Ramón Landajo murió el viernes 7, a los 85 años. Fue el secretario privado de Juan Domingo Perón desde el primer año de su presidencia. Empezó siendo su pupilo y, con el paso del tiempo, se convirtió en el hombre de mayor confianza del General, y quizás también en lo más cercano que tuvo a un hijo. Para él, Perón significaba más que su propio padre. Con una memoria envidiable –no tan precisa como él hubiera querido–, Landajo reconstruyó pocos días antes de morir frente a PERFIL las imágenes y los recuerdos que atesoraba.
—¿Cómo conoció a Perón?
—El se atendía, como el presidente Ramírez, en la clínica odontológica de mi padre. Ganamos confianza y un día empezó a llevarme a la cancha. El era hincha de Boca, aunque había ayudado mucho a Racing durante su gobierno, y yo de Independiente. Yo le contaba mis cuítas, y él las suyas, las que podía escuchar un chico de 14 años. Terminamos muy compinches.