Las últimas gotas de un día gris modifican la escenografía habitual de un penal que tiene un ritmo distinto. En el corazón de la Unidad Nº 26 de Olmos, donde las puertas de los cinco pabellones coinciden en la rotonda que bordea la capilla, la sala de primeros auxilios y la biblioteca, los presos salen de sus “cuevas” apenas descubren que las nubes inician la retirada.
A una hora y media de la Ciudad de Buenos Aires, y en las afueras de La Plata, cerca de noventa hombres cumplen el último ciclo de su condena (y de sus vidas) bajo un régimen de encierro especial, acorde a la edad promedio de la población carcelaria. Acá, en Olmos, están los presos más antiguos del Servicio Penitenciario Bonaerense (SPB). Los que no pueden acceder al beneficio del arresto domiciliario pese a haber superado la barrera de los 70 años porque no cuentan con el requisito indispensable que exige la Justicia: un informe favorable del equipo interdisciplinario del SPB.
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