Por primera vez después de su renuncia en el mes de agosto de este año el actor y director teatral Rubén Szuchmacher rompe su silencio. Explica por qué se fue de la dirección del Festival Internacional de Teatro (FIBA) y cuestiona a su sucesor: Darío Lopérfido.
“Estoy tranquilo de haber aceptado en su momento y de haberme ido -reflexiona-. Soy un cría cuervos impresionante. Le di mucha identidad a Lopérfido, le presenté gente y le presté dinero. Lo grave es que alguien que dice que no va trabajar más en la política, ahora acepta ser funcionario. El no mató a nadie, pero fue parte de una gestión que terminó con muertos. Darío dijo: “mi interés está en el arte y estoy muy lejos intelectualmente de la política argentina”. Esa frase es la de un hipócrita. En mi caso, no puedo decir que no trabajé con este gobierno de Macri. Es una gestión y hay que asumirlo. Rechazo que la comunidad no lo vea. A mí casi me ponen el cartel de colaboracionista nazi, ¿y Lopérfido agarra y nadie dice nada? Es notable”.
- ¿Por qué el silencio después de tu renuncia?
- Guardé silencio para proteger la gestión de mi colega y amigo, Alberto Ligaluppi. Me fui cuando me di cuenta que no iba a tener apoyo para gestar el próximo FIBA. El problema no es uno, sino quien tiene de jefe. Es él el que te va a permitir y avalar tu propio trabajo. Las autoridades -sin decirlo- me demostraron que no estaban de acuerdo con lo que hicimos. Ellos querían repetir la estructura de Graciela Casabé (directora de varios FIBA), y cuando se dieron cuenta que no se hacía ese modelo, ya era tarde, para retroceder. Nuestra política tuvo un criterio distinto, le pusimos un tope a las pretensiones de los elencos del exterior y dimos más espacio a lo nacional. Nadie nos controló desde el macrismo, por eso el Festival salió bastante parecido a como lo habíamos imaginado. Buscamos un festival fuera del mercado.
- Pero el modelo impuesto por Casabé siempre tuvo mucha aceptación en el público porteño...
- Si buscaban repetirlo se equivocaron al llamarme. Antes de presentar mi renuncia tuve una reunión con el ministro (Lombardi) al que le dije que había que repensar el festival con la Ciudad. Sentía que había muchas peleas y que la gente pensaba que el festival se llevaba la plata que era para el San Martín. A él le pareció bien y ajustamos almorzar juntos a la semana próxima. Poco tiempo antes del encuentro me llama su secretaria y me cancela la cita. A partir de ese momento nunca más me atendió. Ahí me di cuenta que si un ministro no me atiende, quiere que me vaya. Siempre cuestioné a Viviana Cantoni (directora de los Festivales en la Ciudad) porque no está preparada.
- ¿Cuándo aceptaste eras consciente que integrabas un gobierno macrista?
-Lo sabía, pero en los dos primeros años no hicieron nada malo. Una sola vez lo vi a Macri y me di cuenta que no tenía nada en la cabeza. Hay que tener claro que lo eligió democráticamente la gente. Muchas personas trabajan en instituciones públicas, aunque no compartan el color político de esas autoridades. Yo trabajé en tiempos de la dictadura en el San Martín, como muchos otros. El pensamiento civil nos debe permitir esto. A mí me acusaron de “colaboracionista nazi” y eso que vengo de una familia comunista militante. ¿Por qué no le hicieron notas a Bartís cuando aceptó que su espectáculo se lo produjera el CETC? Se las hicieron cuando se bajó y habló mal de Macri…A mi sigue pareciéndome que hay lugares que uno puede tomarlos, en tiempos de democracia. Mis límites eran si atacaban las villas. Además renuncié el año de las escuchas…No hay que olvidar que Casabé se va porque no la confirman, le dicen que se vaya, ella no renunció. Sabía que con esto mi imagen iba a quedar herida, sé que no me llamarán para otra gestión. Pero se la pierden ellos, no yo. A veces me ponen como insulto “ex funcionario macrista” ¿Quieren que les haga la lista de la gente que tiene muertos en su placard? Lopérfido, como De la Rúa tienen cadáveres en su haber.
- ¿Te sorprendió que lo convocaran a Lopérfido?
- Si. Creí que iba a quedar Alberto (Ligaluppi) como continuidad de gestión, en el FIBA. Creo que el medio no tolera a los artistas armando festivales. Vuelve a las manos de un productor y la gente de teatro busca esto. Todo el mundo sabe que los espectáculos que elegía Casabé para el FIBA luego viajaban por el mundo, a través de su productora privada (Babilonia).
