En una columna de opinión publicada por el portal de la agencia de noticias del Gobierno Telam, Fabián Rodríguez, director del portal, salió en defensa de Máximo Kirchner ante “los ataques de la prensa opositora” que “coinciden con su irrupción política como líder de masas”.
El contexto primigenio de la defensa se da cuando el juez federal Claudio Bonadío tiene en la mira a la familia presidencial por las irregularidades de la firma Hotesur. La semana pasada, el juez recibió una amenaza de muerte. Podría haber sido por cualquiera de las cientas de causas sensibles que maneja un juzgado federal en lo penal y correccional. Las sospechas de las teorías de conspiración surgieron porque coincidió con el avance del juez en el expediente que tiene en la mira a los administradores de la firma. O sea: Máximo Kirchner, su hermana Florencia, y la tía Gisele Fernández, hermana de Cristina.
Los medios se hicieron –nos hicimos– eco de ambas noticias: de la amenaza recibida por Bonadío a días de la muerte del fiscal federal Alberto Nisman, y del avance de Bonadío contra la prole presidencial por el extraño manejo del hotel Alto Calafate.
Sin embargo, a pesar de cuidarnos de teorías conspiracionistas, a veces las mismas las agitan quienes deberían cuidarse de ellas. “La aparición pública de Máximo Kirchner en el multitudinario acto realizado por la agrupación La Cámpora en septiembre del año pasado confirmó que se trata de un líder preparado para conducir un proyecto político de alcance nacional, independientemente de quien se encuentre en el gobierno”, afirmó Fabián Rodríguez en su columna de Télam. Y es en base a ello que él cree que se “disparó un sinfín de especulaciones respecto del futuro político del hijo de Néstor y Cristina Kirchner”. Literalmente, sostiene que el discurso del primogénito presidencial “tuvo también como consecuencia inmediata un giro grotesco en el tratamiento que los medios de comunicación opositores dieron a Máximo, quien de un día para el otro pasó de ser un adolescente tardío, abúlico y con poca contracción al trabajo, a jefe de una banda de lavadores de dinero”.
Como si una cosa no tuviera que ver con la otra: su discurso fue abúlico, sigue con poca contracción al trabajo y, si es jefe o no de una banda de lavadores de dinero, lo están tratando en Comodoro Py.
En plan de reclamo, también se protesta porque no se lo trata a Máximo como el líder de una organización política con “varias decenas de miles de militantes”. Injusticia periodística: siempre se lo presenta como el líder de La Cámpora y hasta resulta molesto no contar con más historial laboral para usar de sinónimos a la hora de tener que hacer referencia al hijo presidencial, o líder de La Cámpora, o primogénito de Néstor y Cristina, o hermano de Florencia. Se entiende la propuesta, pero resulta extremo llamarle “líder de masas”.
Incluso muchos –me incluyo– somos generosos al plantearlo como el líder de una agrupación en la cual la inmensa mayoría –y por inmensa hago referencia a todos los que no integraron el selecto grupo que acompañó a Máximo en el estrado– conocieron personalmente recién en el acto celebrado en el estadio de Argentinos Juniors.
Pero Rodríguez entendió mal y presenta a Claudio Bonadío como el apretador, no como el amenazado de muerte. Y el apretado es Máximo Kirchner por “parte de la prensa hegemónica”. Coincido con el colega en que sabemos de aprietes. De aprietes recibidos, de llamadas molestas, de seguimientos irritantes, de insultos y agravios permanentes y constantes de toda la caterva de militantes rentados y gratuitos, ante cada palabra que se diga en contra del Gobierno. O, por qué no, contra un abúlico adolescente tardío. Incluso, alguno que otro se tuvo que exiliar tres décadas después de iniciada la última etapa democrática.
Otro de los ejes de la discusión planteada giró en torno al “diagnóstico político que estos sectores habían definido” y, como era de esperar, la queja derivó en lo que todos llamamos "fin de ciclo". Lo curioso es que el mismo Rodríguez plantea que todo “consistía a grandes rasgos en una crisis económica que derivaría en el desprestigio de sus dirigentes, el asedio judicial y la posterior derrota electoral a manos de algún candidato opositor” y que “nada de esto sucedió”.
Bueno, las elecciones todavía no llegaron, la economía depende de firmar acuerdos imposibles con gobiernos no democráticos y, en cuanto al asedio judicial, no sabría que otro nombre darle a la cadena de procesamientos contra el vicepresidente de la Nación, Julio De Vido, Ricardo Jaime, Romina Piccolotti, José Ramón Granero –este último por tráfico de efedrina, una ganga– y las cientas de denuncias que ya lleva acumuladas Cristina Fernández de Kirchner. Entre ellas, una que está muy, pero muy fresquita y de la que tuvimos que dejar de hablar –sólo por el momento– porque apareció con un tiro en la cabeza el fiscal que la denunció por encubrimiento agravado junto al canciller Héctor Timerman, al diputado Andrés Larroque –a quien podrían darle algún laurel como verdadero líder de La Cámpora– y a los dirigentes Fernando Esteche y Luis D’Elía.
Mientras tanto, podemos seguir con lo nuestro: informar. Y si a Bonadío lo amenazan, espero que se pueda decir que, por principios básicos de la teoría del delito, la víctima es Bonadío, no Máximo Kirchner.
(*) Editor en Perfil.com | Twitter: @RelatoDPresente