La utilización de las barras bravas del fútbol como grupos de choque en la política es un fenómeno mundial en el que los argentinos sólo poseemos la originalidad de la exageración. Lo que en todos lados forma parte del folclore episódico marginal de grupos fascistoides cuyo poder es limitado es aquí una constante de la vida nacional en la que la principal fuerza política del país, el peronismo, es también el principal ejecutor.
Basta un pequeño repaso de lo sucedido estas semanas para comprender que la patria barra-brava ha extendido su capacidad de destrucción fuera del fútbol, desnudando sus funciones de reclutamiento, entrenamiento y disciplinamiento de batatas al servicio del mejor postor que ciertos dirigentes políticos y sindicales saben utilizar con la eficacia de una demolición.
¿Qué hacía la barra brava de Chacarita, con el inocultable “Tuta” Muhamad en primer plano, en el Hospital Francés? ¿Cuántos eran los barra-bravas de Independiente entre los “camioneros” de Hugo Moyano? ¿Cuántos los de Estudiantes entre los “albañiles” de la UOCRA-La Plata del “Pata” Medina? Nunca lo sabremos, como no sabríamos que el pistolero Quiroz era chofer del hijo de Moyano si una cámara de TV no lo hubiera registrado. Como nunca sabremos, en verdad, quiénes fueron los cientos de delincuentes que participaron de esa barbarie tribal cuyas habilidades tácticas se aprenden cada domingo en las canchas del fútbol nacional.
Ningún fiscal los investigará, a pesar de que sus imágenes también fueron registradas y hasta distribuidas por las pantallas, significativamente, junto con la Marcha Peronista y el Himno Nacional. Muhamad estaba allí para proteger al interventor. Quiroz disparó para evitar una tragedia. Y lo poco que faltaba para completar el delirante carnaval de la patria barrabrava lo aportó el jefe de “la 12”, “Rafa” Di Zeo, sosteniendo que al impedirle entrar a ver Racing-Boca la dirigencia racinguista se comportaba como la dictadura, persiguiendo peronistas sin justicia ni razón.
¿Puede creerse que Macri logre controlar mañana a los “gordos” o a Moyano cuando “la 12” hace y deshace en su propio club? Más importante: ¿puede el kirchnerismo controlar las fuerzas de choque que ha forjado? ¿Puede sobrevivir la paz del país cuando el lenguaje político se asemeja cada vez más al de la patria barrabrava, en el que los adversarios son enemigos, la derrota no es siquiera imaginable y la disputa eterna es acerca de quién la tiene más larga... tradición de violencia y descontrol?
* Autor de Globalizar la democracia