La elección de Inés Weinberg de Roca para la Procuración resume la actitud de Mauricio Macri hacia la gran familia judicial: escepticismo general, disgusto por algunos fallos y tendencia a puentear los códigos de la corporación. Con un agregado reciente: el Presidente y sus ministros empezaron a exponer (y lo seguirán haciendo) a los jueces que actúen de forma “inentendible” o contraria a la “defensa de los argentinos”. Tal fue la (des)calificación de Macri al fallo que alivió la acusación contra el empresario Cristóbal López, pasándolo de fraude al Estado a evasión fiscal.
Esa suerte de escrache oficialísimo apuntó contra los camaristas Jorge Ballestero y Eduardo Farah. La acusación velada refería a una supuesta maniobra de corrupción. En adelante, con más de un ojo puesto en ganar apoyo social, el macrismo repetirá la metodología. Desde las redes sociales, un pelotón de cuentas paraoficialistas agita la marcha para el 12 de abril, con la consigna de que #SinJusticiaNoHayRepublica. Al igual que ante movilizaciones anteriores, el Gobierno se despegó de su organización.
En la última semana, la decisión de la Cámara Federal respecto de Cristóbal López se sumó a otra de la Corte Suprema: deshabilitar al tribunal que se disponía a juzgar a Cristina Kirchner. Ambas fueron opuestas a la voluntad de la Rosada. Ese doblete empujó al Presidente hacia la opción rupturista de Weinberg de Roca, como candidata para ocupar la jefatura de los fiscales. “No lo tentaban demasiado los otros nombres en danza, y las últimas noticias judiciales lo terminaron convenciendo”, afirma un operador y funcionario cambiemista.
De haber querido congraciarse con el peronismo PRO-friendly, y a la vez con un sector de Comodoro Py, Macri debería haber elegido al fiscal ante la Cámara de Casación, Raúl Pleé. El senador Miguel Angel Pichetto y Pleé, quienes se reunieron en los últimos días, tenían acordado apuntar a la Procuración. Pero Macri desechó adrede esa posibilidad, aprovechando las subgrietas de la oposición. Weinberg de Roca, en cambio, es una outsider de la Justicia federal, ideológicamente afín al macrismo. En 2012, el entonces alcalde Macri ya la había designado para ser jueza del Tribunal Superior de Justicia porteño. Sin demasiados padrinazgos políticos, Weinberg de Roca ya se ganó un sostén mediático: la diputada Elisa Carrió. ¿Y a Ricardo Lorenzetti como enemigo en común? Se verá.
Estrategia. En su actual cruzada contra un sector del poder judicial, el oficialismo cuenta con esa y otras herramientas. Al recurso histórico de controlar el pulso del Consejo de la Magistratura, donde se postulan y suspenden jueces, le sumó otro más novedoso: ampliar los tribunales federales de forma exprés y casi a la medida de sus necesidades. Su plan era pasarlos de ocho a trece, con el objetivo de licuar el peso del establishment en Comodoro Py. Ahí, según afirman cerca de Macri, todavía abundan las rémoras de activismo judicial kirchnerista, peronista o reacio al cambio, en cualquiera de sus variantes. Pero ese intento del Gobierno fue objetado por la Corte, beneficiando indirectamente a Cristina Kirchner.
Gracias al empuje del ministro de Justicia, Germán Garavano, el Congreso había aprobado en diciembre de 2016 la federalización de cinco tribunales orales criminales: jueces dedicados a investigar robos, asesinatos y violaciones pasarían a manejar causas federales. Por ejemplo, corrupción de funcionarios pasados y en funciones. La ley le permitía saltear un eslabón del mecanismo constitucional para la designación de jueces: al aval del Senado, con dos tercios de los presentes.
El Tribunal Oral Federal 9, uno de los traspasados, se encaminaba a juzgar a Cristina en una suerte de megacausa. Tras la reciente decisión de la Corte, el Gobierno estará obligado a negociar con la oposición en el Senado para la confirmación de los nuevos tribunales.
Así, ante las dificultades y resistencias que jaquean la hoja de ruta oficial, Macri puso en marcha uno de sus antídotos preferidos: saltearse estructuras políticas; apelar directo al alma de su electorado y un poco más allá. “La opinión pública ya los está destrozando”, se jacta un asesor del Presidente.
Candidata a procuradora: outsider y negociadora
Ser una outsider no significa que desconozca el arte de la rosca y la disuasión. Así fue como Inés Weinberg de Roca llegó en 2012 a ser jueza del Tribunal Superior de Justicia porteño, el equivalente a la Corte porteña. Propuesta entonces por el alcalde Mauricio Macri, Weinberg de Roca hizo un trabajo de hormiga para conseguir los cuarenta votos necesarios de la Legislatura. Ex camarista del fuero Contencioso Administrativo porteño, la jueza habla cuatro idiomas e integró el Tribunal Criminal Internacional en Ruanda y en la ex Yugoslavia. Su marido es Eduardo Roca, quien fue embajador argentino ante la OEA en 1966, ante Estados Unidos en 1968 y ante la ONU en 1982. Sin demasiados avales políticos, ahora logró que Macri la postulara como procuradora. Y en el camino se ganó un apoyo extra: el de Elisa Carrió. En caso de resultar electa, se verá si también adquiere los mismos adversarios de Carrió: Lorenzetti, Daniel Angelici y la ex SIDE macrista.