“Esto es como ustedes en su casa, donde no se puede gastar más de lo que ingresa. Eso está mal y es lo que está haciendo la Argentina hace muchos años”. Con esa figura retórica, a fin del año pasado, Mauricio Macri señalaba como “fundamental reducir el déficit”. Ahora bien, ¿en qué gasta el Estado? ¿A dónde van a parar los recursos provenientes de los impuestos? ¿Por qué el déficit es tan alto?
Según los datos de ejecución presupuestaria, actualizados al 25 de diciembre, en 2016 entre los tres poderes del Estado se gastaron $ 3.750 millones en pasajes y viáticos. O $ 7.200 en productos químicos, combustibles y lubricantes (gran parte por los medicamentos). En publicidad se gastaron $ 1.500 millones y en equipo militar y de seguridad, $ 1.100 millones.
Pero esos números están lejos de justificar el elevado gasto. Más de la mitad de las erogaciones se fueron en transferencias al sector privado. Ahí se incluyen jubilaciones y pensiones (más de $ 700 mil millones), planes sociales ($ 83 mil millones) y los tan mentados subsidios a empresas de servicios públicos ($ 137 mil millones). Todas juntas representan más de un billón de pesos.
“Tenemos un compromiso innegociable para reducir el déficit fiscal”, dijo en enero el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, en el Foro de Davos. El Gobierno está dando la primera señal en ese sentido con la antipática medida de subir las tarifas de gas y electricidad, que permitirá reducir los fondos que les gira a empresas del sector. En las de transporte, en cambio, por el momento no están previstas modificaciones.
El otro eje al que apuntó desde el principio de la gestión el macrismo, y que levantó polémica, es el gasto en personal. En 2016 fueron poco más de $ 200 mil millones. Más de la mitad se va en los empleados de planta permanente, donde se incluyen las fuerzas de seguridad y defensa. También se incluyen $ 381 millones que son lo que se conoce como “gabinete de autoridades”. Son los empleados que los ministros o secretarios contratan para acompañarlos en la gestión, y se van con ellos. En ese rubro, la repartición que más gasta es la Jefatura de Gabinete, a cargo de Marcos Peña, con $ 35 millones al año.
Las transferencias al sector público, con casi $ 300 mil millones, también representaron gran parte de los gastos del Estado. Necesitado de garantizar su gobernabilidad, el Gobierno les giró a las provincias y municipios (tanto para gastos corrientes –sueldos, por ejemplo–, como de capital –obra pública–) más de $ 100 mil millones.
Las construcciones que quedan en manos de Nación fueron $ 27 mil millones, la mayoría bajo la órbita de Vialidad Nacional. Pero está lejos del total que se gasta en obra pública: el resto de los programas está incluido en los giros a los distritos. El otro gran gasto es el pago de la deuda pública. Insumió, tanto por la contraída en pesos como en moneda extranjera, casi $ 200 mil millones.
¿Dónde va a estar el ajuste en 2017 entonces? A la baja en los subsidios a los servicios públicos (donde también hay que incluir los presupuestos de las empresas con control estatal) se le va a sumar un plan para reducir lo que en el Gobierno ven como “programas improductivos”. En algunos casos se fusionarán áreas. En otros, directamente, se eliminarán. Fuera de los grandes rubros, el equipo de Hacienda también deberá evaluar los que, porcentualmente, representan un gasto menor, pero que sumados contribuyen al déficit. Por ejemplo, en mantenimiento, reparación y limpieza, se gastan $ 6.400 millones (más de un 20% en Defensa).
En pasajes y viáticos, Seguridad es el que más gasta (32%), seguido por Defensa (16%), en ambos casos por los gastos de traslado de sus efectivos. Con el 8% aparece el Poder Legislativo, siempre tan controvertido no sólo por los viajes que los legisladores hacen al exterior sino porque cada uno de ellos cuenta con diez pasajes internos al mes para usar.