El jueves pasado, cuando todavía estaba al frente del Banco Central, Luis Caputo convocó a más de 100 operadores del mercado y habló de lo que había pasado y lo que venía. Se mostraba seguro al frente de la estrategia oficial con el dólar y las tasas en momentos donde el dólar parecía estabilizarse entre 38 y 40 pesos, después de semanas de corrida.
Pero finalmente sería sin decirlo su despedida ante el mercado: en paralelo venía batallando con el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, y con el Fondo Monetario Internacional para definir las condiciones que le impondría el organismo en el marco del nuevo acuerdo que el Gobierno solicitaba para, una vez más, “recuperar la confianza de los mercados”.
En el mundo financiero aseguran que las bases del nuevo convenio ya están cerradas, pero que Caputo se negaba a ponerle la firma, básicamente a un régimen de manejo del tipo de cambio que limitara sus intervenciones. El nuevo pacto incluía el fin de las metas de inflación y un sistema de bandas cambiarias por fuera de las cuales recién podría intervenir el organismo. “Eso ya lo vivimos con Martinez de Hoz, quizás por eso renunció Caputo, no quería ser recordado por la ‘tablita de Caputo’”, recordaba un inversor que estuvo el jueves en su última conferencia.
Con todo abrochado, para poder anunciar el acuerdo siempre hacen falta las firmas del ministro de Hacienda y del jefe de la autoridad monetaria. Por eso, con Macri en Wall Street notando la ansiedad de todos por tener novedades de condiciones y cifras del nuevo respaldo, se habría precipitado su portazo o despido, algo que todavía no está del todo claro. Esta tesis podría quedar confirmada si finalmente el nuevo acuerdo se anuncia en las próximas horas.
Dujovne y su equipo nunca le perdonaron a Caputo que apurara al presidente Mauricio Macri a hablar aquel miércoles 29 de agosto previa apertura de los mercados sobre un nuevo entendimiento con el FMI, cuando no estaba ni iniciada la consulta. En esa jornada el jefe de Estado habló y su palabra se devaluó con el peso, que siguió subiendo sin parar hasta llegar más tarde a los $ 40. Ayer de hecho se lo hizo notar el entrevistador de la agencia Bloomberg cuando le machacó si había un nuevo pacto con el Fondo, recordándole que aquella vez ya lo había anunciado y no había nada. Dujovne, en cuanta cita podía, mostraba su enojo con la conducción del Banco Central.
Caputo había asumido el 14 de junio con un aura de infalibilidad que le duró algo más de tres meses. “Es un trader y hace falta un trader”, lo recibió la City. Había reemplazado a Federico Sturzenegger, con el dólar saltando de 25 a 29 pesos apenas días después de la entrada en vigencia de un acuerdo con el FMI por US$ 50 mil millones, que él mismo había firmado junto a Dujovne. El Fondo esta vez no quiso que le ocurriera lo mismo, en especial porque los US$ 15 mil millones iniciales que llegaron a las arcas del Tesoro y el Banco Central se evaporaron en 90 días para intentar de contener la divisa que igual saltó a $ 40. Cómo se iban a usar los dólares que ahora el Fondo iba a anticipar para cubrir vencimientos y despejar dudas de default, fueron la clave del estallido final.
La tensión venía increscendo desde hacía 20 días. El enfrentamiento con Dujovne “es ficción”, había dicho Caputo en el congreso del Instituto Argentino de Ejecutivos de Finanzas (IAEF) el 7 de septiembre. Ese día, además, había dicho que las subastas de dólares, impuestas por el FMI desde el primer acuerdo para cuidar sus divisas, no eran más la estrategia adecuada, y que por eso se había pasado a ventas directas, de manera más discrecional, algo que irritaba a los burócratas del organismo. Una semana después, volvió a subastar, y a hacer ventas directas también, todo en un mercado que operaba poco volumen y podría ser controlado con intervenciones no muy grandes, pero algo no cerraba.
Y finalmente se develó el misterio. La tensión se saldó hacia Dujovne, pero fundamentalmente hacia el Fondo. “Nico es el monstruo del Fondo y Guido es el banquero de Nico”, explicaba hoy un economista con llegada a la Casa Rosada sobre el desembarco de Sandleris en la autoridad monetaria. El Gobierno intenta mientras tanto imponer la idea de que la salida “se venía hablando” y de que “Caputo hizo el trabajo sucio” y debía ya entonces dejar su cargo, aunque es muy difícil que no parezca si no una intervención lisa y llana del Fondo de la capacidad de decisión del Banco Central.