PROTAGONISTAS
despiden sus restos en chacarita

A los 70 años, murió el músico y humorista Berugo Carámbula

ReIrse. El uruguayo venía dando pelea al Parkinson con humor.
| Cedoc Perfil

En 2008, cuatro años después que le dieran una diagnóstico definitivo del Mal de Parkinson, fue en el programa de Chiche Gelblung, donde Berugo Carámbula dejaba en claro que aquella enfermedad no iba a nublar su humor, y que sería la risa quien lo acompañaría y sostendría por el resto de sus días. “Me propongo divertirme hasta el día que me muera”, decía. Ese día fue ayer. Hoy sus seres queridos lo despedirán en el cementerio de la Chacarita.    
    Había cumplido 70 años hacía poco (el 31 de octubre), y él festejó fue como siempre, junto a su hija María Carámbula, quien cumple años el mismo día que su padre, una feliz coincidencia que él llamaba “Alcoyana, Alcoyana”, frase célebre que inmortalizó en el programa que condujo en los ‘80, Atrévase a soñar.
    Su nombre real era Heber Hugo Carámbula. Nació en Las Piedras, una ciudad vecina a Montevideo, que pertenece al departamento uruguayo de Canelones. Referente del humor rioplatense, Berugo comenzó su carrera como músico de jazz y llegó a sacar un disco. Como actor y cómico, dio sus primeros pasos en la TV uruguaya con Telecataplúm.
    A mediados de los ‘60, se mudó a Buenos Aires. De su larga carrera serán recordados programas como Hiperhumor, Todo al 9, y El nieto de Don Mateo, donde formó una dupla divertida con Miguel Angel Rodríguez. Con este último también compartió pases de comedia en uno de sus últimos trabajos, la ficción de Pol-ka Son amores, en donde Carámbula interpretó al querido Wilson, el portero del edificio donde vivían los personajes de Rodríguez, Nicolás Cabré y Mariano Martínez.
    De su carrera en cine, dejó un sinfín de momentos hilarantes en películas como Los irrompibles, Brigada explosiva y Los bañeros más locos del mundo, junto a Guillermo Francella y Emilio Disi, entre otros. Ayer, varios recordaban de Los bañeros..., uno de sus gags más inolvidables, el momento en el que se acercan dos policías y le dicen: “Somos del Casino, dos vigilantes”, –a lo que él responde: “¡¿Ah, sí?!, Nosotros somos cuatro medialunas”. Ayer del otro lado de la orilla, se lo recordaba también con sus chistes y entre anécdotas. Sin dudas, como él hubiese querido