¿Qué hace exactamente una primera dama? Ante todo ser y –tal vez principalmente– estar. Cónyuges de un mandatario, como tales, cumplen la función de acompañar en viajes y ceremonias oficiales a sus esposos. Partiendo de esta base, a lo largo de la historia, estas mujeres alcanzaron protagonismo en base a sus actividades y la personalidad que supieron o no exhibir.
No es lo mismo el rol protagónico que adquirió Michelle Obama, quien se destacó por su manera de expresarse –egresó también de dos carreras universitarias– y por su constante campaña por la alimentación saludable para niños y adolescentes, como lo fue, por poner otro caso hipermediático, el de Jackie Kennedy, quien a mediados de los 50 deslumbró con su estilo mientras, al mismo tiempo, innovaba por ejemplo al abrir por primera vez la Casa Blanca –que ella se encargó de redecorar– para la televisión de su país.
Ser y estar. Llevar adelante alguna actividad o, al menos, aparentarlo. De eso se trata la construcción de esta figura política. Pero ¿qué tipo de primera dama es Juliana Awada? O, en tiempos donde la política está más confrontativa y dinámica que nunca, la pregunta sería: ¿qué tipo de primera dama quiere ser?
A 15 meses de ocupar ese rol, Awada hace eso: cambia. Ella muta según el momento social que toque, siempre, en base a la recomendación de asesores políticos. No cabe duda de que su fuerte es –por ahora– la imagen. En cada viaje junto a Macri, se destaca –al menos los medios locales lo hacen– su belleza y estilo. “Todo le queda bien”, repiten las diseñadoras que la visten y las que no. Y logra incluso que si algo resultara “inadecuado” en su vestuario, ninguno de ellos lo diga en público.
Sin embargo, ella ya trabaja en ciertas tareas sociales junto a los chicos. “Lo suyo es la primera infancia. Es lo que más le preocupa”, decían desde su círculo a comienzos del mandato, antes de salir a recorrer el país con Carolina Stanley, la ministra de Desarrollo Social.
Pero mientras tanto, ¿donde está ubicada ella? “Es la primera dama que necesitamos en este momento. Alguien que nos represente con mesura, acompañando a su marido, culta y escuchando las sugerencias que le hacen desde el protocolo”, dice Edith Cortelezzi, escritora experta en ceremonial y protocolo. Para ella, Awada es una carta sorpresa. “Es inevitable preguntarse: ¿qué hay detrás de esta imagen? ¿Cuánto influye su personalidad en la de su marido? Cuando se cierra la puerta y quedan solos, ¿da opiniones? ¿Cuánto influyen comentarios hechos en la privacidad en decisiones que toma luego Macri como presidente? Hay muchas preguntas sin respuestas ciertas aún sobre esta primera dama. Mientras esperamos ver esa parte de su personalidad, es la que contiene emocionalmente a Macri”, completa Cortelezzi.
Está a la vista que Awada se encuentra en una especie de cápsula esperando –como sugiere Cortelezzi– mostrar lo suyo. Mientras tanto, se mueve en base a recomendaciones de quienes la asesoran. Desde el área de comunicación presidencial construyen una imagen cercada por gacetillas de prensa con frases generales –son redactadas directamente como notas periodísticas– e impresiones básicas sobre los viajes presidenciales.
En este punto, José María Rodríguez Saráchaga, especialista en oratoria y lenguaje no verbal, hace un llamado de atención. “El error más habitual en los ‘autodenominados’ coaches o asesores de imagen es tratar de meter a presión en moldes prefabricados a sus ‘coacheados’ o, peor aún, copiar a personajes ya consagrados”, dice y da un ejemplo gráfico: “Cuando le preguntaron a Miguel Angel cómo había hecho para concebir la belleza cautivante de La piedad, se limitó a decir: ‘La escultura ya estaba dentro de la piedra. Yo únicamente he debido eliminar el mármol que le sobraba’. Un par de años después, le presentan a Michelangelo una bellísima pieza de mármol de Carrara de 5 metros de alto, hermoso, sin el más mínimo fallo. El problema es que Agostino di Duccio había intentado hacer con él una figura y le hizo un agujero justo por el medio; no contento con eso, le quitó piedra a los dos lados del boquete arruinando aún más el precioso bloque. Esto es lo que precisamente sucede con Awada: bellísima, culta e inteligente, deslucida por una mala praxis”.
Néstor Montero, presidente del Instituto Argentino de Ceremonial y Relaciones Públicas, sostiene que el perfil de Awada se basa en la preservación misma que están haciendo de ella: “Una palabra o gesto de más puede traer otro frente abierto y el Gobierno ya tiene demasiados como para que se la agarren con la esposa de...”. ¿Pegará entonces el salto? Hay rumores –imposible que no los haya en la política– de que se verá una nueva Awada recién luego de las elecciones de octubre. “No va a tener ningún cargo pero va a levantar mucho el perfil. Por ahora la están preparando”, cuentan a PERFIL. Mientras tanto, en ese limbo, Gobierno y medios afines resaltan sus actividades y la enmarcan como la primera dama con “una agenda casi tan cargada como la del Presidente” aunque ella, por ahora, hace lo que le corresponde a su rol, sin correrse ni un milímetro.
“Tiene potencial para mostrar algo más que las reglas del ceremonial; es cuestión de tiempo”, dice Cortelezzi. Y Saráchaga concluye: “Alta, espigada, ojos grandes y sonrisa perfecta, nuestra primera dama nació para las cámaras; lamentablemente, algún “Di Duccio” la destrozó. Ella tiene todo para quedar en la historia a la altura de Regina Paccini o incluso Michelle, sólo necesita reconstruirse o buscar un Miguel Angel que la ayude”.