-¿Por qué crees que se le perdona la gestión que hizo?
- Lopérfido representa el negocio. En el medio porteño no se dan cuenta que las grandes disputas no son estéticas, ni políticas, sino económicas. Se pelean por temporadas en Europa o por la posibilidad de subsidios o producciones. Seguramente detrás de traer una propuesta de un Peter Brook (viejo y desgastado, pero que le va a dar una visibilidad mediática al festival) por debajo le va a permitir ciertos acuerdos y negociados, como se hacía en tiempos de Casabé.
- ¿Hubo algo que te sorprendió en este tiempo de gestión?
- Me encontré con que el medio teatral es muy reaccionario y le dieron la espalda al festival, después fue tarde. La gente de teatro no quiso salir a reflexionar. Ciertas personas me dijeron: “si me llevás un espectáculo mío, yo después traigo uno tuyo”. Paradójicamente durante los gobiernos de Ibarra o Telerman las entradas para el FIBA fueron mucho más caras que con Macri. Administrativamente funcionó muy bien, gastamos muy poco en viajes, no malgastamos el dinero público.
- ¿Cuáles son los límites entre lo privado y lo público? ¿Cómo ves si el proyecto que tendría Lopérfido de llevar Hamlet al “Alvear” consiguiese ser coproducido por el gobierno de la ciudad?
- El Teatro San Martín, antes de ser complejo teatral, tuvo una política de coproducciones. Esto pone en tensión el hecho de qué pasa dentro de una institución cuando se debe hacer este tipo de emprendimientos en los que parte de las decisiones se ceden. Yo tuve una en estas condiciones que fue Decadencia, coproducida por teatro “Babilonia” y Darío Lopérfido por un lado y el teatro San Martín por el otro. El problema que se plantearía en caso de que sea una coproducción con Lopérfido es que él es actualmente funcionario del gobierno de la ciudad por lo tanto no debería tener, en tanto funcionario, negocios con un organismo de gobierno. Eso no me parece que esté bien y es una de las maneras de las apropiaciones del estado por parte de privados. Lopérfido hace como si no fuera funcionario, porque dice que la gestión lo aburre, pero eso es una actitud cínica. Si el espectáculo se encuadra en los términos económicos habituales del teatro, entonces todo estará más o menos en orden. En cuanto al espectáculo en sí, ver un Hamlet dirigido por Gené será seguramente una buena cosa.
- ¿Es cierto que te peleas con todo el mundo?
- Soy conflictivo, pero mantengo códigos; cuando alguien hace una trastada, voy de frente. Tengo un estilo confrontativo, pero nunca me fue mal actuando de esta manera. No tengo la sensación que mi carácter sea dañino, no busco estar bien con todos.
Szuchmacher viaja a México a montar en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) Terror y miserias del Tercer Reich de Brecht. “Mezclé ocho obras y la dramaturgia la estoy armando con Lautaro Vilo. Al traducirlas me encontré con mucho humor. Si el procedimiento estuviera bien lo traería a Buenos Aires, para hacer en mi sala (ElKafka). Después me espera una nueva versión de Rey Lear de Shakespeare, para la Comedia Nacional del Uruguay, la versión es la misma, pero será otra puesta en escena”.
- ¿Hay deudas artísticas?
- Trabajé en el Cervantes como actor, pero nunca dirigí ahí y me hace ilusión alguna vez poder hacerlo. Me gustaría investigar lo gauchesco sobre todo por la crisis del campo. Me dan ganas de empezar a buscar qué es este tema o cualquier revista porteña de Ivo Pelay o Canaro. Me gusta mucho el teatro argentino. Pero creo que en el medio no hay esa mentalidad de hacer grandes espectáculos, incluso pude hacerlos con gran repercusión, sin ayuda de figuras mediáticas, como fue Las troyanas. Al espectador hay que cuidarlo, cuando se hace mal teatro se lo echa.
- ¿Cómo definirías al actual gobierno de la ciudad?
- Este gobierno no tiene un concepto global de la cultura sino de patrones de mercado. Por eso no entienden el funcionamiento del teatro, los escuché protestar porque se vendían pocas entradas, ese es un error. No saben pensar en políticas culturales, hay un sector del radicalismo encabezado por Hernán Lombardi que piensa de esa manera.