Había pasado el mediodía del viernes 23 de junio y en una de las oficinas de la residencia de Olivos estaba reunida la “mesa chica” del Gobierno cerrando todas las listas de candidatos del país. Descontracturado, Mauricio Macri apareció súbitamente con un helado de palito en su mano. Venía de un almuerzo con obreros que construyen la Villa Olímpica en Lugano. “¿Qué pasó con (Facundo) Manes?”, le dijo a María Eugenia Vidal. El neurocientífico se había bajado horas antes. El jefe de Estado siempre le cuestionó su ego. ¨¿Y Andy Freire?”, lo inquirió a Diego Santilli. Empresario y ministro de Modernización porteño, Freire fue su coach personal años atrás y es candidato a legislador. Alivio para el gabinete de la Ciudad.
Luego Macri se sentó a la cabecera y pidió ver la boleta bonaerense. El jefe de Gabinete provincial, Federico Salvai, le mostró el Excel de su Ipad. Apenas la miró. Dio el “ok” y se fue. Ese viernes, con Jaime Durán Barba en el speaker del teléfono, el jefe de Gabinete, Marcos Peña, había arriesgado colocar a Carolina Píparo como candidata a senadora detrás de Esteban Bullrich. “Es un poco fuerte”, le sonrió Santilli.
Macri ya le había dejado a Rogelio Frigerio una lista de 10 nombres de todo el país. El ministro del Interior se acaba de sumar a la “mesa chica” política nacional que solía reunirse los sábados. Con esa postura, el tridente de poder que animan Vidal, Peña y Horacio Rodríguez Larreta empezó a ver nuevamente en Nicolás Caputo, el empresario íntimo del Presidente, un interlocutor fundamental. Quizás de esto habló el miércoles con Frigerio cuando desayunaron en el Alvear.
Quienes lo visitan hablan de un Macri dual. Por un lado, focalizado en un proyecto de largo plazo: generar una base sólida para que el país “crezca al 3% durante 20 años”, una frase que le robó a Gustavo Lopetegui. A la vez, está al tanto de temas absolutamente triviales. Desde peleas entre funcionarios menores a quejas del mundo de los medios. Por ello sostiene sus chats de Whatsapp con periodistas reconocidos.
También, uno de sus asesores predilectos se sorprendió hace unos días con su memoria de cada detalle. “No le gusta que le repitan las cosas”, le revela a PERFIL. “Está cómodo con su papel de príncipe”, concluye.
Los viajes son una inyección de ánimo. Por eso preparó la llegada al G20 junto a Peña. Afirma que le dan perspectiva y una bocanada de aire ante el ruido de la política doméstica. Paddle en Los Abrojos y fútbol en la quinta de Olivos.
Su energía se transmitió en los últimos partidos en Olivos, donde jugó de mediocampista ofensivo aunque no hizo goles. Su personal trainer, recomendado por el ministro de Producción, Francisco Cabrera (de los pocos aciertos de gestión), trabaja en que conserve su elongación sin arriesgar su rodilla.
Y este año continuó un ritual que comenzó en 2016: Juliana Awada es la gran anfitriona en Olivos y en Los Abrojos, su quinta familiar. Allí invita a almorzar los domingos a amigos y funcionarios. Le da descanso a Claudio, el casero a cargo de la parrilla, y le pide a Juliana que cocine un plato familiar.