Que había pactado con el kirchnerismo, que tenía problemas de salud, que por lluvia no había podido salir el vuelo que iba a traerlo a Buenos Aires... Varias fueron las razones que se esgrimieron para justificar la ausencia de Carlos Menem en la importante sesión de ayer del Senado. Sin embargo, la realidad fue una sola: el ex presidente estaba recluido en su casa del Golf Club de La Rioja, despechado por el "ninguneo" que según allegados suyos sufre por parte del "Bloque Federal" de peronistas "no K" que preside Felipe Solá.
Así es: según informaron a distintos medios fuentes cercanas a él, Menem podría haber viajado a la Capital y ocupado su banca pese a la lluvia que efectivamente cayó en su provincia durante todo el día, pero prefirió no hacerlo para cobrarse revancha de ese menosprecio del que cree haber sido objeto por parte de quienes, como el mismo Solá -quien fuera su secretario de Agricultura y Ganadería-, otrora comieran de su mano.
De esta manera, además, el ex mandatario se aseguró recobrar mucho de la notoriedad que perdiera al menos por siete días; es decir, hasta la sesión que el próximo miércoles tendrá lugar en el Senado y en la que, de acuerdo con las mismas fuentes de su entorno que revelaron el porqué de su faltazo, Menem ya sí dará el presente y votará en contra de las aspiraciones kirchneristas para que la oposición pueda doblegar al oficialismo en el armado de las distintas comisiones.
Para lograr el golpe de efecto que buscaba, el riojano tomó varios recaudos. Primero, se ocupó de que su ausencia fuera bien sorpresiva, asegurando que estaría en la sesión en sendas charlas telefónicas desde La Rioja con el vicepresidente Julio Cobos y Adolfo Rodríguez Saá. Ya entrada la mañana de este miércoles, en tanto, simplemente se limitó a responder que no podía viajar por la lluvia cuando Luis Barrionuevo lo llamó y le ofreció un avión privado para llegarse a Buenos Aires.
A partir de allí, sus pasos quedaron ocultos bajo el más estricto secreto: cortó prácticamente toda comunicación con sus interlocutores políticos, y apenas se limitó a enviar a un fax con las vocalías que pretende tener en algunas comisiones. Sólo se supo que había almorzado con su secretario privado, Ramón Hernández. Luego, el silencio. O, mejor dicho, la revancha, que, a sus casi 80 años -los cumplirá en julio-, el ex presidente disfrutó en la intimidad tal como minuciosamente lo había calculado. Sí: otra vez, Menem lo hizo.