Fernando Viglierchio vive en Rosario donde nació hace casi 44 años. Hace diez, su padre le confesó que Alfredo Casero era su hermano y desde hace cinco intenta acercarse a él, aun sin éxito. Alfredo niega la posibilidad de un vínculo entre ambos y Fernando dice entenderlo. “Yo no soy un busca fama, ni busca dinero ni busca afecto”, se defiende.
Su padre era Contador Público y fue diputado por la provincia de Buenos Aires entre 1973 y 1976, cuando la dictadura lo deja cesante. Recuerda la relación entre ambos como “intempestiva”. “Era una persona muy especial, muy verborrágica, muy autoritaria. Pese a las reiteradas peleas, en la última parte de la vida de don Amadeo Viglierchio, Fernando decidió acercarse y pulir diferencias. Fue allí cuando le confesó su romance de juventud con la mamá de Alfredo.
“Según lo que me contó mi padre, cuando él estaba haciendo el servicio militar mantuvieron una relación sentimental durante un tiempo, pero ya estaban cerca de darle la baja del servicio. La última vez que la vio, la notó más gordita, pero no le preguntó si estaba embarazada. Cuando le dieron la baja, se volvió a Pergamino -de donde era oriundo- e inmediatamente se vino a Rosario a estudiar Ciencias Económicas. Aquí conoció a mi madre, se casaron y tuvieron dos hijos, uno de esos soy yo”, resume la historia.
Perfil.com: - ¿En qué momento tu papá te cuenta que había posibilidades de que seas hermano de Casero?
Fernando: - Mi padre siempre bromeaba con la posibilidad de que haya otro hijo suyo, porque creo que ni siquiera él tenía la seguridad. Pero hace 10 años atrás, nos dijo que ese otro hijo existía y que se llamaba Alfredo Casero. Todo se descubrió cuando la madre de Alfredo, estando ya enferma, lo ubica a mi padre por teléfono y le dice que producto de aquel romance juvenil había nacido un hijo.
- ¿Cuál fue la reacción de tu padre ante esa confesión?
- Mi padre inicia una tarea de acercamiento hacia Alfredo, de la peor manera. Un día lo va a buscar al teatro y le dice toda la verdad de forma poco amistosa, sin tratar de contenerlo. Entablan una relación telefónica, hasta que finalmente Viglierchio termina extorsionando a Casero para no contar la verdadera historia. Le hace hasta una propuesta laboral para trabajar juntos, fantaseando con que eran hermanos, debido a que el parecido físico era innegable: la forma de caminar, los ojos, las cejas, la boca, la nariz. Todas las fotos que tengo de mi padre y las que veo de Alfredo me hablan de un parecido enorme.
Fernando: - ¿Y cuándo se inicia tu búsqueda?
- Hace cinco años atrás junto a mi hermano decidimos decirle lo que nosotros pensábamos: que éramos hermanos de él.
- ¿Cómo fue esa búsqueda?
- Fue traumática. Armamos una carpeta con nuestros datos, y el relato de mi padre, que decía que nosotros podíamos ser hermanos de él. Lo esperamos a la salida del teatro como unos simples fans que buscaban un autógrafo. Él salió, y mientras que con todo el público accedió a sacarse fotos y dialogar, a nosotros nos esquivó la mirada. Aparentemente nos vio los rostros y se dio cuenta de que el parecido físico era muy llamativo. Cuando finalmente salió de la cochera, le acercamos la carpeta y de una forma grosera se bajó del auto y comenzó a increparnos al grito de qué pasa! Que pasa! Nosotros teníamos intención de entregarle la carpeta solamente y charlar en otro momento del tema, pero él insistió en que le contásemos el motivo por el cual íbamos a verlo, siempre a los gritos. Accedimos y le dijimos que éramos hijos de Amadeo Viglierchio y él con sus modos –que lo hacen parecer mucho al padre- totalmente ofuscado, montó en cólera y dijo: "¿no te das cuenta que me estás clavando un puñal?"Nosotros, lejos de herirlo, lo que queríamos hacer era estrechar un vínculo afectivo y sanguíneo, que pensábamos que teníamos. Y en una escena muy sobreactuada, tomó la carpeta y se fue.
- ¿Qué sentiste en ese momento?
- Después de verlo cara a cara, yo no tuve ninguna duda de que se trataba de mi hermano, porque es la imagen viva de mi padre.
- ¿Volviste a tener contacto?
