Casi tres años más tarde, ya con Macri en la Rosada, el presidente de Boca consiguió colar al radical Balbín como Procurador del Tesoro. Un lugar al que Balbín llegó también con el apoyo de Elisa Carrió. Ahora, su reciente despido de ese puesto clave (jefatura de los abogados que defienden al Estado) encierra una serie de mensajes cruzados: un desaire velado hacia Angelici, más un espaldarazo hacia el sector de los Newman Boys, encabezados por José Torello. En la elección del reemplazante de Balbín, el abogado Bernardo Saravia Frías, ya influyeron los ex compañeros del colegio de Macri.
La tercera moraleja de este sainete incluye una bajada de línea sobre la necesidad de contar con funcionarios más alineados con los intereses del Gobierno. “En ese lugar necesitábamos un abogado, no un juez”, explica un asesor PRO.
Por encima de la autocrítica, la afirmación refiere al antecedente de Balbín como camarista. Y describe hacia adelante el perfil que el Gobierno pretende para el cargo de Procurador: alguien que tome partido, en vez de buscar equilibrios o puntos medios. En concreto, casi lo opuesto a lo que hizo Balbín. Y Saravia Frías cumple con esos requisitos.
Balbín, en cambio, fue cuidadoso frente al acuerdo con los Fondos Buitre, no se plegó al oficialismo en la pulseada por los tarifazos con la Corte Suprema, y recomendó una auditoría tras el arreglo entre el Estado y el Correo Argentino. Esas decisiones le hicieron ganar la desconfianza de Macri y su equipo de asesores: Torello, Fabián “Pepín” Rodríguez Simón y el secretario de Legal y Técnica, Pablo Clusellas. Ese grupo compite con el de Angelici desde antes de que Macri fuera Presidente.
La suerte de Balbín estaba echada desde hacía meses. Sólo faltaba encontrar el momento para concretar su salida, minimizando posibles escándalos y orgullos heridos. El desenlace era conocido por Balbín, su promotor Angelici, los Newman Boys y hasta por su principal defensora: Carrió.
Balbín reunía esa extraña doble condición. Lo apoyaban dos enemigos declarados de Cambiemos: Angelici y Carrió. En diciembre de 2015, días antes de que asumiera como Procurador, visitó a Lilita en su departamento de la avenida Santa Fe. Ahí la diputada le dio su bendición. Pero a diferencia del padrinazgo político de Angelici, el aval de Carrió se basaba en otros atributos del juez: prestigio académico, trayectoria ética y sus aires de lord.
Cercano a Carrió, Torello fue el encargado de confirmarle a Lilita la renuncia del Procurador. Y esta vez, en contraste con sus desplantes previos, la diputada optó por hacer silencio.
La tercera moraleja de este sainete incluye una bajada de línea sobre la necesidad de contar con funcionarios más alineados con los intereses del Gobierno. “En ese lugar necesitábamos un abogado, no un juez”, explica un asesor PRO.
Por encima de la autocrítica, la afirmación refiere al antecedente de Balbín como camarista. Y describe hacia adelante el perfil que el Gobierno pretende para el cargo de Procurador: alguien que tome partido, en vez de buscar equilibrios o puntos medios. En concreto, casi lo opuesto a lo que hizo Balbín. Y Saravia Frías cumple con esos requisitos.
Balbín, en cambio, fue cuidadoso frente al acuerdo con los Fondos Buitre, no se plegó al oficialismo en la pulseada por los tarifazos con la Corte Suprema, y recomendó una auditoría tras el arreglo entre el Estado y el Correo Argentino. Esas decisiones le hicieron ganar la desconfianza de Macri y su equipo de asesores: Torello, Fabián “Pepín” Rodríguez Simón y el secretario de Legal y Técnica, Pablo Clusellas. Ese grupo compite con el de Angelici desde antes de que Macri fuera Presidente.
La suerte de Balbín estaba echada desde hacía meses. Sólo faltaba encontrar el momento para concretar su salida, minimizando posibles escándalos y orgullos heridos. El desenlace era conocido por Balbín, su promotor Angelici, los Newman Boys y hasta por su principal defensora: Carrió.
Balbín reunía esa extraña doble condición. Lo apoyaban dos enemigos declarados de Cambiemos: Angelici y Carrió. En diciembre de 2015, días antes de que asumiera como Procurador, visitó a Lilita en su departamento de la avenida Santa Fe. Ahí la diputada le dio su bendición. Pero a diferencia del padrinazgo político de Angelici, el aval de Carrió se basaba en otros atributos del juez: prestigio académico, trayectoria ética y sus aires de lord.
Cercano a Carrió, Torello fue el encargado de confirmarle a Lilita la renuncia del Procurador. Y esta vez, en contraste con sus desplantes previos, la diputada optó por hacer silencio.