Un puñado de empresarios, algunos caídos en desgracia durante el último tramo de la administración de Cristina Kirchner, le sugirieron a Sergio Massa y a Mauricio Macri que analicen la posibilidad de competir uno contra otro en una elección primaria para definir de antemano cuál de los dos enfrentará a Daniel Scioli. En algunos casos el mensaje llegó en forma directa. En otros, a través de intermediarios.
Insólita para la mayoría de la dirigencia política, el ámbito donde nació y se echó a rodar la idea forzó a prestarle atención.
Un recorrido por la mayoría de las encuestas que dan vueltas por los comandos de campaña muestran paridad. Ningún de los tres candidatos se despegó con una ventaja suficiente como para cantar victoria antes de tiempo. De ahí la ansiedad de este bloque de empresarios, quienes pretenden idear una alquimia infalible que cerrarle el camino a cualquier estructura que incluya a La Cámpora y otros herederos del cristinismo.
Lo imaginan como un gran pacto opositor, un entendimiento que catapultaría al elegido como el sucesor de Cristina Kirchner. Este sector del establishment funda su convicción en la aritmética: la suma de los porcentajes de Massa y Macri resultarían imbatibles, y en su encono con el kirchnerismo. Prefieren dejar de lado el hecho de que, muchas veces, los experimentos surgidos de los laboratorios se chocan de bruces con los procesos politicos.
A diferencia de las sugerencias empresarias, que abarcan a banqueros con un sillón en el Grupo de los 6, Massa y Macri creen que pueden llegar solos a la segunda vuelta y alcanzar la Presidencia sin necesidad de pactar uno con el otro. El jefe de Gobierno porteño está convencido de que Scioli y su contrincante de Tigre van a lastimarse mutuamente. Su asesor Jaime Duran Barba le aconseja distanciarse de ambos, dejarlos peleando solos en el barro como ocurrió con la polémica de las inundaciones para que se hundan abrazados. La estrategia de Massa, en cambio, es expresar la voz de la clase media con críticas contra la inflación y la inseguridad para transformarse en la contracara natural del oficialismo, intuye que la elección va a terminar por polarizarse entre su candidatura y la del gobernador, y que los votantes van a descartar al macrismo como alternativa.
Scioli, finalmente, apuesta a llevarse el apoyo kirchnerista, que representa entre un 20% y un 30% de los votantes, y sumarle con el impulso de las primarias lo necesario para imponerse en primera vuelta. A la Presidencia sólo llegará uno. Dos de los tres razonamientos van a demostrarse equivocados.
Un mes atrás, Cristina Kirchner dialogó telefónicamente con el gobernador. Scioli se llevó de la conversación más respaldo del esperado. Rápidamente, los dirigentes de La Cámpora, al menos aquellos que prefieren pájaro en mano antes que promesas volando, también le anticiparon su apoyo al gobernador.
Los empresarios que se ven fuera de cualquier futuro que contemple fragmentos del kirchnerismo juegan desde entonces fichas cada vez más pesadas a favor de una confluencia entre Massa y Macri. Se encargaron de transmitirlo y de asegurarse que la recomendación llegara a oídos de los candidatos, quienes hasta ahora prefieren tomarlo como una ocurrencia.
El Grupo de los 6 incluye banqueros, representantes de la Bolsa, de la Cámara de la Construcción y de Comercio, la Sociedad Rural y la UIA. Pero la propuesta de unir en una misma primaria a los candidatos más competitivos de la oposición excedió sus límites. La hicieron circular también representantes del sector energético y de las telecomunicaciones.
“El ganador se lleva todo”, deslizó un empresario como argumento. Las encuestas, al definir quiénes caen y quiénes trepan, marcarán el grado de presión con el cual empujarán en el futuro su sugerencia.