Toda la atención está puesta en lo que ocurra en la provincia de Buenos Aires, el 37% del padrón nacional. La mayoría de las encuestas anticipa allí una disputa voto a voto entre la lista de
Cambiemos que encabeza Esteban Bullrich y la de Unidad Ciudadana de la ex presidenta. Un escenario impensado para el Gobierno unos meses atrás, cuando la candidatura de Cristina aún era una incógnita e imaginaba un triunfo holgado de la mano del magnetismo incuestionable de María Eugenia Vidal. La gobernadora, no hay dudas, se cargó la campaña sobre sus espaldas y, por eso, pone en juego hoy tanto o más que Macri.
Sobre el cierre, Vidal se trenzó cuerpo a cuerpo con un periodista en la televisión y le asestó una frase que será recordada por mucho tiempo: “Me rompo el quetejedi todo el día recorriendo el Conurbano”.
La campaña nunca resultó fácil para el oficialismo. El surgimiento de una Cristina silenciosa y no confrontativa pareció dejarlo descolocado y sin capacidad de reacción en un terreno en el que está acostumbrado a moverse con comodidad. “Cuando perdés, en algo te equivocaste”, ensayó una suerte de autocrítica Vidal en una entrevista por radio. Y enseguida agregó: “Pero confío en que eso no va a pasar”. La campaña “Yo no aflojo” lanzada al filo de la veda en las redes sociales sonó casi como un mensaje desesperado a la militancia para redoblar el esfuerzo de cara a octubre.Voces críticas. Hay que esperar los números (con décimas y centésimas), pero en la Casa Rosada ya hay quienes sostienen que se cometieron demasiados errores en el diseño de la campaña. “Hubo un mal diagnóstico al planificar las acciones bonaerenses con lógica porteña. Pase lo que pase, fue un planteo equivocado haber supuesto que Vidal te ganaba la elección sola”, sostuvo, casi en un susurro, un alto funcionario con despacho en la Casa Rosada ante PERFIL. En una oficina cercana también se animaron a plantear alguna crítica: “Fue una locura haber borrado a Mauricio del Conurbano. Tenemos que hacerlo volver, y eso no depende sólo de la marcha de la economía sino fundamentalmente de la política”. Una victoria, aún por una pequeña diferencia, acallaría esos cuestionamientos. Una derrota, en cambio, los potenciaría.
No se trató sólo de errores de campaña, más allá de que las metidas de pata de Bullrich fueron proporcionales al tamaño de su calzado número 46. El Gobierno llega como llega a esta elección, sobre todo, por los errores (o falta de aciertos) de la gestión. Los “desencantados”, a los que buscaron atraer en las últimas horas, no se alejaron molestos con cuestiones proselitistas sino defraudados por los resultados de la política económica. En todo caso, el marketing no habría alcanzado para reconquistarlos. En la Casa Rosada estiman que de acá a octubre, si se confirman algunos indicadores positivos, la tarea podría tornarse más sencilla. Los mercados y el dólar comenzarán a hablar mañana mismo.
El resultado bonaerense eclipsará lo que suceda en el resto del país. Los pronósticos del Gobierno contemplan el triunfo en ocho provincias (incluidas Córdoba, Santa Fe, Mendoza, CABA y la emblemática Santa Cruz), una previsible derrota en siete y un final incierto en otras nueve (Buenos Aires entre ellas). Y un porcentaje de votos a nivel país nada despreciable de alrededor del 35% que, de repetirse en octubre, llevaría a más de cien diputados al interbloque oficialista.
El objetivo de Cristina Kirchner, obligada por sus posibilidades, siempre fue más modesto. Tomó distancia del peronismo y concentró toda la artillería que le queda en la provincia de Buenos Aires. Nunca se salió del libreto establecido y transitó los meses de campaña sin mayores sobresaltos políticos –tampoco judiciales–. Solo sobre el fiónal subió el tono de su discurso para apuntar contra Macri, Vidal y Bullrich y criticar el rumbo económico.
En el entorno de la ex presidenta aspiran a acercarse al 35% , el porcentaje que obtuvo Aníbal Fernández en 2015 cuando perdió la gobernación con Vidal y que hoy, para el kirchnerismo, representaría más un techo que un piso electoral. Como reconocen cerca de la gobernadora, con esos 35 puntos se puede ganar o perder la elección de octubre.
Más allá del resultado de hoy, el futuro de Cristina seguirá siendo incierto aunque, mientras tanto, continúe acaparando la atención y postergando las definiciones en el PJ de cara a 2019. Ese sería parte de su plan. Además, claro, de preferir mantener su protagonismo en las páginas políticas y evitar las judiciales que sólo hablan de corrupción, procesamientos, indagatorias y
embargos.
Dos ex funcionarios de Cristina –su ex jefe de Gabinete Sergio Massa y su ex ministro de Interior y Transporte Florencio Randazzo– jugarán hoy su propio partido. El primero, en busca de arañar los 20 puntos que lo acerquen a los que pelean arriba y, sobre todo, que no lo dejen afuera de la contienda principal. “Una cosa es Sergio con 18 y otra con 22 puntos. Si saca 18 o menos no va a poder zafar del remolino de la polarización”, pronostican interesadamente en el Gobierno. Es porque están convencidos de que los votos de Massa podrían ir a parar mayoritariamente a Cambiemos en octubre.
Lo de Randazzo, y su novedosa apuesta por el holograma, a esta altura ya parece más una candidatura testimonial que lo obligará a corregir el rumbo si quiere ser parte de la reestructuración a la que se encamina inevitablemente el peronismo y en la que ya hay varios anotados.
Es cierto entonces que esta noche no se decide nada. Pero también lo es que se empieza a definir mucho de lo que viene.
La ex presidenta no irá a votar a Santa Cruz
Ya se sabía que no se iba a poder votar a sí misma, porque estaba anotada en el padrón de Santa Cruz pero es candidata por la provincia de Buenos Aires. Anoche, además, se confirmó que Cristina Fernández de Kirchner ni siquiera va a poder votar, ya que no viajará. “Inconvenientes logísticos”, explicaron fuentes de Unidad Ciudadana.
Los voceros señalaron que las mesas de votación abrirán mañana a las 8 en esa ciudad patagónica y que el único vuelo de Aerolíneas Argentinas desde Río Gallegos a Buenos Aires tiene horario de despegue a las 9.20. Así, sería casi imposible votar y llegar a embarcar de regreso a Buenos Aires, para seguir de cerca los resultados de la elección que la tiene como precandidata a senadora nacional.
La ex mandataria, que debía votar en la mesa 600 de la Escuela 19, en Magallanes 40, Rio Gallegos, permanecerá en cambio en su vivienda del barrio porteño de Recoleta. La estarán acompañando sus hijos, Máximo y Florencia, quienes de esta forma tampoco votarán. No hay ningún cuestión legal que sancione esta situación, ya que se encontrarán a más de 500 kilómetros.