“Es difícil hacerse hoy una idea medianamente adecuada de las dimensiones que alcanzó la destrucción de las ciudades alemanas en los últimos años de la Segunda Guerra Mundial, y más difícil aún es reflexionar sobre los horrores que acompañaron esa devastación”. Así empieza la primera conferencia del compendio de textos que componen el libro de W.G. Sebald del que fue extraído el título de Historia natural de la destrucción, la nueva película de Sergei Loznitsa, invitado del FIC.UBA, el primer festival de cine organizado por la Universidad de Buenos Aires, que finaliza mañana.
Este cineasta ucraniano, nacido en Bielorrusia, es lo que puede llamarse un invitado de lujo. Unas treinta y ocho películas tiene en su portfolio, y con Donbáss ganó la categoría Un Certain Regard, del Festival de Cannes de 2018. En ese certamen –pero en 2012– ya había estado nominado para la Palma de Oro por su película En la niebla. Los otros films de Sergei Loznitsa que forman parte del festival de la UBA son State Funeral, Babi Yar. Context y Maidan.
En la presentación oficial de este primer festival de cine organizado por la Universidad de Buenos Aires, Sergei Loznitsa recibió el título honoris causa de la entidad anfitriona. Con él también fueron reconocidos, con el mismo título, los cineastas argentinos Manuel Antín y Lucrecia Martel. En la entrega, Ricardo Alfonsín, el director del FIC.UBA y secretario de Políticas de Diseño e Innovación Tecnológica de la UBA, dijo: “Aquí se formaron, durante más de treinta años, profesionales que han enriquecido al cine argentino; directores, productores y técnicos en todas las áreas. La creación del festival viene a coronar ese trabajo y a constituirse como una ventana, no para la exhibición de films, para el intercambio y la reflexión”. En ese ámbito, Sergei Loznitsa conversó con PERFIL.
—¿Su película “Historia natural de la destrucción” puede colaborar con algún tipo de reparación histórica para las víctimas civiles del bombardeo que usted narra?
—En su ensayo, W.G. Sebald toca este tema de manera sutil: cómo los alemanes aceptaron la muerte y la destrucción. Existe un idioma para describir esa destrucción, pero el idioma que se suele utilizar no se adecúa a la situación. El lenguaje al que el cine y la literatura apelan es la romantización. La tragedia sucede y, por ejemplo, los escritores alemanes describen esa situación en una novela. Pero suelen apelar a un lenguaje romántico o mitológico que me llevó a preguntarme por qué y qué hacer con eso. Para mí fue un punto de partida interesante a la hora de acercarme al material.
—¿El cine puede ejercer un juicio sobre la historia?
—En la historia los hechos que suceden no son inversivos. Es como la muerte, no se puede volver. El resto es interpretación. Lo interesante es que los eventos, simplemente, suceden. Y mi objetivo último es mostrar la documentación que encontré de esos eventos y que el espectador la interprete por sí mismo. A contracorriente de algunos manuales de historia, que lo que hacen es explicar, yo no quiero hacer eso sino ver qué le pasa al que observa.
Lenguajes. Con Historia natural de la destrucción, Sergei Loznitsa plantea un abordaje de la realidad de los civiles durante los bombardeos de las ciudades industriales alemanas hacia el final de la Segunda Guerra Mundial. Los bombardeos dejaron como saldo una masacre, generalmente invisibilizada por la historia, dado que se enmarcó en la guerra contra el nazismo. Esa temática que incumbió tanto al escritor Sebald es retomada por este cineasta, presentando imágenes de la vida cotidiana de los alemanes durante aquella época de guerra que acabaría signada por la destrucción, y avanzando, progresivamente, hacia los bombardeos en cuestión.
Para armar su retrato, que responde al material encontrado luego de una exhaustiva búsqueda, el director pone en escena la cadena productiva, la muerte y algunos pocos protagonistas de aquella contraofensiva, como Winston Churchill o el general Montgomery.
—El cinismo de la guerra, expresado desde la imagen y desde los discursos, tiene un lugar protagónico en la película.
—Es que la gente es cínica, y eso no se puede extraer durante la guerra. Y tampoco se puede traducir a un lenguaje patriótico; o al menos yo no puedo hacer eso en mis películas. Normalmente, cuando producían películas en aquella época, lo hacían con una tónica patriótica. Por ejemplo, todo el material que yo usé es propaganda de la época que fue usado con esos fines. Era algo normal en aquella época. Frank Capra o Luis Buñuel son dos ejemplos casi canónicos. Pero la idea es no intervenir ese cinismo sino dejar la parte que es constitutiva del hombre, de la guerra y de su propaganda.
—¿Por qué cree que, siendo la guerra algo tan absurdo y complejo, sigue ocurriendo?
—Porque somos animales agresivos que no tienen suficiente cerebro como para encontrar otras soluciones. La guerra y este tipo de destrucción suceden cuando existen tareas muy urgentes que resolver, se complejizan y la gente que debería resolverlas no sabe cómo hacerlo.
—Recién se estrenó “Oppenheimer”, que propone otro abordaje de la destrucción. ¿Cuál es la diferencia entre el documental y la ficción?
—La ética. Nada más.