran logística, algo común en la cultura montonera y jotapé”. Y agrega que, “producido el hecho”, a la cúpula de Montoneros, es decir a Mario Firmenich y Roberto Perdía, no le quedó otra opción que el silencio para no impedir la fusión entre ese grupo y las FAR.
La hipótesis de “un comando libre” para explicar la “violenta muerte” de Rucci es imaginativa pero inverosímil ya que la víctima era nada menos que líder de la CGT (el Hugo Moyano de la época) y el alfil del general Juan Perón en el sindicalismo. Eso significa afirmar que Montoneros era un sello que cobijaba también a grupos de loquitos capaces de seguir durante varios meses y de matar por su cuenta, por motivos que Pierini ni siquiera se pregunta, a uno de los hombres más poderosos del país y más queridos por Perón.
Lo más importante es que se trata de una hipótesis equivocada, aunque conveniente en el intento de evitar que los comandantes montoneros que lograron sobrevivir todos estos años, Firmenich y Perdía, puedan ser vueltos a investigar por la Justicia.
Pierini no escatima interpretaciones negativas y conspirativas sobre mi libro “Operación Traviata, ¿quién mató a Rucci?” y sobre mi persona, por lo cual, antes de analizar los puntos débiles de su hipótesis, me permitiré recordar a quienes aún no lo saben la muy estrecha relación política entre Perdía y Pierini. Tanto es así que Perdía supervisó la última versión del artículo de Pierini y le sugirió suavizar las críticas al presunto “antiperonismo” de las FAR y del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP).
En mi opinión, Pierini expresa a los sectores residuales que todavía siguen anclados en una visión dogmática de los ´70, de Orga, sin ningún tipo de reflexión autocrítica sobre los desastres provocados por el error de no haber dejado de lado las armas cuando volvió la democracia y el peronismo triunfó en las elecciones del 11 de marzo de 1973. “El poder político brota de la boca de un fusil”, repetía Firmenich en aquellos tiempos.
Pero, también refleja el miedo de algunos a que la investigación judicial vuelva a sentarlos en el banquillo de los acusados. Es un miedo lógico, pero me parece por lo menos de dudoso gusto y eficacia imaginar que podrán zafar echándole la culpa de todos los errores de Montoneros a los jefes de las FAR con el atractivo de que estos chivos expiatorios no podrán defenderse porque ya están definitivamente muertos.
Por las dudas, aclaro que escribí el libro sólo con el propósito de acercarme a la verdad periodística sobre un hecho ocurrido hace casi 36 años, que ya pertenece la historia. No tengo ningún interés en que alguien sea investigado por la Justicia o vaya preso; no tengo motivos para eso dado que no soy familiar ni amigo ni aliado ni colega de Rucci, a quien ni siquiera conocí.
Por ese motivo, evité mencionar en el libro a personas que están vivas y que podrían haber participado en este atentado, de alguna manera, como explico en la Introducción. Y por eso sigo manteniendo la reserva periodística sobre el nombre y el apellido de un informante que me proporcionó el dato falso de la dirección del departamento que sirvió de “cuartel general” al grupo que planificó y ejecutó la emboscada contra Rucci.
Aclaro que si el juez considera que sin esa dirección no puede avanzar en la investigación y si ese informante persiste en su negativa a corregir ese dato, me veré obligado a revelar su nombre y su apellido.
Desarrollo este tema y más en uno de los nuevos capítulos de la edición corregida y ampliada de “Operación Traviata”, cuyo original fue entregado a Editorial Sudamericana el 1° de junio de este año, que está en las librerías desde el 1° de septiembre de este año.
Pierini manifiesta su disgusto porque mi libro alteró “la paz interior que a lo largo de 36 años supo construir ejemplarmente la familia Rucci”, en alusión a que “Operación Traviata” los impulsó a reclamar la reapertura de la investigación judicial. Creo que hay una línea delgada que separa la ironía del cinismo y que la autora, y sus impulsores, la han quebrado en este párrafo. ¿Cómo se puede ser tan duro de corazón para no comprender el clamor de justicia de los familiares de una víctima?
Repito, por las dudas, que ese clamor no es el mío.
También aclaro que no tengo opinión sobre si es o un delito de lesa humanidad; no lo sé, y en todo caso no es algo en lo que mi opinión tenga alguna relevancia ya que dependerá de la Justicia.
