Dos horas bastaron para despejar su cabeza. El ministro de Salud, Juan Manzur, encaró hacia su carpa en el balneario Posta Sur en Pinamar. Corrió la mesa, se tapó la cabeza con una remera y se recostó. Estaba listo para una siesta reparadora, en medio de su escapada de fin de semana a la Costa Atlántica. A su alrededor, los chicos correteaban y comenzaba una ronda de mate. Era un domingo más de enero y apenas pasaban algunos minutos de las 16. Y la siesta se imponía después del opíparo almuerzo que un rato antes había compartido con veinte personas en el restaurante de un balneario vecino, Miraflores, donde hubo rabas, otros platos con frutos de mar y una larga sobremesa.
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