POLITICA
comentarios en la embajada

Malestar en los EE.UU. por la designación de Garré en la OEA

Diplomacía. John Kerry, secretario de Estado norteamericano, se pronunció mediante su embajada.
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El nombre de Nilda Garré se colaba entre los canapés y los langostinos rebozados que se sirvieron el jueves en la Embajada de Estados Unidos en Buenos Aires, durante el ágape de despedida de tres de los consejeros diplomáticos. La designación de la ex ministra como embajadora en la Organización de Estados Americanos (OEA) no cayó nada bien en Washington, deslizaban los discretos anfitriones.

Sin desapegarse del sentido victoriano del recato, funcionarios estadounidenses fruncían los labios como gesto de desaprobación cuando algunos de los asistentes al cóctel hablaban del canciller Héctor Timerman y su polémico memorándum con Irán, o sobre la camporista embajadora argentina en Estados Unidos, Cecilia Nahón, y su “falta de tacto” para acordar importaciones. Tampoco faltó una mención a la “deslucida participación” de María Cristina Perceval como representante criolla en la ONU.

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Garré también fue blanco de críticas. La política exterior de Cristina Fernández de Kirchner era comparada con los gruesos trazos de un “improvisado pintor de brocha gorda”. La aún embajadora estadounidense, Vilma Socorro Martínez, atendía y sonreía mientras degustaba unas empanadas.

Uno de los primeros gestos que hizo Garré cuando llegó como embajadora a Venezuela en 2005 fue participar del programa televisivo del entonces presidente Hugo Chávez, donde apoyó la revolución chavista. Como ministra de Defensa, había decidido que los militares argentinos no participaran de los cursos de formación de la reformulada Escuela de las Américas, y a principios de 2009 ordenó que la Misión Militar de los Estados Unidos que funcionaba en oficinas del Edificio Libertador se buscara otro destino. Un año antes, le planteó a su par estadounidense, Robert Gates, su malestar por el rol de la IV Flota en los mares del sur.

Su postura frente a los Estados Unidos no cambió cuando se hizo cargo del Ministerio de Seguridad, en diciembre de 2010. Cortó los cursos que las fuerzas de seguridad hacían con sus pares estadounidenses y minimizó tareas conjuntas con la DEA y el FBI. Pero en la Embajada de Estados Unidos no le perdonan  que no haya dicho que el ministerio a su cargo “estaba en conocimiento” de la carga que traía el avión C-17 Globemaster III de la Fuerza Aérea estadounidense que fue demorado en Ezeiza a principios de 2011.

La despedida del número dos de la embajada, el ministro consejero Jefferson Brown; del jefe de la Sección Política, Alexis Ludwig, y su par de la Sección Comercial, James Koloditch, tuvo sabor a sinceramiento. “Intentamos mantener una buena relación, pero fue imposible”, dijo uno de los diplomáticos estadounidenses que no se apartaba de la mesa de carnes, que estaba a pocos pasos de la de quesos. Decir que del ágape no participó ningún funcionario del Gobierno no es un dato menor, es un reflejo de una relación bilateral cada vez más distante.