Más interesante me parece la distinción de Pierini, y de sus impulsores, sobre la verdad y el castigo. Ella señala que quienes saben la verdad no la contarán mientras pendan sobre sus cabezas la amenaza de ser condenados por la justicia. Eso puede ser cierto, pero en todo caso podría valer también para los responsables del terrorismo de Estado de la dictadura. Creo que Pierini y sus amigos extrañan la “pax menemista” de los indultos para todos, las autocríticas más bien superficiales y las leyes de compensación económica a las víctimas del terrorismo de Estado. Eso merece otra discusión, pero me gustaría recordar que los indultos no impulsaron a ninguno de sus beneficiados, ni a los militares ni a los guerrilleros, a contar la verdad sobre sus actos cuestionados; no siempre se produce una relación simétrica entre verdad y ausencia de castigo o de Justicia.
Luego de este breve desvío, pasó a detallar algunos de los motivos por los cuales la hipótesis del “comando libre” es equivocada:
1) La fusión entre Montoneros y FAR fue acordada mucho antes del asesinato de Rucci, el 11 de marzo de 1973, la fecha de la victoria electoral de Héctor Cámpora, en cuya campaña ambas organizaciones habían tenido un rol protagónico y coincidente. Es decir, casi medio año antes de la emboscada contra Rucci. Lo dice el propio Perdía en la página 179 de su libro “La otra historia”: “Prácticamente en forma contemporánea a la victoria electoral se acordó la fusión de ambas organizaciones, bajo el nombre de Montoneros”. Y agrega, a los tres párrafos: “Fue por ello que primero se decidió la constitución de la conducción nacional de la fuerza unificada. Esta estructura sería la encargada de conducir el proceso de fusión que se debía completar. En virtud de los acuerdos políticos la nueva Conducción Nacional quedó integrada por 8 miembros, 5 montoneros y 3 de las FAR”.
Hay que tener en cuenta que Perdía publicó ese libro en febrero de 1997; era otra época en la Argentina: parecía que los indultos duraría por los siglos de los siglos, no había este resurgir de los Setenta impulsado por los Kirchner y de Rucci no se hablaba.
Ya en abril de 1973, cinco meses antes del asesinato de Rucci, ambas organizaciones elaboraron un documento, “Actualización de la línea político-militar”, que fue tomado como base para la fusión, en el que señalaron “la necesidad de crear la Organización Político-Militar que desarrolle y homogenice la ideología revolucionaria, exprese los intereses de la clase obrera peronista y genere el desarrollo de las formas organizativas adecuadas para la continuación del proceso de guerra revolucionaria integral” (Ver revista “Lucha Armada”, número 10, página 130).
Es por eso que la primera conferencia de prensa conjunta entre Firmenich y Roberto Perdía fue a principios de junio, donde ambos advirtieron que no dejarían las armas a pesar de la asunción del presidente Cámpora y de que miembros de los grupos guerrilleros ocupaban cargos tanto en el gobierno nacional como en media docena de provincias, el Congreso Nacional y las universidades, y que incluso usarían esas armas contra los “traidores” localizados dentro del peronismo, como los sindicalistas ortodoxos, la “burocracia sindical”. Firmenich ratificó eso el 8 de septiembre de 1973, luego de un encuentro de la Juventud Peronista con Perón cuando repitió la famosa frase de que “el poder político brota de la boca de un fusil”.
2) A la fecha del asesinato de Rucci, el 25 de septiembre de 1973, la Conducción Nacional de Montoneros ya estaba formada por 8 miembros. Cito de nuevo al propio Perdía en su libro, en las páginas 179 y 180: “Sobre esa base se constituyó esa conducción unificada, cuyo ordenamiento quedó así: 1. Mario Eduardo Firmenich (Montoneros); 2.Roberto Cirilo Perdía (Montoneros); 3.Roberto Quieto (FAR); 4.Carlos Alberto Hobert (Montoneros), 5.Raúl Clemente Yager (Montoneros); 6.Julio Roqué (FAR); 7.Horacio Mendizábal (Montoneros, previamente incorporado con la fusión de Descamisados), y 8.Marcos Osatinsky (FAR)”.
Es decir que Roqué no era un loquito suelto que andaba por ahí reclutando compañeros dispersos para matar secretarios generales de la CGT. Por el contrario, era ya el número 6 de la cúpula del nuevo Montoneros y el segundo representante de las FAR. Podemos agregar que lo llamaban Lino, Iván, Mateo o Uno, este último seudónimo en alusión a que era el mejor cuadro militar de la organización, tanto que, por ejemplo, había dirigido el grupo que había matado al general Juan Carlos Sánchez, en julio de 1972, en Rosario.
