Para contar la novela palaciega de la mujer a la que el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, suele besar en la mano y a la que llama casi a diario, el circunspecto hombre de la diplomacia elige un café al frente del Palacio San Martín. Extraño lugar para alguien que no quiere que se sepa que habla con un periodista.
“La verdad es que ahora nadie quiere ser trasladado a Venezuela. Trabajar en esa Embajada es insalubre. Además, nadie quiere quedar pegado a los desmanejos. Lo del autoritarismo de la embajadora es otro tema.” Esa es la primera ráfaga que lanza el funcionario después de pedir agua mineral.
Tras escuchar la historia del diplomático, PERFIL habló con otros tres funcionarios de Cancillería que pasaron por la Embajada de Argentina en Caracas durante la gestión de la ex azafata. Este diario también entrevistó a uno de los 12 empleados a los que la embajadora Castro echó. En el relato de todos ellos hubo diferencias semánticas, pero en la esencia coincidían: desmanejos, derroche y autoritarismo. Si bien PERFIL quiso hablar con ella sobre estos temas, no recibió respuesta.
Amigos en común. La relación de la embajadora con el chavismo no es diferente a la que tenía Claudio Uberti, el funcionario de la gestión de Néstor Kirchner más involucrado en el caso de la valija de los 800 mil dólares. Así lo sostienen dos de las fuentes consultadas. “Uberti se dedicaba a los grandes negocios y Castro se dedica a la parte política. Ambos se manejaban de la misma manera”, cuenta uno de los empleados que pasaron por la Embajada.
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