Tal vez la figura que más aparece en esa laboriosa tarea sea el ministro de Planificación, Julio de Vido. Ratificado en su cargo, tras superar los amagues internos por alejarlo, ha venido dando muestras de no estar conforme con lo que ha podido mantener, sino de que va por más.
El acto de "reconocimiento" que el pope del viejo, anquilosado pero omnipresente sindicalismo de la CGT, Hugo Moyano, brindó al ministro ratificado, fue una exhibición de fuerza que presentó en sociedad una alianza que tendrá mucha más injerencia, seguramente, que la de las fuerzas político partidarias que rodean al kirchnerismo.
Aquí lo que importa son las corporaciones que manejan intereses de sus respectivos sectores. La anhelada reforma política sigue dando pasos hacia atrás, en vez de buscarse la revivificación que la sociedad reclama desde hace tiempo.
Obras públicas, subsidios, y dirigentes capaces de paralizar o movilizar a los trabajadores se presentaron unidas para marcar la cancha en los próximos cuatro años.
Hugo Moyano y sus principales laderos ofrecieron una cena de homenaje a De Vido para expresarle su satisfacción por su continuidad. Allí no fue invitado el ministro de Trabajo, Carlos Tomada, también ratificado en su puesto. Es que las líneas de la acción evidentemente no pasan por la técnica cartera laboral: pasan por la enorme cantidad de fondos públicos que tamiza en forma excluyente del ministro de Planificación.
En esa cartera está el "negocio" de la participación en servicios públicos, como los diversos transportes que cuentan con porciones de torta para el sindicalismo. La excusa para el proyecto de Cristina es el "pacto social", una entelequia que por ahora no tiene más que nombre, porque nadie sabe cuál será su contenido más allá de la instalada sospecha de que, una vez más, se tratará de un acuerdo entre intereses económicos y las corporaciones que lo manejan, más que una búsqueda de armonía entre lo que necesitan los trabajadores y lo que están dispuestos a dar quienes manejan el dinero, sea público o privado.
No se sabe qué papel pudo haber tenido la presidenta electa en esa especie de acuerdo sellado entre copas de champán: más daría la impresión de que la mujer estuvo ajena a ese hecho tan significativo, que lo miró desde afuera. No se conoce tampoco qué importancia atribuyó a ese gesto simbólico, aunque debería ocuparla.
Mientras tanto, los preparativos también incluyen las modificaciones y retoques necesarios para que el rey -la reina en este caso- lean el diario de la realidad que quieren, más que la que es.
Los trabajos en el INDEC para justificar que los índices inflacionarios sean más agradables a los oídos de la futura presidenta pueden tener la extensión de un tranco de pollo. De qué serviría a la futura gobernante contar con cifras halagüeñas impresas en un papel, si la realidad de la vida demuestra que no tienen la menor coincidencia.
Parece que el designado ministro de Economía, Martín Lousteau, no abriga demasiadas inquietudes respecto del papel que continuará teniendo el secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, en el manejo de la economía doméstica a través de la elaboración de acuerdos con los sectores formadores de precios que a la postre no resultan en nada positivo para los consumidores.
Al menos eso es lo que se ha visto hasta ahora, en que el nivel altísimo de inflación reinante, nunca reflejado en las estadísticas, distorsiona la economía interna y principalmente hiere de muerte al bolsillo de los asalariados.
Si se prefiere seguir ocultando o disfrazando la realidad, quien esté en el poder pueda lograr autosatisfacerse, pero al mismo tiempo correrá el fuerte riesgo de divorciarse tanto de la realidad que en algún momento la respuesta sea negativa por parte de la gente.
Así al menos ocurrió en el segundo gobierno de Carlos Menem, que aunque en la elección consiguió la mayoría de votos, después fue sometido a una prueba mucho más rigurosa que las anteriores, hasta que le llegó el castigo en las urnas.
Se sabe que algunas organizaciones defensoras de derechos humanos, como las Madres de Plaza de Mayo de Hebe Bonafini y las Abuelas de Estela Carlotto, seguirán contando con el respaldo de los Kirchner, que ahora tienen un nuevo poder, no sólo el de reclamo de castigo que afortunadamente se está cumpliendo, sino incluso una participación económica en la torta del poder, a través de subsidios para realización de obras, que ya escapan a su misión primigenia.
Desaparecidos de la escena social los piqueteros, ahora los dirigentes sindicales retomaron el papel de representantes de los trabajadores, y con Moyano a la cabeza, se perfilan luchas de tiras y aflojes que beneficiarán a los gremios más poderosos, no así a los que integran sindicatos de escasa representación, y menos aún el de los cientos de miles de trabajadores que siguen en la economía informal y no tienen ninguna capacidad de luchar por mejores condiciones laborales.
La dirigencia de la oposición se mostró impúdicamente ante la opinión pública como pésima perdedora. Elisa Carrió amagó con irse al mar y dejar a todos fríos en la ciudad, hasta que volvió pero para enfrentar a un fuerte movimiento opositor al que aplastó con la indiferencia. El hombre que quedó en el tercer lugar, Roberto Lavagna, prácticamente desapareció, al menos en estos días, de la escena pública. Ricardo López Murphy renunció a la presidencia de su partido, Recrear.
Sólo quedan bien parados aquellos dirigentes opositores que lograron acceder a puestos en Poderes Ejecutivos y en las Legislaturas. En ellos recae la máxima responsabilidad de actuar como contrapesos en una estructura política que tiende a aparecer cada vez más rígida y cerrada alrededor de los grandes triunfadores de los últimos comicios: los esposos Néstor y Cristina Kirchner.