Luego de toda esta información, Perdía añade que la nueva conducción “funcionó en un edificio de la Avenida de Mayo al 1300 donde, además, yo residía con mi familia”, y que el anuncio público de que “había concluido el proceso de fusión de FAR y Montoneros” fue anunciado en un acto público en Córdoba el 17 de octubre de 1973, en coincidencia con el Día de la Lealtad y cinco días después de la asunción de Juan Perón.
3) Pierini dice que Roqué no tenía actuación en la Capital Federal como si eso fuera un motivo para que no hubiera encabezado el grupo que planificó y ejecutó a Rucci. En todo caso, cabe recordar que sus lugartenientes fueron Marcelo Kurlat y Pablo Cristiano, quienes eran el jefe militar y el jefe sindical de la Organización en Capital Federal.
4) En realidad, Roqué no fue el primer jefe del operativo contra Rucci, sino Fernando Saavedra, que era el jefe de la columna Oeste de la Regional Buenos Aires de Montoneros. El provenía de Descamisados, un grupo de jóvenes de extracción socialcristiana que se había integrado a Montoneros a fines de 1972. Esto indica que no fue una emboscada realizada sólo por ex miembros de las FAR, como sostiene Pierini, tal vez aprovechando que los principales jefes de las FAR ya están muertos. Ocurrió que Saavedra, que no estaba convencido sobre la conveniencia política del ataque, se dobló un tobillo durante un entrenamiento físico y tuvo que ser reemplazado. Esto lo cuentan José Amorín en “Montoneros, la buena historia” y la viuda de Saavedra.
5) Con relación a la posible participación de personas que trabajaban en el gobierno de Buenos Aires, uno de mis informantes, que ocupaba un alto cargo, me dijo que el principal asesor del gobernador Oscar Bidegain era Norberto Habegger, un dato confirmado por la viuda de Habegger y que también incluye Miguel Bonasso en “El presidente que no fue”. Según esta fuente, fue Habegger quien le pidió prestado el departamento que seguía alquilando en Buenos Aires pero que ya no usaba porque se había tenido que mudar a La Plata al asumir ese puesto. Mientras Habegger provenía de Descamisados, como Saavedra, esta fuente tenía una mayor antigüedad en Montoneros. Este informante me contó que tuvo que ir varias veces a ese departamento, y que allí vio a Roqué, a Pablo Cristiano, a “un monto tucumano que murió, cuyo nombre no me acuerdo… Había dos montos que sobrevivieron, uno ahora es un próspero empresario que está totalmente ajeno a todo esto.”
6) El nombre de Perdía apareció varias veces durante mi investigación sobre el asesinato de Rucci. Un autor lo ubica, incluso, manejando una Itaka. El testimonio que me pareció más creíble fue el que afirmó que “Perdía no participó de la operación en sí, pero era el nexo del grupo operativo con Firmenich y Quieto. Yo lo vi varias veces porque algunas reuniones del grupo operativo se hicieron en la casa donde yo vivía”. Como corresponde, le pregunté a Perdía sobre esto y él me contestó, como consta en la página 166 de mi libro: “Eso no es verdad. Tampoco es verdad que la Conducción Nacional tomó la decisión en el caso Rucci ni que conocía esa operación. Pero esa operación no estaba fuera de contexto; no estaba fuera de nuestras líneas de acción, que incluían la lucha contra la burocracia sindical”.
7) Estas últimas palabras de Perdía desmienten el clima recreado por Pierini sobre esa época, que era, conforme le convenga, de opción clara, rotunda y unívoca por la acción política, o de desorden y cruce de grupos, de líneas y de militantes. En simultáneo con el asesinato de Rucci, la cúpula de Montoneros hizo circular un grueso documento, denominado “La Biblia”, en la que se definió “metodológicamente marxista-leninista”. Allí, como explica Roberto Baschetti en mi libro en la página 215, la Conducción Nacional de Montoneros aspira todos los conceptos del Lenín de “¿Qué hacer?”: “una vanguardia armada de los trabajadores, un partido de la revolución, la noción del partido bolchevique. Tenía un lenguaje más clasista para conceptualizar un momento de ruptura con Perón”. La influencia podía ser de las FAR, que venían del marxismo, pero en todo caso no fue posterior al asesinato de Rucci. También indica esto una charla de Firmenich a los cuadros de la Organización, incluida por Baschetti en “Documentos 1973-1976, volumen 1”, página 258.