- Luego lo fui a ver otras veces a diferentes teatros, y cuando me individualizó en la platea me hizo algún gesto de rechazo, o alguna mirada cómplice diciendo te veo y te ignoro. Me llamó la atención que la segunda vez que me vio luego de aquel encuentro en la calle frente al Auditorio Fundación, recordó mi rostro con exactitud -siendo que él ve miles de rostros por día en el teatro-e hizo un comentario en el medio de la obra que el público no pudo interpretar porque estaba dirigido a mí y a mi hermano. Luego, este verano estando en Mar del Plata, le anuncié por twitter que iba a ir a verlo al teatro. “Esta noche nos vemos HERMANO”, le escribí, y ahí lanzó una catarata de tuits diciéndome que no éramos hermanos, que desista, que me la iba a tener que ver con su abogado… Luego, cuando terminó la función, a las cuatro de la madrugada, me llamó por teléfono y hablamos durante ocho minutos, siempre en malos términos. Él nunca aceptó que exista una posibilidad de que haya vínculo entre nosotros, siempre que tuvimos la oportunidad de hablar lo único que hacía era decirme que mi papá era un chanta y un hijo de puta, a lo que yo le respondía que sí, que me abandonó a los dos años…
- ¿Qué pensás de su reacción?
- Él reniega de la relación y yo lo entiendo. Nadie hubiera querido tener un padre que no lo reconozca y que cuando se enteró de que era su hijo, lejos de pedirle perdón, trató de aprovecharse de su situación económica y de su fama. Entiendo que él no reaccione como yo esperaba y comprendo su enojo porque de chico la pasó muy mal.
- ¿Qué esperás de Alfredo?
- Él ya reconoció que no es hijo de Casero, y de acuerdo a lo que me contó mi padre, me ratificó tres meses antes de morir y al innegable parecido físico entre ambos, es que él es hijo de Inocencio Amadeo Viglierchio. Lo único que puede corroborar esto es un examen de ADN, que yo estoy dispuesto a hacerlo cuando él quiera, pero creo que no es su voluntad. De no ser así, la historia se termina para mí también y le voy a pedir disculpas como ya se las pedí 20 veces, insistiendo en que no quiero molestarlo. Si el ADN da positivo, de ahí en más estará en manos de él qué quiere hacer con esa relación. Yo no soy demandante ni de fama, ni de dinero, ni de afecto, simplemente quisiera abrazarlo y decirle que si desea entablar una relación, me encantaría.
- ¿Por qué decidiste hablar ahora?
- Creo que este es un tema privado y así lo mantuve durante estos cinco años, pero cuando el domingo en el programa de Lanata él se refiere a mi padre, sin nombrarlo, como un impostor, decidí hablar yo también, porque hay mucha gente que sabe mi historia y van a pensar que yo soy un mentiroso. ¿Cómo sabía mi padre hace diez años que Alfredo Casero no era hijo de don Casero? Ese al que él llama impostor, murió pensando que Alfredo Casero era su hijo. Comprendo que no quiera pertenecer a una familia que en su momento no lo reconoció, y lo acepto. Pero en esta Argentina en donde hay tanta gente que busca su verdadera identidad y tiene muchas dificultades para hacerlo, él decidió no encontrarla.
- Entendés que no quiera saber nada con tu padre. Pero ¿Por qué crees que también los niega a ustedes como hermanos?
- Yo pensé que a partir de haberle comunicado que Amadeo Viglierchio había muerto, iba a tener otra actitud, porque quien no lo reconoció en su momento fue mi padre y también fue él quien quiso aprovecharse de su fama y de su dinero. Creí que su pensamiento iba a ser que los hijos de ese hombre no tienen la culpa de lo que el padre haya hecho, pero eso no ocurrió.
- ¿Qué le pedirías hoy a Alfredo?
- Que me deje hablar con él cinco minutos. Que podamos conversar sin estar exaltados. Yo creo que soy su hermano y lo voy a buscar hasta el último día de mi vida, aunque él se enoje.
En la búsqueda. Fernando reconoce que nunca fue seguidor de la carrera artística de Casero, pero cuando se enteró de esta noticia, buscó videos en youtube, “con la certeza de que un actor siempre representa en las obras de las que es autor, algo que le pasó en la vida”. Y así se encontró con “Don Cubrepileta”, un personaje en el que Alfredo hacía de un italiano que tenía un hijo con rasgos orientales, y todos sus amigos le decían que no era suyo y él insistía en que era propio. “Yo creo que ahí él estaba representado su propia historia y que probablemente a don Casero le hayan dicho que ese muchachito de ojos celestes no era hijo suyo porque no tenía sus características físicas”, reflexiona.
(*) Especial para Perfil.com.