El papa Francisco, si bien ya se transformó en un actor de la política mundial, se apresta a tomar tres decisiones que impactarán directamente en la relación entre el Gobierno argentino y la Iglesia Católica.
Una de las medidas, la más trascendental según comentan fuentes eclesiásticas, es el nombramiento de su reemplazante en el Arzobispado de Buenos Aires. El cargo es fundamental ya que desde allí Bergoglio supo armar su estructura de poder.
Junto a la titularidad de la Conferencia Episcopal y de la Pastoral Social constituye el cargo con más peso dentro de la Iglesia. Además, la Catedral metropolitana, ubicada estratégicamente a metros de la Casa Rosada, tiene injerencia en todas las fechas en las que los católicos conmemoran. También es el titular de ese Arzobispado el que mantiene vínculo directo con Mauricio Macri y los funcionarios del Gobierno porteño.
En este marco, Bergoglio tiene en la mira a tres posibles reemplazantes. Quien cuenta con mayores chances es el obispo de Gualeguaychú, monseñor Jorge Lozano, quien fuera auxiliar de Bergoglio en el Arzobispado de Buenos Aires. También están en la nómina Eduardo García (otro de los obispos auxiliares de Bergoglio, y quien llevó a Mauricio Macri al encuentro reservado con Francisco).
El tercer nombre que circuló es el de José María Arancedo, quien está al frente de la Conferencia Episcopal. Arancedo tiene dos facetas que le juegan en contra: en primer lugar, no es un hombre del riñón de Bergoglio, a diferencia de los anteriores, y en segundo lugar su avanzada edad (tiene 72 años).
La segunda decisión que deberá tomar Francisco está directamente relacionada con el gobierno kirchnerista: designar un obispo castrense, quien se ocupa del personal de las Fuerzas Armadas, Gendarmería y Prefectura, y de sus familiares.
El cargo está acéfalo desde 2007, cuando renunció monseñor Antonio Baseotto en medio de una fuerte polémica. En 2005 Baseotto había dicho que había que “atarle una piedra al cuello” al entonces ministro de Salud, Ginés Gonzáles García, y “tirarlo al mar” por estar a favor de la despenalización del aborto y el reparto de preservativos a jóvenes. A pesar de los intentos del kirchnerismo por echarlo (no le permitieron seguir ejerciendo su cargo negándole el ingreso a los cuarteles), el Vaticano lo confirmó y dos años después terminó renunciando.
Aunque no estaba en la misma línea ideológica, Bergoglio planteó al Gobierno el tema en varias ocasiones y creía que era un cargo que había que cubrir. Ahora, como Papa, se espera que designe a un obispo en ese lugar que generó una de las peleas más fuertes entre el kirchnerismo y la Iglesia. Las fuentes consultadas por PERFIL aseguran que no tomará una decisión en este sentido antes de nombrar a su reemplazante en la Catedral metropolitana.
Otra decisión clave está relacionada con el gabinete que formará Francisco en el Vaticano. En este marco, si bien las fuentes consultadas por este diario aseguran que tanto la Secretaría de Estado como la mayoría de los ministerios del Vaticano serán elegidos por consenso entre los cardenales de peso, el secretario privado de Francisco sería un argentino. En este marco, García es uno de los nombres que trascendieron para el cargo, aunque entre los suyos lo niega tajantemente y aseguran que tiene mucho por hacer aún en Buenos Aires. Mientras tanto, ese cargo lo seguirá ocupando el secretario alemán que tenía Benedicto XVI, Georg Gänswein.
Finalmente habrá que esperar para ver si Francisco tiene capacidad para mediar en algún conflicto del que forme parte la Argentina. Por ahora, nada indica que lo hará en Malvinas, a pesar de que Cristina Kirchner se lo solicitó en el encuentro que compartieron antes de su entronación.
De una forma u otra, los próximos días serán determinantes para conocer la impronta que, más allá de los gestos protocolares, impondrá Francisco a su relación con el Gobierno argentino.