PROTAGONISTAS
El regreso del nieto rebelde

Harry y Meghan participan por primera vez de un acto oficial desde que dejaron Inglaterra

Ante una catedral colmada de familiares e invitados especiales, el hijo menor de Lady Di y su mujer concentraron el foco de atención durante uno de los actos por los setenta años de reinado de Isabel II. Sin la monarca presente porque había quedado agotada luego de un festejo previo, Harry y Meghan se ubicaron en el sector destinado a familiares. En lo que queda de la estadía de ambos en Inglaterra, seguirán celebraciones protocolares donde la reina y su nieto díscolo compartirán momentos que servirán para que “analistas de gestos y señales” den respectivos veredictos acerca que cuán afectada está la relación entre ambos.

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Harry y Meghan en la catedral de San Pablo. | AFP

La catedral de San Pablo, en Londres, estaba repleta, incluso con la presencia de ex primeros ministros de varias gestiones y partidos y otros a quienes el paso del tiempo o mejor dicho el paso por el poder, les dejó marcas imborrables. Tal los casos del laborista Tony Blair, quien ocupó esa función durante una década –de 1997 a 2007– y a quien el cineasta Stephen Frears le “legó” un irónico fragmento en su famosa película La reina. Y el otro caso es el de la conservadora Theresa May, segunda mujer en ser primera ministra de Inglaterra, y quien renunció a su cargo en medio de una crisis parlamentaria. Sin embargo y a pesar de esas presencias y de varios integrantes del amplio elenco familiar monárquico, el foco estaba puesto en una única pareja: Meghan Markle y el príncipe Harry. En estos festejos de la corona, no podían estar ausentes y además, son los primeros que tiene a este díscolo matrimonio nuevamente en territorio británico y rodeados de un fasto que resulta exagerado en un mundo en crisis. 

A esto se sumó que la protagonista protocolar de toda esa puesta en escena dijo “ausente”: la reina Isabel. Un comunicado explicó el motivo de dicha ausencia: “La reina disfrutó mucho el desfile de cumpleaños de hoy (se refiere al del jueves 2 de junio), pero experimentó algunas molestias. Teniendo en cuenta el viaje y la actividad requerida para participar en el Servicio Nacional de Acción de Gracias de mañana en la catedral de San Pablo, su majestad, con gran pesar, ha llegado a la conclusión de que no asistirá. La reina espera participar en el evento de iluminación de esta noche en el Castillo de Windsor y quisiera agradecer a todos los que hicieron de hoy una ocasión tan memorable”. Síntesis: la reina está cansada y con 96 años cumplidos el 21 de abril y con siete décadas portando en su cabeza la corona, la capa de armiño, una familia con sus bemoles,  y todo lo que ese combo conlleva, no estaba para una reunión en la catedral a riesgo de otorgar para la posteridad una imagen que no corresponde al jubileo que se celebra: esto es, como mínimo, que se quede dormida, o peor aún –como le sucedió a un escolta joven de la guardia–, quedar tendido mirando el cielo y provocando la desesperación de varios de sus pares para tratar de reanimarlo en plena escalinata de ingreso a la mencionada catedral londinense.  

Examen público. Según escribió Miranda Bryant, periodista de The Guardian, este regreso de Meghan Markle y el príncipe Harry a su primer acto oficial después de su renuncia a cargos y a residir en Inglaterra, la pareja estará sometida a lo que tuvo que acostumbrarse y a lo que motivó a que el hijo menor de Lady Di a proteger a su familia lejos de su país: en Londres los espera, señaló Bryant “un público ansioso, pero ambivalente y los medios estudiarán de cerca a los Sussex en busca de signos de ruptura o relación con la familia real.” Es decir, nada nuevo bajo el sol primaveral de Londres dado que es lo que vienen repitiendo los medios británicos, en algunos casos, para “ajusticiar” a esta joven separada, actriz, hija de madre afroamericana y padre de dudosa reputación, por llevar a un “hijo de la corona” fuera de sus dominios.  

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“Las imágenes de Meghan y Harry juntos en suelo británico antes de dejar el Reino Unido para comenzar una nueva vida en Los Ángeles pintaron dos imágenes muy contrastantes”, prosiguió la periodista de The Guardian. “Uno, de los Sussex parados tensos en la abadía de Westminster detrás de Kate y William, anteriormente conocidos colectivamente como los cuatro fabulosos, era un retrato de la disfunción familiar. El otro, radiante del brazo bajo un paraguas bajo la lluvia torrencial fuera de Mansion House, una visión de libertad. Y, al menos para sus seguidores, un recordatorio de lo que se estaba perdiendo la familia real.” 

Gestos y miradas. En un mundo que como se mencionó está en crisis de todo tipo, es imposible no mirar con sorna tanto escrutinio sobre una familia que hace de sus diferentes integrantes, personajes de un reality en tiempo real. Y a la vez, que el periodismo, el panelismo y demás, decodifiquen con presumida sapiencia lo que pueden denotar miradas entre los presentes en esa misa en la catedral, y sobre eso se escriban análisis de cómo se llevan los integrantes de la corona, ayuda sobre todo a los futuros guionistas de posibles sagas de la miniserie The Crown. 

Igualmente hay que reconocer que durante toda la ceremonia, Harry ofreció semblantes interesantes que parecían reflejar por momentos, sensaciones como: “¿para qué vine acá?”, “¿qué hago con toda esta gente que es mi familia?”, “¿falta mucho para que termine todo esto si ni mi abuela está presente?”. Por su parte, Meghan Markle se manejó con sonrisa en la boca, correcta y aunque acostumbrada a las cámaras, las de la catedral no eran para una serie de ficción, eran cámaras atentas a sus gestos casi tanto como a lo que sucedía en el atrio.