8) Montoneros, como organización, nunca asumió ni negó públicamente su participación en este asesinato; siempre mantuvo el silencio, incluso hasta hoy. Pierini dice que bancaron el asesinato para no estropear la fusión con las FAR. Pero, Perdía afirma en su libro que la fusión ya estaba acordada y que la Conducción Nacional, con Roqué de número 6, funcionaba desde hacía un buen tiempo. ¿Qué pasó? En realidad, no fue la única vez que Montoneros no “firmó” un atentado: ocurrió, por ejemplo, con el asesinato de Arturo Mor Roig, un político radical que había sido ministro del Interior de la dictadura de Alejandro Lanusse pero que en el momento del ataque, el 15 de julio de 1974, estaba almorzando en una parrilla del Gran Buenos Aires en una pausa de su trabajo como asesor jurídico en una empresa de la zona. Eduardo Anguita y Martín Caparrós cuentan en las páginas 205 y 206 del Tomo 3 de “La voluntad” el plan de Montoneros para vengar la masacre de Ezeiza (20 de junio de 1973), que incluía una serie de atentados contra Rucci y otras personas consideradas responsables. Es un diálogo entre José y Fernando (el periodista Emiliano Costa); José, que era el jefe, le dice que “probablemente la Orga no los firme porque la conducción evalúa que no es momento para entrar de lleno en la lucha militar. Si los firmamos se va armar mucho quilombo con el Viejo”. Costa venía de las FAR pero José no: Montoneros ya estaba unificada luego de Ezeiza. El asesinato de Rucci fue un hecho político, y Montoneros pensaba que Perón era un líder pragmático sin principios, que podría procesar todo tipo de contradicciones, para usar palabras de la época. Pero, no les convenía “firmarla” porque lo dejarían a Perón sin la opción de negociar, como explica el periodista Jorge Lewinger en mi libro, página 202.
9) Pierini recuerda que en una entrevista en 1984 Firmenich declaró que “nosotros no matamos a Rucci. El error nuestro fue político, no haberlo desmentido en su oportunidad”. En aquel momento, Firmenich estaba preso en Villa Devoto, durante el gobierno de Raúl Alfonsín; luego, fue condenado por la Justicia, pero Menem lo indultó, como a Perdía y a otros guerrilleros y como a tantos jefes militares, comenzando por Videla y Massera. No parecía Firmenich en condiciones de atribuirse otros delitos: estaba en la cárcel y ya lo estaban juzgando por el secuestro de los hermanos Born.
Firmenich ha dicho muchas cosas sobre el atentado contra Rucci. El 2 de mayo de este año, durante la presentación de “Operación Traviata” en la Feria del Libro, el periodista Ricardo Roa, actual número 2 de Clarín, relató que el 25 de septiembre de 1973 por la tarde Firmenich se les apareció en la redacción de la revista “El Descamisado” y les dijo: “Fuimos nosotros”. Y les explicó por qué lo habían hecho, para asegurarse que la cobertura de la revista estuviera en línea con la Conducción Nacional de Montoneros. Hasta ese momento, los periodistas de “El Descamisado” pensaban que era una provocación tan grande contra Perón que no podría haber sido obra sino del ERP. Hubo un debate con Firmenich, que convenció a varios de esos periodistas de que ya hora de abandonar la Organización. Lo mismo cuenta el periodista Ricardo Grassi, que ahora vive en Italia.
Todavía más: Anguita y Caparrós relatan en la página 143 del tomo 4 de La Voluntad un almuerzo organizado por Graciela Daleo un domingo de 1974 entre Firmenich y sus antiguos compañeros. En un momento, uno de los invitados le preguntó a Firmenich sobre el atentado contra Rucci. “Bueno, evaluándolo ahora yo considero que fue un error”, contestó Firmenich. “¡¿Cómo?!”, reaccionó el preguntón. “Sí, fue un error. Nosotros creímos que tirándole al Viejo un fiambre sobre la mesa íbamos a poder negociar en mejores condiciones, y la historia nos demostró que no era así. Fue una decisión política equivocada”.
En mi libro, hay 15 personas, con nombre y apellido, que aseguran que un jefe montonero, del nivel de Firmenich o “Hernán” Mendizábal, les aseguró en algún momento que el asesinato había sido obra de ellos.
Mi conclusión sigue siendo que el asesinato de Rucci fue un hecho político: una respuesta por la matanza de Ezeiza y, lo más importante, un mensaje a Perón para que volviera a tenerlos en cuenta en el reparto del poder, tanto en el Movimiento como en el gobierno. Montoneros interpretaba que Perón los estaba raleando desde la masacre de Ezeiza y pensaron que, así como la derecha lo había apretado en Ezeiza y Perón se había corrido a la derecha, ellos iban a apretarlo con la muerte de Rucci y el General volvería a balancearse hacia la izquierda en esa lógica de péndulo sin escrúpulos ni principios que le atribuían.
Firmenich tiene razón en algo: les salió mal.
*Editor jefe del diario PERFIL.