Es cierto, podría decirse que fue un día atipico. Esa misma noche en Buenos Aires se dieron casi en simultáneo dos reuniones que suponían de antemano alta convocatoria: el tradicional festejo de la fecha patria de Estados Unidos –celabrada el 6 y no el 4 de julio–, y la sexta gala anual de la Fundación Zaldivar.
A pesar de los comentarios encontrados que genera la figura de Donald Trump como presidente, no hay duda que la relación bilateral de Argentina con ese país es uno de los pilares de la política exterior de la presente gestión del Gobierno nacional aunque la cordialidad manifiesta en las fotos de Trump y Macri no ha por el momento derramado en beneficios que, a esta altura, se suponían merecer. De hecho, Tom Cooney, encargado de negocios de la embajada norteamericana en Argentina y virtual embajador interino hasta tanto Trump designe uno– destacó en su discuros los buenos tiempos que corren para ambos países y cuán alentador se percibe el futuro, pero ante los medios no exhibió un horizonte de resolución inmediata al corte puesto al biodiesel argentino y desvió el asunto a terminar de tratar el asunto de los limones y la carne vacuna.
Por las razón geopolítica ya mencionada era de suponer que en el Palacio Bosch hubiera un coro de funcionarios acompañando un festejo que igualmente fue colorido –por la temática elegida y la ambientación y menú a tono– y masivo. Pero los de mayor rango como funcionarios fueron Guillermo Dietrich, Andrés Ibarra, Fabián Perechodnik, Cristian Ritondo, Andy Freire y Martín Ocampo. Al promediar dicho festejo, a unos quince minutos en auto desde ahí, la gala anual que en el hotel Alvear organizó la Fundación Zaldivar para juntar fondos tuvo nombres en sus mesas que pueden equiparar la importancia de esta comida para muchos de ellos.
Por empezar estuvo ubocado en una de las mesas principales Nicolás Caputo, que sin cargo de funcionario , es como una extensión del propio presidente por la amistad manifiesta que ambos se profesan. Por eso no es casualidad que en su mesa se ubicaran, entre otros, Zoraida Awada –la hermana mayor de Juliana–, Jaime Duran Barba y el consultor Orlando Molaro. Infalatable en la solapa de Caputo, el pin con la bandera de Singapur, país del que cónsul en Argentina.También estaban en respectivas mesas los que hicieron “doblete”, es decir, pasaron a saludar a Tom Cooney en la embajada para terminar cenando en el Alvear. Tal el caso de Perechodnik, Dietrich o el empresario Alejandro Bulgheroni. En otras también se ubicaron los banqueros Jorge Brito y Gabriel Martino–cuyo banco fue uno de los main sponsor de la cena–, Carlos Melconian, Martín Lousteau, Eduardo Costatini o el discreto Federico Nicholson.
Casi al final apareció Tinelli quien venía de ver al equipo de basquet de San Lorenzo jugar con Regatas de Corrientes. La única ausente cuya presencia se lamentó fue la de María Eugenia Vidal ya que los anfitriones, los Zaldivar, querían que viera un sistema de primera consulta ocular a distancia que podría aplicarse en la provincia de Buenos Aires.