El gobierno y la oposición están más unidos que nunca. Es cierto que nos los une el amor sino el espanto. Pero a poco que se revisen los postulados y acciones de uno y otro lado se verá que tienen muchos más puntos en común que diferencias.
Apenas sutilezas separan a uno y otro sector. Tal vez modos, tal vez vestidos, máculas que sólo sirven para confundir a una sociedad que se encuentra más que nunca en la orfandad.
Sin remontarse a épocas pre-históricas, un cuarto de siglo de "democracia" es un lapso más que suficiente para exigir a la dirigencia política algún progreso. Democracia entre comillas, ¿o acaso se vivió la democracia con plenitud, en medio de medidas de emergencia, superpoderes y derechos cercenados?
De cualquier forma, gobierno y oposición se conjugan para someter una vez más a la población bajo la inflación, la pobreza, la marginalidad, llevando al país al sacrificio de nuevas generaciones.
El uso de las reservas para el pago de la deuda los une. Todos están de acuerdo con ello, sólo que difieren en como realizar la exacción sin tener en cuenta el daño inferido a la población.
Sacar reservas para pagar la deuda implica emitir más pesos para comprar esos dólares y esto lleva a aumentar la cantidad de pesos en el mercado. Al mismo tiempo, el gobierno para mantener la ilusión, le pide al Banco Central que le gire, no sólo las reservas, sino también las utilidades -contables, no realizadas-. Para colmo de males, el BCRA está operando exclusivamente en el mercado de euros debido al embargo que pesa en Nueva York sobre la cuenta en la Reserva Federal, y debido al ataque que está sufriendo el euro por la crisis griega, las reservas a futuro disminuirán sensiblemente. Y como si esto fuera poco, le pide adelantos transitorios. Todo esto a cambio de Letras del Tesoro que nunca va a pagar y que deja al BCRA con un activo colmado de incobrables, un pasivo enorme lleno de impagables -billetes más LEBAC y NOBAC y otras deudas-, y como resultado un patrimonio neto ficticio.
Luego, al haber más pesos en circulación y al no aumentar la oferta de bienes por una inversión insuficiente, se produce un aumento generalizado de los precios. El dinero que la población tiene en su bolsillo tiene menos respaldo y la gente busca sacarse de encima ese dinero lo más rápido posible, aumentando la demanda de bienes, creyendo que se ponen a salvo del deterioro inflacionario. La velocidad y la aceleración de la circulación del dinero, sumada a esa expansión de la demanda se traduce en un nuevo incremento de precios, en un mecanismo de retroalimentación que lleva a una espiralización de la inflación y finalmente a otra debàcle.
Mientras el gobierno siga cebando la bomba del gasto público -con una expansión del 40 por ciento anual, emitiendo moneda espuria, con la economía cerrada y sin financiamiento internacional-, la crisis está a la vuelta de la esquina.
¿Alguien escuchó a la oposición atacar este aspecto monstruoso del modelo económico regente? El gobierno apuesta ahora sus fichas al canje de la deuda y cree que con ello se le van a abrir las puertas de los mercados internacionales para conseguir más combustible.
En la Casa Rosada, están ilusionados con esta operación diseñada por el ministro de Economía, Amado Boudou, quien prometió el paraíso, a la salida del default. Mientras el ministro está preocupado por el ingreso de un intruso al Palacio de Hacienda, no parece preocuparle quien pasó información privilegiada de esa operación a grupos especuladores que han hecho pingües ganancias en sus portafolios. El salto en la paridad de los títulos desde que se anunció el canje hasta su materialización es el producto de esa información con la que contaron unos pocos. Esto, al menos, merece una investigación administrativa y judicial.
El canje implica en los hechos -aun con una alta adhesión-, una expansión del stock de deuda y con ello mayor necesidad de fondos para afrontar el pago de servicios e intereses, en momentos en que el color rojo domina los saldos de las cuentas públicas.
Estas son las consecuencias del "Modelo Bicentenario" diseñado por una dirigencia corrosiva: un país con inflación, mayor deuda, déficit fiscal, infraestructura derruida, caída de las reservas, menor inversión, pobreza y marginalidad. Una herencia pesada para ésta y las generaciones futuras. Lástima que en estos casos no exista beneficio de inventario…
(*) Agencia DYN