A los 87 años, casi no sale de su casa de Barrio Parque, donde mandó a construir un gimnasio. Y mucho menos considera la posibilidad de viajar durante 25 horas a China.
Según afirmó Mauricio Macri en un libro de Laura Di Marco, “papá tiene un proceso de demencia en avance”. Los amigos de Franco relativizan esa afirmación. Y también ponen en duda otra infidencia del Presidente, según la cual padre e hijo mantienen un trato cotidiano. “Casi no se hablan”, revela un compinche histórico del pater familias. Se trata de uno de los varones que suelen visitarlo para revivir anécdotas, competir al bridge y al póker.
La última aparición pública de Franco fue en un Boca-River, en abril de 2016. Pocas horas antes de que empezara, el fundador del Grupo Macri decidió ir a su palco de la Bombonera. Ante el pedido de un grupo de fotógrafos, se arrimó a la baranda y saludó. Para sorpresa propia, se ganó algunos aplausos que lo enorgullecen hasta hoy.
A diferencia de Mauricio, más inclinado al acercamiento político y económico con los Estados Unidos, Franco puso hace años su mirada sobre China. El mismo se jacta de haber sido un pionero en ese vínculo. “Su relación con el país asiático, que data de más de veinte años, lo ha convertido en un referente obligado cuando se pretende conocer la estructura de ese complejo y poco conocido mundo de empresas chinas y sus vínculos con el Estado en la República Socialista”, afirma su web.
Uno de los negocios que logró cerrar fue la venta de 279 vagones de subte, en representación del holding Citic. Sus proyectos más ambiciosos, sin embargo, no prosperaron del todo. Durante el gobierno de Cristina Kirchner, no logró que la empresa CHEC se ocupara de la limpieza del Riachuelo; le quedó trunca la rehabilitación del Belgrano Cargas, a cargo de CMEC; y en junio de 2015 tuvo que cerrar la planta de autos Chery, instalada en Uruguay.
En los últimos años, Franco se quejó de las trabas a la importación china. Para sus íntimos, el empresario en realidad fue víctima de un acorralamiento doble, a medida que su hijo escalaba posiciones en política y se enfrentaba al kirchnerismo. El conflicto de intereses y la connotación del apellido Macri limitaron su hambre de negocios. Esa situación, dicen cerca de un Franco ya recluido, fue la que frenó el perdón millonario del Estado al Correo Argentino.
La última aparición pública de Franco fue en un Boca-River, en abril de 2016. Pocas horas antes de que empezara, el fundador del Grupo Macri decidió ir a su palco de la Bombonera. Ante el pedido de un grupo de fotógrafos, se arrimó a la baranda y saludó. Para sorpresa propia, se ganó algunos aplausos que lo enorgullecen hasta hoy.
A diferencia de Mauricio, más inclinado al acercamiento político y económico con los Estados Unidos, Franco puso hace años su mirada sobre China. El mismo se jacta de haber sido un pionero en ese vínculo. “Su relación con el país asiático, que data de más de veinte años, lo ha convertido en un referente obligado cuando se pretende conocer la estructura de ese complejo y poco conocido mundo de empresas chinas y sus vínculos con el Estado en la República Socialista”, afirma su web.
Uno de los negocios que logró cerrar fue la venta de 279 vagones de subte, en representación del holding Citic. Sus proyectos más ambiciosos, sin embargo, no prosperaron del todo. Durante el gobierno de Cristina Kirchner, no logró que la empresa CHEC se ocupara de la limpieza del Riachuelo; le quedó trunca la rehabilitación del Belgrano Cargas, a cargo de CMEC; y en junio de 2015 tuvo que cerrar la planta de autos Chery, instalada en Uruguay.
En los últimos años, Franco se quejó de las trabas a la importación china. Para sus íntimos, el empresario en realidad fue víctima de un acorralamiento doble, a medida que su hijo escalaba posiciones en política y se enfrentaba al kirchnerismo. El conflicto de intereses y la connotación del apellido Macri limitaron su hambre de negocios. Esa situación, dicen cerca de un Franco ya recluido, fue la que frenó el perdón millonario del Estado al Correo Argentino.