Noah Mamet está exultante. A punto de hospedar a Barack Obama, el embajador norteamericano asegura que la relación con Argentina es “brillante”. Anticipa un viaje que deparará acuerdos comerciales, asistencia en la lucha contra el narcotráfico, cooperación tecnológica y científica y mejoras en el trámite de visado. Mamet está excitado y hasta compara el triunfo de Mauricio Macri con la obamanía que revolucionó a los Estados Unidos en 2008.
Solo buenas noticias se escuchaban el viernes en la conferencia de prensa organizada en la embajada estadounidense con periodistas del Grupo de Comunicación de Política Exterior del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI).
Hasta que llegó la sombra del 24 de marzo.
-Hablando de derechos humanos, ¿Obama dirá algo sobre la responsabilidad de Estados Unidos en el golpe militar argentino?, preguntó Perfil.com a Mamet.
-Seguramente hará alguna mención al tema. Y el 24 presentará sus respetos por el aniversario. Puede resultar uno de los aspectos más interesantes de su viaje.
Mamet no quiso, o no pudo, ir más allá. Y la duda quedó flotando en el majestuoso ambiente del Palacio Bosch. ¿Obama realizará una autocrítica por el apoyo de Estados Unidos al golpe de 1976? ¿El presidente mencionará el respaldo de la Casa Blanca de Richard Nixon y Henry Kissinger a las violaciones a los derechos humanos cometidas por la Junta Militar?
La agenda de derechos humanos parece ser el “issue” más ríspido para los diplomáticos norteamericanos en Buenos Aires. Los voceros de la embajada no quisieron, o no pudieron, confirmar qué actividades tendrá Obama en el Parque de la Memoria, cómo será el encuentro con las Abuelas de Plaza de Mayo, ni por qué el presidente se vio obligado a viajar a Bariloche con el inocultable objetivo de evitar protestas callejeras el 24 de marzo.
Quizá por esa razón, la Casa Blanca decidió apurar una nueva desclasificación de archivos reservados de la CIA y el Pentágono durante la dictadura argentina. “No creo que haya grandes revelaciones, pero allí puede haber información novedosa que permita conocer mejor los canales y formas del respaldo de Estados Unidos a la dictadura y para entender la colaboración estrictamente militar que permita precisar esa noción de ‘apoyo’ al golpe”, explicó Marina Franco, investigadora del Conicet sobre la dictadura militar.
Hay algunos indicios que alimentan la posibilidad de que Obama realice alguna autocrítica pública. El presidente es demócrata y su gobierno reivindica la administración de Jimmy Carter. El también demócrata que sucedió a Nixon en Casa Blanca fue una verdadera piedra en los zapatos de los militares argentinos al condenar en Washington las violaciones a los derechos humanos de la Junta.
Dos funcionarios de Carter fueron clave en este sentido: el embajador Tex Harris fue un gran defensor de las víctimas de la dictadura de Videla en la propia sede diplomática estadounidense y produjo una de los archivos clave sobre listas de desaparecidos, mientras que la funcionaria del Departamento de Estado Patricia Derian llegó a denunciar las torturas cometidas en la misma ESMA y frente al dictador Massera.
El otro punto a destacar se esconde en la historia personal de Obama. En su autobiografía La audacia de la esperanza, el presidente confesó que durante su juventud en Indonesia coincidió con los que protestaban “contra el imperialismo americano”, y también recordó que en su adolescencia en los Estados Unidos estuvo en contra del apoyo de la Casa Blanca a gobiernos represores por la sola condición de que eran aliados de Washington en la Guerra Fría.
Curiosamente, el destino quiso que estuviera en la Argentina, como presidente de los Estados Unidos, el mismo día en el que se conmemoren los 40 años del sangriento golpe que triunfó gracias al auspicio de su propio país.
(*) Especial para Perfil.com | Twitter: @rodrigo_lloret