Ciudadano bajo sospecha política: Carlos Reutemann. Merece una investigación, como el memorable título del film italiano, por declaraciones de las últimas 48 horas. Explicables, pero confusas, definitivamente ambiguas: parece desconocerse el destino de su flecha. Una falta de certeza que no parece prudente en quien manifestó deseos de ser el próximo presidente de los argentinos, aunque para alcanzar ese objetivo tal vez se requiera de una dualidad que pocos argentinos aceptan.
Por un lado, Reutemann se expidió contra el engendro electoral de las “listas testimoniales” ideado por Néstor Kirchner y, al mismo tiempo, sin embargo, considera que gracias a esas “listas testimoniales” (intendentes y gobernador en actividad que se presentan para renunciar luego de ser elegidos) el oficialismo casi seguro triunfe en la provincia de Buenos Aires.
“Yo estuve en el segundo y tercer cordón en tiempos pasados, lo vi yo cuando era gobernador en Santa Fe, me parece difícil el avance de otros partidos en esos lugares”, diagnostica, como si la fotografía al lado de la Tour Eiffel garantizara el conocimiento de París. Como si en el territorio bonaerense alguna vez no haya ganado el desconocido Armendáriz o la fugacidad mediática de la Fernández Meijide. En resumen, para él, ese populoso territorio es impenetrable por agrupaciones que no respondan al Gobierno. Para él mismo, inclusive, misión imposible. Por lo tanto, le interesa celebrar un acuerdo con quienes disponen de ese poder territorial, se allana a Kirchner y negocia con Juan Carlos Mazzón, el fantasmal urdidor de todas estas iniciativas artificiosas con las que se gana el sueldo al lado del santacruceño. Un servicio sólo para peronistas pero que pagan todos los argentinos.