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Martín Sastre es el cineasta que recorrió más de 44 mil km para crear "Nasha Natasha"

Es uruguayo y amigo de Natalia Oreiro hace dos décadas. Además de este exitoso documental, Sastre produjo obras con otros compatriotas famosos, como Diego Forlán y Pepe Mujica.

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Hay equipo. De Miss Tacuarembó a Nasha Natasha. Dos de los proyectos masivos que cimentaron la amistad de Oreiro con Martín Sastre. Y sin proponérselo, se convirtieron en embajadores de la cultura rioplatense. | cedoc

“Me acuerdo de una ciudad en Siberia que salí a hacer unas tomas y la cámara no funcionaba. Salía error y era porque se estaba congelando”, dice entre risas a PERFIL el director Martín Sastre. El recuerdo es de 2014, cuando filmó la gira de Natalia Oreiro por Rusia. Seis años más tarde se encuentra pasando la cuarentena en Montevideo mientras Nasha Natasha, el documental que surgió de esos cientos de horas de filmar, es una de las principales tendencias esta semana en Netflix. “No sé si hubiese podido hacer un documental como este con alguien que no conozca. Esto también es fruto de la amistad y la confianza que nos tenemos”, asegura Sastre sobre la relación de veinte años que lo une a Oreiro.

—El momento de estrenar un proyecto siempre es especial. ¿Cómo lo vivís? 

—Ni en Argentina ni en Uruguay hay realmente una industria audiovisual. Todos los proyectos se generan con mucho esfuerzo. Este en particular, además de que fueron seis años de trabajo, me costó sangre, sudor y lágrimas. A veces, cuando se habla de los documentales pensamos que es solo un registro de lo que pasa, pero es un proceso muy complejo. Ahora, por suerte la gente lo pudo ver y tenemos respuestas increíbles. Las personas se emocionan y nos dicen que lloran con la película. Cuando todo ese trabajo y esfuerzo se materializa en esas repercusiones, es muy emocionante.

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—¿Cómo llegaste a esa gira?

—Nati me invita a Rusia como amigo. Somos amigos hace casi ya veinte años y fue una invitación más que nada afectiva para compartir esa gira con ella. En mi caso había un plus porque mi abuelo materno era ruso. Él nos enseñó muchísimo sobre la historia y la cultura rusa, me crié con eso. Cuando él fallece, mi abuela siguió transmitiendo ese amor por Rusia así que para mí fue un viaje especial. Mientras caminábamos por el país, charlaba con Nati de un montón de cosas que me enseñaron mis abuelos y la verdad es que todo eso forma parte de mi vida.

–¿Cuándo empezó la idea de hacer un documental?

—Fue una gira única en la que se recorrió muchísimos kilómetros. Incluso viajamos en el transiberiano y eso había que registrarlo. En principio era solo eso. No estaba la idea de un documental. Era filmar y después ver. Por eso fui con un equipo muy reducido. Yo hacía cámara y otra persona hacía cámara y sonido. A medida que íbamos avanzando y nos adentramos en Rusia me di cuenta de que el fenómeno Nasha Natasha era mucho más fuerte de lo que imaginaba. Hay mucho afecto y hasta devoción. Cuando ella llegaba a las estaciones de tren con casi 30 grados bajo cero, había decenas de fans esperando y era muy emocionante. Ahí empezó a surgir la idea de un documental. 

—Y se estrena en Netflix, lo cual permite que se vea al mismo tiempo en Argentina, Uruguay, Rusia y decenas de países más…

—Poder estrenarlo en una plataforma así, en este momento donde viajar es una utopía y la gente está en sus casas con incertidumbre, la verdad que es increíble. Las repercusiones que hay son muchísimas y si ponés “Nasha Natasha” en Twitter es como un poema. Nosotros estuvimos seis años con esto. La película se terminó de editar hace ya un tiempo y no sabíamos que iba a estar en Netflix pero, de alguna forma, tengo la sensación de que teníamos que esperar para que sea así. Es la forma indicada de que este material llegue a las personas e interiormente tengo la sensación de que ese era el destino de la película. 

—¿Te llegaron repercusiones de Rusia?

—Lo que más me llamó la atención de Rusia, aparte de los comentarios, es que un montón de rusos se hicieron usuarios de Netflix para poder ver la peli. Recordemos que estamos hablando de un documental. Eso es increíble. Se hace un documental en Uruguay y de repente entra en el top 10 de Rusia. Es un cambio de paradigma muy grande. 

—Mostrás a la Natalia artista pero también a la profesional que está detrás de cada detalle. ¿Fue algo buscado eso?

—Eso tiene que ver con su historia y por eso para mí era importante contar su vida y su experiencia. Porque si vos sos una persona que siendo adolescente resolvés mudarte a una ciudad donde nadie te conoce a probar suerte como hizo ella cuando viajó a Buenos Aires, realmente tenés que tener una pulsión artística. Y la sigue teniendo. Que ella esté en todos los detalles del show es realmente una pasión por lo que hace. Quiere que el público se lleve la mejor experiencia posible. Todo ese cuidado por lo que hace le pasa por un lugar afectivo hacia sus fans y por una cultura de trabajo de mucha autogestión. Es como la historia de la Cenicienta pero sin príncipe. Ella es la princesa, el hada madrina y el príncipe todo junto. 

—Es el cuarto proyecto que hacen juntos. ¿Te sigue sorprendiendo?

—Sí y no. Por un lado creo que la conexión que tuvimos desde el principio se mantiene igual. Como director me resulta frustrante tirar una idea y que no vuelva nada. Natalia es una persona que siempre te está devolviendo y ya tenemos una dinámica de trabajo de ida y vuelta muy rica. Nos podemos llamar a las 3 de la mañana por una idea o cambiar radicalmente una escena tres minutos antes de hacerla. Y si a ella la entusiasma va a seguir con eso. Somos muy complementarios en ese sentido que nos enriquece a los dos.

 

Con Mujica, Faena y US$ 50 mil

Martín Sastre nació en Montevideo en 1976. Su primera película fue Miss Tacuarembó  y también con Natalia Oreiro, en 2010. Cuatro años más tarde llegaría un corto llamado Protocolo Celeste en la que participó Diego Forlán. La tercera producción de la dupla fue el corto 100 años de cine argentino y, finalmente, Nasha Natasha. Pero Sastre no solo se ha dedicado a la industria audiovisual sino que realizó obras para presentar en distintas bienales del mundo. “Soy de la idea de que el arte tiene que ser accesible a todos”, le dijo a PERFIL en 2013 cuando presentó El perfume de Mujica, una fragancia realizada con flores de la chacra del por entonces presidente de Uruguay. La obra se exhibió en la Bienal de Venecia y Alan Faena la compró por 50 mil dólares. 

“El olor es a la primavera en Uruguay y se compone de flores silvestres, crisantemos, romero, jazmines, y chirca”, explicó.