POLITICA

Será que llueve

Por Carlos Ares | Semblanza sobre una nueva elección en democracia y los avatares encontrados.

Las escasas pausas que otorgaba la incesante lluvia fueron aprovechados para acudir a los centros de votación.
| DyN

Perdón, será que llueve, pero no puedo dejar de ver lo que pasa bajo cierto efecto gris melanco, con los ojos nublados y a punto de desbordar a causa de las ráfagas de emoción. Es conmovedor, todavía hoy, treinta años de democracia después, andar por el barrio y ver gente grande, parejas tirando de hijos, jóvenes, salir en un día así y andar, mojarse, bancarse la cola, la espera, que te afanen las boletas, todo por votar. Y ahí van, bajo los paraguas, con la cabeza gacha, como embistiendo con su ilusión a la tormenta y a sus presagios.

Pero da para llorar, también, de bronca, por la fortuna que se gastó en esta elección para saber lo que ya se sabía: que al final tendremos que decidir entre millonarios, uno por herencia y el otro porque la hizo desde que comenzó en los noventa con Menem, para ver quién reemplaza a la millonaria viuda del millonario que se quedó con 700 millones de dólares cuando autorizó la venta de YPF y a sus millonarios ministros. ¿Cuándo y porqué fue que se ahogó el sistema de partidos y la política quedó en mano sólo de los que saben nadar en el barro y tienen guita para apostar?

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"La cosa es así", canta, de fondo, Charly García. Hay que trepar hasta, mínimo, una subsecretaría, una diputación, y ahí sí ya arranca "la carrera". Para eso tenés que poner algo, en afiches, en un asesor que te haga pelo y barba, en periodistas amigos, y en un avisito en la tele para que sea vea tu cara. Además de, por supuesto, ser "leal" al proyecto y a lo que venga y de, - muy importante - tener "convicciones". No te digo que vas primero en la lista, pero entre los diez estás y seguro entrás. Una vez concejal, diputado, ya recuperás la que pusiste, pagás lo que debés o te prestaron y hacés la primera diferencia. Después, vas doblando la apuesta. Por ahí "facilitás" un trámite, encubrís a un narco, a otro, y así. Hasta que, ponele que te llamás Anibal y te desesperás porque además de tenerla toda durante veinte años, querés más, más "respeto", como capo mafia que sos. Ahí, ya, viste, depende de lo criminal que estés dispuesto a ser.

Tal vez debería esperar bajo un techito, meterme en un café, esperar que pase y comentar con el mozo, "tiempo loco". Hacer cálculos, especulaciones, análisis "cuantitativos" y "cualitativos" sobre si lo que ocurrió ahora indica una tendencia que podría repetirse o revertirse en octubre. Pero, sinceramente, hoy, no me da. Supongo que, después de tantos días, la incesante lluvia le toca el ánimo a cualquiera y uno, casi sin quererlo, por ahí piensa en lo que no debería. Sale por donde uno mismo ni siquiera se espera. Vaya a saber.

Debe ser eso, que llueve. Si fuera verano y  uno está ahí, mirando, tomando una cerveza al fresco de la noche cálida y serena, es probable que aceptaría todo con cierta benevolencia. Como si uno se dijera: bien ,muchachos, todo lindo, ayer se puteaban y ahora parece que se abrazan y besan de verdad, lindo gesto, ojalá que está vez resulte. Pero no, es invierno y llueve, y no para desde hace días. Y al apagar la tele después de ver tanto festejo, te acongoja un poco pensar que ninguno se compadece de los que están sufriendo la inundación. Al contrario, aprovechan sus minutos de cámara para seguir en la carrera y, embalados como venían, prometer a mansalva que habrá para todos.

Entre los que hablan está el gobernador de la provincia de Buenos Aires desde hace ocho años, Daniel Scioli, que intentó encubrir la verdadera cantidad de muertos en las inundaciones de La Plata. Y Felipe Solá, el anterior a Scioli. Y así, para atrás. La ironía da para reescribir el antiguo grafitti en las paredes: "Nadie hizo las obras necesarias. Votemos a nadie".

Será que llueve, pienso, cuando amanece el lunes y ahí van, de nuevo, los anónimos, los humildes, dignos, con el agua hasta las pelotas, a llevar los pibes al colegio, a ganarse la vida que esperan. Debe ser eso, sí. Para colmo, ahora Serrat canta los versos de Antonio Machado: “...Y hay un español que quiere / vivir y a vivir empieza, / entre una España que muere / y otra España que bosteza. / Españolito que vienes / al mundo te guarde Dios. / Una de las dos Españas / ha de helarte el corazón”. Y es uno el que, como mirando llover, casi sin querer, interpreta y murmura: "Y hay un argentino que quiere...".

(*) Periodista.