La presidenta de la Nación defiende a los suyos de la boca para afuera y está muy bien que así lo haga para generar mística de trabajo y espíritu de cuerpo, puertas hacia adentro. En este sentido, Cristina Fernández de Kirchner es como Carlos Menem, quien jamás entregaba una cabeza, mucho menos si la misma iba a convertirse en botín de los opositores.
No obstante, como última responsable del manejo del Estado, la Presidenta no debería estar de acuerdo con los flagrantes errores de gestión de muchos de sus subordinados, tantos que hasta comprometen inclusive su propia imagen ante la opinión pública.
¿Le hace bien al Gobierno la intemperancia de un secretario como Guillermo Moreno? ¿Ayuda a Cristina la pálida gestión de la secretaria de Medio Ambiente, Romina Picolotti? ¿Es comunicacionalmente bueno convocar a un acto para tratar un tema tan importante como es el Programa de Modernización de Equipamiento de la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica, para terminar hablando de una inflación que las estadísticas oficiales no registran?
Caso por caso, a Moreno, quien ya se ha comido a cuatro ministros, no le entran las balas y es una herencia que ha recibido de su esposo. En cuanto a la secretaria Picolotti, no sólo se desentendió del caso Gualeguaychú, sino que tuvo que ser empujada por la propia Presidenta a viajar a Campana, tras once días de incendio de pastizales y cada vez que hay un desastre natural demuestra que se siente más cómoda detrás de un escritorio que en medio del problema.
Por último, la recurrente manera de convocar a actos de gran importancia y pompa que luego se desvirtúan, toda una técnica, no es algo que les interese a los periodistas no publicar, sólo porque se trata de no "dar buenas noticias", como ha acusado la Presidenta.
Pero Cristina ha ido un paso más allá y señaló que esas novedades tan positivas "serán prolijamente ocultadas y desinformadas a la población", en un procedimiento de "desinformación" que, lamentablemente, se origina en el mismo andamiaje comunicacional que usa siempre el propio Gobierno.
Ya es un sobreentendido que ese tipo de anuncios son ficciones que llevan invariablemente hacia otros temas, aquellos que se quieren poner a diario sobre el tapete. Pero como aquello que habría que destacar, con ruedas de prensa incluidas, se sesga a favor de la exposición presidencial, la atención del periodismo deriva hacia otro lado.
Es una mecánica de mucha esquizofrenia. El ministro expone formalmente pero no puede ampliar, porque las buenas noticias sólo las da la Presidenta y ésta no las da porque la idea es brindar un discurso que gire invariablemente hacia otro tema diferente. Luego, nadie se entera de lo primero y Cristina se queja. Todo un galimatías.