De acuerdo con las altas exigencias de un jefe de Estado, Cristina Fernández de Kirchner sumó esta semana un nuevo miembro a su séquito de secretarios. Se trata de Pablo Erasmo Barreiro, un joven y pujante empresario del sector turístico que creció en la gélida localidad de El Calafate gracias a la protección del matrimonio presidencial.
Con “Pablito”, como lo llaman a Barreiro en la residencia de los Kirchner en El Calafate, ya son cinco los secretarios privados de la Presidenta. Y pertenecer a tan notable staff tiene sus beneficios. De hecho, el incremento patrimonial de los primeros cuatro secuaces voló tan alto que el juez federal Claudio Bonadío los investiga por supuesto enriquecimiento ilícito.
Pablo Barreiro tiene 26 años y conoce a los Kirchner desde que era un niño, cuando su padre, un profesor de contabilidad, se convirtió en uno de los secretarios de Néstor.
Cuestión de sangre. Podría decirse que el puesto que la Presidenta le otorgó a Pablo cuando firmó el decreto 44/2010, publicado en el Boletín Oficial el pasado jueves, es casi hereditario. Sucede que “Pablito” es hijo de Ricardo Barreiro, ex secretario de Kirchner y ahora próspero empresario hotelero.