Jorge Lugones es veterinario, tiene 54 años, fue ordenado sacerdote para la Compañía de Jesús en 1988, y desde 1999 es obispo de Nueva Orán, Salta, una diócesis que abarca 55 mil kilómetros cuadrados y donde habitan sólo 300 mil habitantes.
Esta semana llegó a Buenos Aires para presentar un libro, fruto de años de trabajo. En la sede de la Conferencia Episcopal Argentina, Lugones –acompañado por el obispo Marcelo Melani, el otro autor del documento– dio a conocer Una tierra para todos.
“No nos quedamos en el diagnóstico, hacemos propuestas”, dice Lugones.
El trabajo, de hecho, denuncia la extranjerización y concentración de las tierras que se profundizaron en los últimos 30 años. Pero también propone (y al proponer, a su vez, ataca las gestiones gubernamentales). En las recomendaciones al Estado, los obispos señalan la necesidad de generar políticas fiscales “que favorezcan el uso racional y eficiente de la tierra de manera adecuada y equitativa” y nuevas figuras jurídicas que se adapten a las necesidades de los nuevos tiempos.
“No puede ser que haya gente que quiere trabajar la tierra y no puede y, a su vez, haya tierra sin trabajar”, explica Lugones. El documento señala que los perjudicados por este proceso son los indígenas y los pequeños productores. En la introducción del libro, el arzobispo de Resistencia, Carmelo Giaquinta, apunta: “En un momento en que los argentinos queremos reconstruir la nación, las cuestiones sobre la justa distribución de la tierra y la preservación del medio ambiente no pueden ser soslayadas”.
En el evento no hubo representantes del Gobierno nacional. Estuvo Jorge Casaretto –el único que mantiene un diálogo abierto con algunos funcionarios, especialmente con Alicia Kirchner–, Adolfo Pérez Esquivel y representantes de la Universidad Católica Argentina (que colaboró con la iniciativa). Casaretto fue también el encargado de dejar en claro que el trabajo de los obispos no tiene nada que ver con las últimas escenas montadas por Luis D´Elía, subsecretario de Tierras y Hábitat Social, a quien se vio violentar la tranquera en un campo correntino del empresario Douglas Tomkins.