El búnker de campaña de Mauricio Yattah es tan inusual como su candidatura a la presidencia, que logró 82.900 votos en todo el país. El postulante, que quedó afuera de la carrera para octubre al no conseguir el 1,5% de los votos, recibió a PERFIL en un edificio a medio construir desde donde, megáfono en mano, dio a conocer sus propuestas políticas a los sorprendidos vecinos del barrio de Recoleta.
Propiedad de su abuelo, la edificación que se encuentra en avenida Santa Fe y Rodríguez Peña fue motivo de disputas legales entre 39 herederos. “Me vine a vivir acá para evitar que lleguen los ocupas ricos”, explica Yattah, el candidato que ganó conocimiento público por el inusual cierre de campaña que hizo en soledad en una plaza de Mar del Plata.
Sus colaboradores coinciden en que este golpe de efecto explica en parte que haya superado los votos del Partido Movimiento Acción Vecinal o que quedara a sólo 10 mil sufragios del MST-Nueva Izquierda. “El Partido Popular tenía una personería nacional y le faltaba un candidato”, explica Yattah y aclara que no recibió ninguno de los fondos que provee el Estado. “Sólo gastamos 10 mil pesos en toda la campaña”, indica.
En su departamento, conviven paredes sin terminar, innumerables libros, documentos de campaña e incluso algunos cuadros realizados con colores estridentes y las boletas formando el apellido del candidato. Desde allí emitió los mensajes en las redes que fueron el centro de su campaña. Yattah se considera un perseguido. Y dice que está fichado como una persona peligrosa por la SIDE y la Policía Federal. “Mis fuentes me lo han informado”, explica.
En 1991 protagonizó una batalla por pocos centímetros de propiedad con un juez marplatense, incidente que se conoció como la “guerra de las medianeras”. “Llegué a tirar un auto Torino en una zanja para que no pueda construir la medianera, después lo prendieron fuego y yo monté un monumento contra la corrupción”, recuerda el candidato.
Ahora, cuenta Yattah, tiene planeado viajar por las principales ciudades del interior. “Tenemos dos meses para estar en condiciones de echar a Massa, a Macri y a Scioli”, evalúa y, ante la incredulidad de sus interlocutores, afirma: “No se ría, somos 40 millones de argentinos cansados”.