POLITICA
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Photoshop

Mal que le pese a los constructores del relato oficial, el año termina con muestras por todos los costados de una sociedad en la que la brecha entre ricos y pobres no hizo otra cosa que profundizarse, a pesar de la insistencia en ponderar una supuesta "redistribución del ingreso".

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La obcecada postura de negar hechos evidentes de la realidad y dejarse llevar por la ilusión de un país sin pobreza, sin inflación, sin crisis habitacional y sin problemas energéticos y de transporte, lleva permanentemente a los sostenedores de ese relato a ver conspiraciones en la aparición de cualquier fenómeno que contradiga ese discurso rayano con la mitomanía.

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El reciente invento de una inconcebible alianza entre Eduardo Duhalde y el Partido Obrero para conspirar contra el Gobierno demuestra, al menos, el escaso temor al ridículo de algunos funcionarios. Al parecer, no alcanzó la efímera maniobra de intentar involucrar al primero en el crimen de Mariano Ferreira hace poco más de dos meses. Ni el tiro por la culata de haber responsabilizado a un militante del PO por el incendio de una formación ferroviaria en diciembre de 2008: hoy los roles se han invertido y Aníbal Fernández hasta el momento no aportó una prueba de su denuncia mediática de hace dos años.

"No nos va tan mal", fue la insólita frase de la presidenta Cristina Fernández en un acto que encabezó el 14 de diciembre en Casa de Gobierno. A pocos metros, los jefes de Gabinete de la Nación y la Ciudad de Buenos Aires buscaban en un despacho contiguo la forma de sellar un acuerdo que pusiera fin a la toma de terrenos públicos, por superficie y población, más grande que se recuerde.

Diez días después, le cupo el honor al ministro Florencio Randazzo, para quien los incidentes en Plaza Constitución, las ocupaciones de predios públicos y privados y las protestas vecinales por los cortes de suministro eléctrico ("puntuales", según indica el nuevo Diccionario del Oficialista Exquisito) no son más que "fotos de un país que no es real".

Como si fueran los editores fotográficos de una revista de modas, desde el Gobierno se creen con la autoridad de qué mostrar y cómo mostrarlo, en una suerte de ampliación del photoshop a cuestiones muchísimo más complicadas que una arruga. Porque para el jefe de Interior, la imagen oficialista debe apuntar la mira a una Argentina "que ha tenido récord de ventas en los comercios, que ha superado casi el 40 por ciento las cifras del año pasado" y con "la temporada turística que va a ser la más importante de la historia argentina". Cualquier semejanza con el añejo rezongo gorila que criticaba a los que "dicen que no hay plata pero la costa atlántica está llena", es pura coincidencia.

Pero con su verdad a medias, Randazzo puso en evidencia una dicotomía de varias generaciones que el kirchnerismo, más allá de los discursos, no hizo más que consolidar. El boom del consumo, un crecimiento de la actividad industrial por catorce meses consecutivos, el ingreso récord por exportaciones de soja y las reservas por encima de los 52 mil millones de dólares pueden coexistir -y, de hecho, coexisten- con la mitad de la población activa desempeñándose en la informalidad y en muchos casos directamente en la esclavitud, un servicio de transporte público absolutamente deteriorado y un déficit habitacional que no hace más que crecer al compás de dos fenómenos tan palpables en la realidad como ignorados en la irrealidad oficial: la ausencia de créditos hipotecarios y la inflación.

De esos dos, la inflación es el más evidente y sus efectos corrosivos del poder adquisitivo se pueden ejemplificar de mil maneras diferentes. Pero quizás ninguno lo exprese de una forma tan contundente como el que causa en la Asignación (Semi) Universal por Hijo: a pesar de que en valores nominales fue incrementada en un 22 por ciento, en términos reales hoy alcanza para comprar un 20 por ciento menos que cuando fue lanzada a fines de 2009.

Más dinero para comprar menos cosas. Se puede buscar el eufemismo más original, pero eso se llama inflación y afecta a los que menos tienen. En caso de duda, se puede preguntar a los encargados de abastecer los cajeros automáticos, para lo que se requiere el cuádruple de billetes que hace nueve años.

Así, la inflación convierte en regresivas hasta las más nobles causas redistributivas. Con el aditamento que no es un efecto no deseado sino celosamente perseguido por un gobierno que la usa como una de sus principales fuentes de financiamiento. Un dólar que en 2010 aumentó un 5 por ciento con precios que por lo menos quintuplicaron ese incremento puede ser una decisión adecuada para obtener dólares para el pago de la deuda, pero nada tiene que ver con las declamaciones de un tipo de cambio competitivo. Y en cuanto al éxito que representa para frenar la inflación, puede encontrarse la respuesta en el almacén más próximo. Hace dos años, la crisis de las hipotecas que estremeció a Estados Unidos y Europa tuvo en algunos argentinos una respuesta ingenua, consistente en que era una ventaja estar fuera del mercado de capitales ya que eso supuestamente nos había salvado del descalabro que estaban padeciendo en otros países. En rigor, la Argentina viene padeciendo a su manera la crisis de la falta de financiamiento hipotecario hace por lo menos tres cuartos de siglo: sus consecuencias son la proliferación de villas miseria desde la década de 1930, casas tomadas, matrimonios que deben vivir con sus padres y suegros y, en el privilegiado sector social que puede acceder a un crédito, condiciones impensadas en cualquier otro país. El resultado es un déficit que algunos estiman en más de tres millones de viviendas, paradoja de un país en el que cualquier gobierno que se recuerde no hizo más que anunciar planes habitacionales.

Pero en la reciente toma del Parque Indoamericano salió a la luz, entre otras cosas, un hecho que, pese a lo que diga Amado Boudou, afecta mucho más a los pobres que a la clase media. Fue la inflación, expresada en este caso en el aumento de los alquileres de casillas en una villa, lo que convenció a muchos a embarcarse en una usurpación desesperada, de la que el ministro de Economía pareció no haber tomado nota. En su acto de lanzamiento como precandidato a jefe de Gobierno porteño, ni mencionó a la falta de vivienda como un problema: "no puede ser que esta hermosa Ciudad sea el reino del bache, la mugre, de la basura y del tránsito insoportable", señaló. Preocupaciones por cierto que válidas y genuinas, pero reservadas al sector de la población que califica para el photoshop gubernamental. La otra parte fue borrada de la imagen oficial. Como una indeseable arruga.

 

(*) Agencia DYN