Sábado 27 de diciembre, 21 horas. Un avión privado aterriza en Bariloche mientras el calor y los cortes de luz se hacen sentir en la Capital. Del avión bajó Mauricio Macri. Sin acompañantes, se topó con el fotógrafo Marcelo Martínez, quien lo aguardaba en la pista del aeropuerto. En ese momento, según contó a PERFIL el fotógrafo, el jefe de Gobierno porteño le ofreció comprar las imágenes que había obtenido para que no fueran difundidas.
“Me enteré de que Macri venía para Bariloche y fui a recibirlo. Una vez que estuvimos en el hall del aeropuerto le fui sacando fotos desde el pasillo, y él me empezó a preguntar constantemente quién me había mandado, para quién trabajaba y quién me había dado el dato de que venía”, contó Martínez a PERFIL.
“Cuando me estaba retirando, me dijo: ‘Bueno, ya tenés las fotos, ahora decime para quién laburás’. Me acerqué y le respondí: ‘En realidad no es necesario que te diga para quién trabajo ni quién me dio el dato, porque estás acostumbrado a esto porque sos un personaje público’”, agregó el reportero.
—¿A esa altura Macri estaba enojado?
—No, la conversación fue siempre en buenos términos. En ese momento me pidió hablar “más tranquilos” y me invitó al baño. Ya estando en el baño insistió en saber para quién trabajaba y ahí le conté que trabajo freelance, de manera independiente. Ahí me contestó: “Si trabajás de manera independiente, qué diferencia hay en que yo te dé guita por la foto a que te la dé un diario”. Le dije que no, que soy reportero gráfico y que es mi trabajo. Me repreguntó: “Si necesitás la guita, ¿qué diferencia hay en que la plata te la dé yo?”.
—¿Estaban los dos solos en el baño del aeropuerto?
—Sí. El entró, hizo lo suyo, y después nos quedamos hablando cuando se lavaba las manos. Todo el diálogo fue entre nosotros dos solos.
—¿Llegó a sacar dinero de su bolsillo?
—No, y nunca hablamos de números. El me preguntaba cuánto salía la foto, si de todas formas yo iba a cobrar esa plata. Le respondí que dependiendo de quién quisiera la foto iba a decidirlo con determinado diario.
—¿Qué pasó después?
—Salimos del baño y en la salida del aeropuerto me volvió a ofrecer plata. Nunca se ofuscó ni tuvo un tono imperante. Cuando se fue, me dijo: “Te entiendo, pero date cuenta de que esto que hacés es algo que hace mal”. No le dije nada, sólo hice un ademán con las manos para decirle que estaba laburando. La verdad es que no buscaba que esto tuviera tanta repercusión.
—¿Y cómo llegó a los medios tan rápido el episodio?
—Mandé las fotos a Télam, que sabía que les iba a interesar. Si lo tenía a Capitanich se lo ofrecía a Clarín. Después de que les mandé las fotos me preguntaron cómo había sido el trabajo y si Macri se había enojado. Les respondí que no y que me había querido dar guita por la foto, pero lo conté así nomás. Al otro día me llamaron de Télam y me hicieron una nota. No era mi intención, lo comenté al paso pero no buscando que se publicara. Ahora, si me pongo a pensar la actitud de Macri fue una cagada, bien de mercenario hacia mi persona.
—En el PRO niegan que el episodio haya sido así.
—Eramos Macri y yo, nadie más. El va a decir que no y yo puedo decir que sí, estábamos los dos solos en la charla.
—¿Fue la primera vez que le ocurrió algo semejante?
—Sí, no me lo esperaba. Sí esperaba que se ofuscara o me puteara.
—¿Volvería a fotografiarlo?
—Por supuesto. La diferencia es que ahora él me debe conocer un poco.