A fin del año pasado, para Navidad, María Eugenia Vidal escapó de su custodia personal y fue a compartir, sola, una misa con la hermana Cecilia Lee en Villa Itatí, en Quilmes, uno de los asentamientos más grandes y peligrosos del conurbano bonaerense, donde viven más de 60 mil personas.
La relación con la monja franciscana, que maneja un centro de ayuda escolar y una cooperativa de cartoneros, fue una de las motivaciones para que la gobernadora bonaerense le encargara a su gabinete un plan de hábitat en seis de las villas más grandes de la Provincia.
El plan, que manejan con total hermetismo los funcionarios bonaerenses, está aún en etapa de diagnóstico entre los programas más importantes en los que quiere avanzar en 2018 la Provincia y supondrá el desembolso de 400 millones de dólares entre el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
La idea que manejan en La Plata es que una primera etapa abarque las villas de cinco municipios del Conurbano: Puerta de Hierro y San Petersburgo (La Matanza), Villa Itatí (Quilmes), La Cava (San Isidro), Carlos Gardel (Morón) y Costa Esperanza (San Martín). “Lo que estamos haciendo ahora es captar las necesidades por barrio de manera participativa con los vecinos de las villas para hacer una intervención integral, no es sólo urbanizar y que después el Estado se retire, como pasó en los últimos veinte años”, describe a PERFIL uno de los funcionarios a cargo del proyecto.
En este contexto, está previsto que las intervenciones supongan la llegada de los servicios básicos (agua potable, cloacas, red eléctrica, gas natural), apertura de calles y, por supuesto, la urbanización de los barrios. En esto están el ministro de Infraestructura, Roberto Gigante, con el ministerio del Interior y Aysa.
Con un agregado más: Vidal pidió específicamente que haya oficinas del Estado provincial y nacional en esas villas. Y también que se trabaje con los referentes locales, como la hermana Cecilia. Desde comienzos de la gestión el ministro de Desarrollo Social bonaerense, Santiago López Medrano, viene armando mesas de trabajo con líderes sociales de cada asentamiento en las problemáticas específicas de cada villa.
Además de los fondos de organismos internacionales de crédito, habrá fondos de la Provincia y de la Nación comprometidos. Incluso la gobernadora está analizando crear un área que se dedique exclusivamente a coordinar con todos los ministerios el trabajo. Es que el desembarco en las villas supone que, de manera transversal, haya injerencia de los ministerios de Desarrollo Social, Seguridad, Justicia, Infraestructura, Educación y Salud. Es parte de lo que tiene en carpeta el jefe de Gabinete, Federico Salvai, quien camina las villas con Vidal desde que la gobernadora fue ministra de Desarrollo Social porteña.
Por ello, la primera parte del plan supone el trabajo en barrios vulnerables y grandes aglomerados urbanos con más de 5 mil habitantes y promete extenderse en el futuro.
Vidal le habló del tema al titular del BID, Luis Alberto Moreno, en un almuerzo reservado hace diez días en el piso 23 del Bapro. Tras una entrada de jamón crudo y queso, la gobernadora planteó, cuando llegó la carne con papas hojaldradas: “No queremos urbanizar villas, sino crear barrios”. Los encargados del BID pusieron como modelo de integración social a Medellín, donde las intervenciones son “casa por casa”. A esa altura el secretario general, Fabián Perechodnik, uno de los encargados del encuentro, degustaba el helado de crema con chocolate.
Un camino que empezó hace más de 20 años
María Eugenia Vidal tenía 23 años cuando, en su primer trabajo, comenzó con encuestas de opinión pública para la consultora Ledesma. Aún no había terminado de estudiar Ciencias Políticas en la UCA y, como experiencia con su mejor amiga de la facultad, Silvana Leske, probaron suerte. En ese entonces, le tocó ir a recorrer las villas del conurbano bonaerense. Como una premonición, debía preguntarles a los vecinos de los asentamientos sobre su vida cotidiana, sus preferencias culturales y sus líderes políticos. En ese entonces, en los eternos viajes de dos colectivos y un tren, ya se preguntaba cómo poder entender la realidad que vivían aquellos que, a diferencia de ella –una joven de clase media de Flores– apenas alcanzaban a sobrevivir. Ese fue el germen que despertó en Vidal su pasión por ocuparse de las temáticas sociales. Luego, desde la Fundación Sophia y ya en el macrismo como asesora y ministra de Desarrollo Social porteña, caminó las villas de la Ciudad y se adentró en la problemática. Pudo ser ministra nacional –un cargo con el que soñó– pero la gobernación la encontró primero.