“Luis era travieso, como todos los chicos inteligentes. En el colegio le iba muy bien. Tenía una carpeta impecable. Siempre les hacía la tarea a los compañeros y lo cubría a mi sobrino que se rateaba. En sexto grado, la maestra lo vio pasándole un papelito a un compañero en un examen, le agarró la carpeta y se la partió en la cabeza. Eso lo marcó. Me fui a quejar con la directora”, recuerda Ofelia.
Fue la muerte de su padre y la pérdida de su cuñado, Daniel, los hechos que más golpearon al líder de una de las fuerzas de choque más importantes del kirchnerismo. “Luis y Daniel eran amigos desde los ocho años. Mi hijo estaba en Venezuela cuando Daniel tuvo una aneurisma. Cuando volvió al país ya lo estábamos velando”, dice su madre.
— ¿Qué espera para su hijo?
—Me gustaría que le den un lugar lindo, en un ministerio, que cuando llegue su turno se jubile y no se meta más en política.
— ¿Alguna vez le dijo a D’Elía que se había equivocado?
—Sí, pero se enoja. El siempre tiene la razón.
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