Mauricio Macri parece no perder tiempo con su vida sentimental. La misma semana que se conoció su separación de Malala Groba, apareció en escena su nueva pareja, la empresaria Juliana Awada. Y como es usual en la historia del actual jefe de Gobierno porteño, la muchacha en cuestión no pertenece a una familia cualquiera: su padre es Abraham Awada, un conocido empresario textil de 87 años, propietario de la firma homónima. Macri tiene mucho en común con su nuevo suegro, ya que ambos sufrieron secuestros extorsivos con 10 años de diferencia.
Awada fue secuestrado el 21 de agosto de 2001, cuando ya tenía 78 años. Fue en la noche de un lunes feriado, a la salida del Golf Club San Andrés, el club de golf más antiguo del país, ubicado en el partido bonaerense de San Martín. El empresario de origen libanés terminó de jugar al truco con otros tres amigos y se subió a su automóvil Mazda, rumbo a su departamento de Libertador y Salguero, en Palermo. Viajaba por el boulevard Ayacucho hasta que llegó al cruce con Rivadavia, frente a un bar que solía frecuentar. Eran las 20.30. Un auto que iba delante suyo se le cruzó. Awada se dio cuenta e intentó esquivarlo, pero chocó contra la vereda. Según los pocos testigos del hecho, dos hombres encapuchados se bajaron del auto, lo golpearon, lo introdujeron por la fuerza en el coche -conducido por un tercero- y partieron con rumbo desconocido.
La noticia del secuestro se conoció de inmediato, y se dijo que los criminales pedían un rescate de 300.000 dólares. La difusión complicó a los secuestradores y los obligó a repensar su estrategia para cobrar el botín. La familia, por su parte, intentó imponer un manto de silencio sobre el caso para proteger al patriarca. Incluso tuvieron que buscar un negociador ajeno a la familia, para atraer la confianza de los secuestradores.
El secuestro duró seis días. El 26 de agosto de 2001, Awada fue liberado en un lugar de la zona norte del conurbano bonaerense. A las 2 de la madrugada, llegó en un remise a su departamento de Palermo, donde lo esperaba su familia, que habría accedido a pagar el rescate. Ese mismo día, la policía bonaerense realizó un masivo allanamiento en el barrio Santa Rita de Boulogne, un complejo de monoblocks ubicado a pocas cuadras de Panamericana y Márquez. Los secuestradores habían sido entregados.
En diciembre de 2002, cuatro personas fueron condenadas por el crimen. José Benito Medina, Cristian Miguel Bettiga y Ana María Lazo recibieron penas de 17, 16 y 14 años como coautores del secuestro extorsivo. También fue condenado a 14 años de prisión Carlos Gabriel Caccia, un caddie del San Andrés Golf Club, acusado de haber sido el "entregador" del empresario. Awada no pudo asistir a la condena de sus captores ante la justicia de San Martín por su delicado estado de salud. Años después, Caccia se sumaría a un grupo de presos que intentó formar un "sindicato de detenidos".
El caso Macri. Exactamente 10 años antes, el actual jefe de gobierno porteño sufría una odisea similar. A principios de los '90, Mauricio era el hijo de Franco Macri, uno de los hombres más poderosos del país. Trabajaba en la empresa de su padre y ya soñaba con ser presidente de Boca Juniors.
A la 1.15 del 24 de agosto de 1991, Macri llegó a la puerta de su casa de Tagle 2804, en el exclusivo Barrio Parque porteño. Tres delincuentes se bajaron de una combi Volkswagen blanca y lo redujeron a golpes. Le sacaron el traje beige y el reloj que llevaba. Ataron sus manos, le vendaron los ojos, y lo metieron en un ataúd de madera, como si fuese un cadáver.
Lo subieron al vehículo y partieron hacia una casona de estilo francés ubicada en Garay 2882 y Avenida Chiclana, en Parque Patricios. "Siempre vendado, me sacaron del ataúd y me llevaron caminando por la casa. Luego, abrieron una puerta y me arrojaron sobre una cama. Allí me colocaron unas cadenas en los tobillos, que estaban unidas a otra sujeta al suelo", relató Macri al juez de la causa, según el diario La Nación.
Macri pasó doce días en "la caja" (como le llamaban los secuestradores), una habitación de tres por dos metros ubicada en el sótano de la casa. Tenía un baño químico, una TV que captaba los canales de aire y un hueco en el techo por el cual le pasaban la comida. El empresario sufrió torturas psicológicas, amenazas de muerte y hasta interrogatorios. Estuvo enfermo unos días y tuvo que recibir antibióticos, mientras grababa mensajes como muestras de vida para que los secuestradores negociaran con su padre, Franco Macri.
Al sexto día del secuestro, la noticia tomó estado público. Los secuestradores se debatían entre seguir adelante o eliminar a Macri. El 3 de septiembre, Franco pagó los 6.000.000 de dólares que le exigían de rescate, que logró juntar demorando el pago de la quincena en su empresa automotriz, Sevel. Tras 48 horas de incertidumbre, Mauricio fue liberado en el Bajo Flores, a pocas cuadras del estadio de Deportivo Español.
Dos meses después, sus captores fueron detenidos y se recuperaron 2.400.000 dólares del botín. Se trataba de "la banda de los comisarios", un grupo de cinco policías que realizó secuestros extorsivos durante 13 años.